De profundis
De lo profundo de mi pecho clamo
plañendo en las tinieblas mis gemidos.
Oye, Señor, no cierres tus oídos,
que con angustia y con pavor te llamo.
Ve el dolor, la vergüenza en que me inflamo,
no mis maldades; oye mis quejidos
como avecicas nuevas que en sus nidos
hoy ya saben piar a tu reclamo.
Si sólo a nuestras culpas atendieres,
¿quién podría aguardar que le asistieres?
Mas la efusión de tu piedad nos salva.
Y, así, esperando en ti, mi pecho vela
como espera en la noche el centinela,
con miedo y con afán que rompe el alba.
¡Que estás solo, señor, dicen aquéllos!
¡Que estás solo, señor, dicen aquéllos!
¡Hay mayor soledad, mayor castigo,
que estar ellos sin ti!
Todo está en el corazón
No a conocer la vida, sino a amarla,
viniste al mundo; del amor naciste;
si es bella y es mujer, ¿quién a gozarla,
varón, mozo y poeta, se resiste?
Goza, como los niños y las aves,
del blando seno y el caliente nido;
no te apures jamás porque no sabes
de dónde vienes y por qué has venido.
Amor lo es todo, conocer no es nada:
¿quién la razón de la Razón conoce?
Deléitate en los brazos de tu amada
sin descender al fondo de tu goce.
Huye del triste, apártate del sabio,
de aquel que estruja la razón y el seso;
no se hizo la miel para su labio
ni su labio se hizo para el beso.
Nunca la duda el corazón te enfríe;
marchita su ilusión quien la razona:
no escudriñes el bien; goza y sonríe;
no te asombres del mal: ama y perdona.
No esquives los suavísimos regazos
del amor y la fe: ponte de hinojos,
que aquí está la verdad; tiende tus brazos,
abre tu corazón, cierra los ojos.
Huye de ese mortal desasosiego
que interroga a las sombras del Destino,
la vida es ciega y el amor es ciego,
pero nunca equivocan el camino.
Amalo todo, bebe de las rosas,
como la abeja, el zumo y la dulzura,
entrégate a la gracia de las cosas:
la vida, como el arte, es la ternura.
No deslustres su cándido atavío,
ni levantes la punta de su velo;
¿qué logras con pensar que está vacío,
que no es cielo ni azul tu hermoso cielo?
Renueva el corazón a cada hora
y aprende a renacer cada mañana,
como el paisaje al despuntar la aurora,
como el sol que amanece en tu ventana.
Sé artista, sé poeta, sé el espejo
del ancho mundo; aunque después te roben
los años su esplendor, no serás viejo:
la poesía es el arte de ser joven.
No te atraigan las sombras del abismo.
¿Qué importa adónde vas, de dónde vienes?
No busques nada fuera de ti mismo:
todo en tu propio corazón lo tienes.
El crepúsculo de los dioses
A Manuel Reina
¡Ya estallan los sangrientos episodios,
arde la indignación, rugen los odios,
vibran sin tregua llameantes iras,
y surgen poderosas e indignadas,
a demoler dispuestas, las espadas,
las piquetas, las hoces y las liras!…
Caminamos a pasos de gigante
al drama apocalíptico, un constante
vendaval de tormenta nos azota;
la humanidad, la sociedad presente,
marcha al galope, despeñada, ingente,
a una oscura y terrible bancarrota.
La conmoción se acerca: los Estados,
esos viejos seniles y gastados,
yacen sin vida y sin calor apenas,
…
Ya los dioses se marchan, ya se siente
la pertinaz necesidad ardiente
del torbellino vengador y ciego
que anime los espíritus, que encienda
los corazones, que en brutal contienda
cauterice las llagas con el fuego.
Ya el titán popular, fiero y sublime,
la mortífera carga que le oprime
sacude al fin de los robustos hombros,
alza la frente en ademán de guerra
…
El dios de las tormentas vengadoras
su cólera encendió; contó las horas
de iniquidad, de inercia y de desmayo
y vibró en el espacio, antes sereno,
la voz apocalíptica del trueno
y la espada magnífica del rayo.
Y en el rojo crepúsculo, en derrota,
van fugitivos, con la espada rota,
llenos de miedo y de pavor, los reyes,
¡falange de titanes derrotada,
generación de dioses despeñada
del viejo Olimpo de las viejas Leyes!
Preludio
¡Lejos de mi la lira melodiosa
que en tono afeminado se une al coro
que resuena en la orgía bulliciosa,
cantando al vino y al placer y al oro!
¡Lejos de mi la hipócrita alegría,
el inútil placer, la torpe calma;
tiempo es ya de vencer esta atonía
que con su inercia esteriliza el alma!
¿Quién contempla impasible la presente
sorda abominación que en torno zumba?
¿esta raza menguada y decadente?
¿este mundo social que se derrumba?…
¿Quién ante tanto cúmulo de enojos,
ante la inicua y contagiosa mengua
dobla la voluntad, cierra los ojos,
renuncia a la virtud, ata la lengua?
¡Jamás! ¡no seré yo! ¡mi pobre lira
sus más rudos acentos ha de darme
y si la Musa mi canción no inspira
notas la indignación ha de prestarme!
…
¡Quiero siempre vivir como un valiente,
cogiendo espinas en lugar de flores
quiero morir luchando frente a frente
como aquellos antiguos gladiadores!
¡La Musa del guerrero es quien me inspira,
la Musa de laureles coronada!
¡yo soy un luchador! ¡pulso la lira
como pudiera manejar la espada!
Horas de amor
¿Te acuerdas? Quise, con impulso leve,
sobre tu pecho colocar mi oído
y escuchar el dulcísimo latido
con que tu blando corazón se mueve.
Prendí en mis brazos tu cintura breve
y hundí mi rostro en el caliente
nido de tu seno, que es mármol encendido,
carne de flores y abrasada nieve.
¡Con qué prisa y qué fuerza palpitaba
tu enamorado corazón! Pugnaba
tu talle, en tanto, más, con ansia loca,
bajo la nieve el corazón latía,
y, en su gallarda rebelión, quería
saltar del pecho por besar mi boca…
¡Surge, poeta!
A Francisco de Villaespesa
¡Surge, poeta! Como el sol radiante,
que en el glorioso azul del firmamento
el haz de rayos de su luz flamea,
…
y alza tu voz enérgica y valiente,
como fiero huracán omnipotente,
sobre el ronco fragor de la batalla.
¡Águila real del pensamiento humano,
tu que te yergues en el hondo arcano
que como abismo inmaterial rodea
la cumbre sideral del Universo
…
¡Tú, sacerdote de glorioso culto,
tú, que adivinas lo inmortal, lo oculto,
…
Tú, que los rayos de la luz flameas,
de la luz inmortal y creadora;
sacerdote inmortal de las ideas,
tú, que cual Dios, con la palabra creas,
…
Es hora de luchar. Aún hay cadenas,
cetros y espadas que romper; aún gimen
negros dolores y dolientes penas
y aún sus cervices de impudicias llenas
alzan triunfantes la opresión y el crimen.
…
El fanatismo, el odio, la impudencia,
quieren poner la universal conciencia
bajo el dominio de su férreo yugo;
la Justicia y el Bien marchan errantes
sin encontrar sus quejas suplicantes
el estro vengador de un Víctor Hugo!”
¡Surge, poeta! Con viril acento
lanza el rayo inmortal del pensamiento
…
y sean en el combate tu palabra
flecha, espada, clarín, látigo y lira
…
Canta poeta, con viril acento,
la justicia, el amor y las virtudes;
sé el intérprete fiel del sentimiento,
del valor, de la fe, del pensamiento,
del alma de las rudas multitudes.
…
despertando entusiasmos y energías
y abatiendo ominosas tiranías
y quebrando diques y cadenas.
Fustigando sin tregua a los tiranos
escarneciendo las injustas manos
y quebrando las soberbias frentes
y desgarrando los impuros velos.
Las aves de la muerte
A Narciso Díaz de Escovar
¿A dónde van las naves, las poderosas naves
volando en el Océano…
¿a dónde van las rudas e innúmeras legiones
con su marcial desfile de espadas y cañones?
¿A dónde van los bravos caudillos europeos?
¿A dónde van los hijos de Albión y de Lutecia,
de Prusia y de Moscovia, de Escandinavia y Grecia,
los fieros poloneses, los rudos castellanos?
¿Qué tempestad potente, qué bélica cruzada
os pone de tal guisa la relumbrante espada
en las sangrientas manos?
¿dónde el botín, el oro, la presa ensangrentada,
que recoger ansiosos en la ralea airada
debajo de las sacras cenizas de la muerte?
¡Qué campos de batalla miraron vuestros ojos?
¿Qué pueblos desgraciados os brindan sus despojos?
¿Qué envidias despertaron vuestras pasiones fieras?
…
¡Pueblos abominables, decrépitas naciones
de la caduca Europa, podridos corazones,
que entronizáis el rudo derecho del más fuerte!
¡Os odio y os maldigo! del mundo desolado,
sois el azote odioso, terrible y despiadado,
¡sois las sangrientas aves, las aves de la muerte!
El canto del Asia
¡Hijos del Sol! ¡Os llama la ruda guerra,
la guerra redentora, la guerra santa!
…
¡Tus muros y tus templos son profanados!
¡las tumbas de tus héroes están abiertas!
¡el ejercito altivo de los cruzados
otra vez con sus cruces está a tus puertas!
¡Quieren clavar sus cruces en los pensiles
de vuestros campos bellos y patriarcales
y profanar con negros ferrocarriles
la soledad sagrada de tus juncales!
¡Hacer crujir la fusta de los esclavos
en la espalda morena de vuestros hijos
y clavar en los pechos de vuestros bravos
sus cetros, sus espadas, sus crucifijos!
¡0h, maldigan los cielos la torpe raza
que envía sus guerreros y capitanes
a robar vuestros templos y a daros caza
como a tribus de tigres y de caimanes!
¡Despierta Oriente augusto! ¡tus templos cierra!
¡Europa tu enemiga su furia explaya
y suenan sus clamores de triunfo y guerra
en las cumbres de nieve del Himalaya!
¡Despertad de sus éxtasis a los brahmanes,
a los viejos brahmanes ya semimuertos;
…
¡A esos viejos mogoles, de faz oscura
que ciñen a su pechos rojizas pieles,
a esos feroces tártaros de la llanura
que cruzan como flechas en sus corceles!
¡Despertad en sus tumbas a los guerreros
a esa casta de Alíes y Tamerlanes,
que abaten más cabezas con sus aceros
que selvas y navíos los huracanes!
¡Llamad al poderoso Shiva, que habita
en los verdes boscajes que el Indo baña;
despertad en la tumba, donde dormita,
al tenebroso Viejo de la Montaña!
¡Despierta Oriente augusto, tierra de gloria,
que tu canto de guerra tremole y vibre,
quiero verte abrazado con la victoria,
soberbio, independiente, triunfante y libre!
Frases
El aburrimiento es la suprema expresión de la indiferencia.
Las cosas pierden al ser poseídas todo el valor que tuvieron al ser deseadas, porque el deseo es un artista engañador y mentirosos.
Dentro de mí pugnaron siempre los extremos, la razón y la fantasía, la casa y el camino, el orden y el azar… Mi musa fue la exaltación, mi vida ha sido un despilfarro.