Os nenos de Europa

Estes nenos que xogan ó balón
Xunto ás mortas ruínas dunha casa
Bombardeada;
Alleos á convulsa paisaxe que os circunda,
Ignorantes do que pasou na guerra,
Son os nenos de Europa.

Estes nenos que xulgan, con ledicia,
A perfección do branco trasatlántico
Que aparece no porto,
Porque non saben o que significan
Certas palabras
Como lonxe, decenios ou periplos,
Son os nenos de Europa.

Estes nenos que amosan
As cifras tatuadas nos seus brazos;
Viúvos para sempre da tristura
Porque eles xa cruzaron a fronteira
Das terras habitadas soamente
Polos desesperados, e volveron
Nos lentos trens,
Son os nenos de Europa.

Estes nenos que xogan
Ás escondidas,
Entre as tumbas sen nomes
Dun frío camposanto suburbial
E, cando cae a noite,
Regresan fatigados ás súas casas
E despois se acubillan nun cuarto de madeira
E non queren manchar
A almofada de lágrimas, tamén
Son os nenos de Europa.

Ningún outro país puideron darnos.
Ningún máis verdadeiro
Nin menos doloroso recibimos:

Durmimos e soñamos
Sobre a mesma almofada que eles foron tecendo
Con ese fío escuro dos seus soños.

Tódalas noites
Conciliamos o sono
Sobre o tremor do mundo,
Sobre vellos temores aceptados.

Somos os fillos raros deses nenos.

 

De Mínima Moralidade, 1997

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Los niños de Europa

Estos niños que juegan al balón
Al pie de las ruinas de una casa
Bombardeada,
Ajenos al convulso paisaje que los cerca,
No sabiendo lo que pasó en la guerra,
Son los niños de Europa.

Estos niños que juzgan, divertidos,
La perfección del blanco trasatlántico
Que aparece en el puerto,
Porque no saben lo que significan
Ciertas palabras
Como lejos, decenios o periplos,
Son los niños de Europa.

Estos niños que muestran
unas cifras tatuadas en sus brazos,
De la tristeza viudos para siempre,
Pues ellos ya cruzaron la frontera
De las tierras pobladas solamente
Por los desesperados, y volvieron
En lentos trenes,
Son los niños de Europa.

Estos niños que juegan
A escondidas
Entre tumbas sin nombres
De un frío cementerio suburbial
Y, cuando cae la noche,
Regresan fatigados a sus casas
Y se acogen después a un cuarto de madera
Y no quieren manchar
La almohada de lágrimas, también
Son los niños de Europa.

Ningún otro país pudieron darnos.
Ninguno más auténtico
Ni menos doloroso recibimos:

Dormimos y soñamos
En la misma almohada que ellos fueron tejiendo
Con el oscuro hilo de sus sueños.

Todas las noches
Conciliamos el sueño
Sobre el temblor del mundo,
Sobre viejos temores aceptados.

Somos los hijos raros de esos niños.

 

Traducción de Xavier R. Baixeras.

Cabaret modernista En los cafés, oasis de inutilidades ruidosas Pessoa -Alvaro de Campos La ciudad proyectaba esta tragedia al inicio del otoño con el paisaje de los cafés soñolientos recién llegada la noche en las almas despobladas. Eran todos los mismos personajes de novela en otra hora muerta pero un poco románticos y viejos. Conformaba el acto y la parábola aquella singladura de cualquier extranjero que nombrara los días en los que fuimos islas cercadas por la fiebre del otoño. Solitarios ojos de dama que alguien recordaba tristes o azules en enero eran ahora un río perdido. La diletancia cercaba semejante metamorfosis. En lo más profundo de los vasos la evocación al mito en la otra orilla de la noche que se abría por caminos de gárgolas. Los pasos dejaban una estela de carcajadas. Y el arte de magia de aquel telón que nunca cae dejaba embelesado a tan glorioso público. Así se deslizaba el tiempo en calendarios con lámina de algún impresionista francés donde medir los días que caían como lluvia incesante en sus grises corazones.   De «As ciudades de nada, 1983
El enemigo Cuando estés un poco malogrado O te importune ese personaje Que la derrota, muy sutil urdiera, Puede hacer asomar en tu rostro, No arrojes tu sueño como un anillo al río, Sobre aquello que amas no puedas renunciar. Cuando estés un poco malherido, Quizás también oscuro, puede que un tanto harto Y, al procurar verso, no encuentres La música apropiada, lo que te exige el canto, Recuerda que algún día fuiste dueño, Que guardar silencio puede ser causa grande. Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza De ese ser que los procura, y anda errante en la casa Como un barco impaciente que abandonó el mar, Nunca pierdas el rastro de las estrellas Fugitivas, y nunca te abandones Al gesto vano, a lo falso o a la mentira. Cuando quieras vivir Por un país que esté más al norte, Más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos A los que desciende el cielo con toda la claridad, Y lejos de estos hombres que no quieren Saber lo que tú mucho querrías, Piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige Valiente y traicionada hacia el mar; Y que debes salvarla, dándole otros caminos. Es así que en esta hora te sucede Que estás un poco triste, malherido, Un tanto malogrado y sabes letras De esas torpes canciones del desencanto, Mi viejo capitán de las bajas horas, Olvídate de mí, pero no olvides Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos, Deja que suene la música. Y que pase otra vez.   De Adeus Norte, 1991
Ramiro Fonte, poeta, Puentedeume, 1957-2008
La rosa Esa flor que posabas En el vértice agudo de tus días Que eran también los míos -si me lo concedes- y era un peligro audaz, un tanto dulce, Dejarla allí, invocarla A través de la canción de los solitarios O de las grandes derrotas; esa flor Por ti acostada En la trémula frontera que tu pecho Hace con lo terrible, con lo que queda lejos, Con lo que cae allende nuestros sueños, Se mustió durante cien albas bien frías; De su ceniza brotó la única rosa. Y era aquel tiempo triste, ciertamente. Llovía mucho en torpes calendarios, En los días jueves, en los abrigos lentos; En las pálidas semanas de un amor, Y nosotros, los fugitivos De todos los deseos, Manchábamos los colores de los retratos Con gestos esquivos, con miradas Codiciosas de la insegura partida, Y era aquel tiempo grande porque teníamos rosas. A veces nos sorprendemos Persiguiendo los recuerdos como tal vez procura Un marinero ciego con sus ojos El engaño de una luz que viene del mar, Y volvemos allí para caer de nuevo, Para dejar partir esos expresos Que desgarran el amanecer porque desean Otras ciudades puras, algún lugar sin nombre; Para darle a esa noche que no nos lo merece La moneda de oro restregada Por la rara amistad que provocan los versos. No debemos dejar que el viento de la impiedad Derroque una atalaya de inocencia O que no queme el vuelo un ángel negro Derramado en las almas. Porque estamos seguros De que para ahogar de nuevo la mocedad Precisamos manos limpias y agua clara, Y saber que arrasamos un jardín Y alguna primavera, que perdimos Quizás alguna vida Para volver a la vida y encontrarnos, Pero no los recuerdos ni la rosa.   De Adeus Norte, 1991
Plaza del mundo Tantas veces canté tu profundo Vacío de teatro, Que hace del hombre gárgola indefensa En la turbia plenitud de las auroras Pero no dije dónde. Fui estancado río y llegué junto a ti; Fui feliz en las estaciones de la flor Y buscaba tus noches. Sabedor me sé de cierta inclinación Que tengo hacia los largos ecos; Ya cualquier campana recuerda la medida De alguna berenguela que no hizo El póstumo poema. Ahora que ya tienes la longitud De un sueño Y podemos, a tientas, proseguir Viejos andares que van a morir al día, Cómo voy a evocarte por vez primera! Donde quise encuentros Me espera un abrazo nunca dado.   De Pensar no tempestade, 1986
Promesa Quizá fuesen mejores Nuestros corazones cuando eran frágiles Y algún golpe de mar, o la noche de julio Pudieran abrirles las calladas heridas Que ahora, y para siempre, llamaremos nostalgias. Quizá fuesen mejores cuando eran Cual regatos ligeros o lluviosas tardes Que mojaban la infancia y partían Un dominio común; un valle abierto, Inmensos arenales, aquel balcón Detenido en la presencia de pulidos geranios. No eligieron barcos para partir lejos; Ni la brisa liviana de un verano Para que los apagase, con su fuego insumiso. Semejantes a los hombres, desearon A los árboles antiguos de esta tierra.   De Pasa un segredo, 1988
Rito menor Incendiar los orígenes como se queman labios Y rechazar la máscara que el día nos prepara, He ahí la forma secreta de pasar por otoño Sin perder la ebriedad de los culpados jardines. Que nunca aquellos ojos a los que dimos El reposo de las aves solitarias, La lejanía clara de los ponientes Se claven en los espejos de la tarde. Como fuegos perdidos Que buscasen al hombre, Su cuerpo sin lluvias atravesando abril Viven en los libros rotos de las fronteras. Quién destejió banderas en el hastío De las playas siendo agosto Y contempló el mar sin escuchar el canto Del marino apresado por las lunas del sur, Maldito sea!, Y en la hora futura de las amapolas, En el alto mástil de las noches en nuestros corazones, Sea maldito, Y toda esa estación a la que pueda darse, Y todos sus puertos.   De Designium, 1984
Segundo largo adiós para un joven marino Sirtes, Sirtes, Buscadme propicias Peñas donde naufragar. Yo sigo vuestro engaño, El mismo de las olas que en este azul de la noche temprana Pronto parece víspera De una partida al sur. Pero dejadme Contemplar esta tarde, sus restos en la arena, Pues tanto huele a islas de verano por las corrientes Mojadas. Permitidme Permanecer todavía a la orilla de noviembre, Que es tan hermoso y triste a la misma hora Quedar solo en lo lejano de los muelles. Vosotros habláis vocabularios de jóvenes marineros Que a la decisión de las olas entregaron los pechos. Decidme también en la bajamar más profunda.   De Designium, 1984
¿También escoges abril? Todo oropel de Abril es triste causa Y luz que en las estancias deshace las telas del invierno -Eso lo hace algo suave-, Tiene flores terribles, Duran lo que dura el deseo Y la palidez de las altas madrugadas en las vidrieras del día. Es estanque donde reflejo los párpados del adiós, Agua estancada y verde que asume un rostro ciego, Sombra maldita de tejos. Sus tormentas baten en el recuerdo, Y mojan y lastiman e interrogan El perfecto dominio de la memoria, Porque, propicios, quieren Los corazones del hombre Acercarse a las más profundas alamedas, Ir a la búsqueda de las extensiones del mar con su mirar azul, Ver bajar los navíos, ansiosos de sur, Hacia las islas invictas. Algún día dijimos viene Abril Y era una clara alegría como las alas de las palomas; Los lugares del ser victoriosos y ciertos. Entonces se hizo el augurio en los últimos jardines Invadidos de mar, que atravesamos; Desandamos pisadas y eran nuestros los rumbos, Su agrio misterio. Pido sosiego a la tarde, aposento de marzo, Mes que viola alguno de sus olvidos, Por escoger Abril, siempre invocado, Por medir la memoria de los relojes de arena, tan inútil! La música del tiempo en la exultante estación Por sentarme a la orilla de su río secreto. Esta es la vana jaula de un pájaro herido.   De Pensar na tempestade, 1986
Tierra Diles que te quería, Lo sabía el cerezo que da flor en abril Y el torsión que llega a nuestras playas Con su leyenda efímera de rumbos. Pero núnca comprendí ese rencor Que oprime el corazón de tus gentes; Que ofrece hiel cuando se pide agua, Ácido pan cuando una voz se pide. Díles que te quería. Muchas veces en sueños Paseo por esos lugares donde creció un día La inmemorial nostalgia de los inviernos Como crecen los niños con la caída de los meses. Lentamente me di al mundo, inútilmente, Con la propensión al desamparo que tenemos las personas A las costumbres del olvido. Pero díles Que te quería, madre, que te quería.   De Pasa un segredo, 1988
Viajero En este lugar extraño Penó doce lunas. Tres riachuelos partieron. Uno se fue hacia el otoño, El otro besó los arenales del verano y las quillas vencidas, El tercero dos ciudades Y un jardín -El que llamamos Sur-. Pero ninguno fue secreto manantial Donde bebe la aurora y calma tu sed Aquel dolor de escalas partiendo a ningún lugar No pudieron borrarlo De las íntimas bahías en las que fue tan feliz. Por el tiempo de las lluvias Regresó a los edificios Que bajan hacia el mar cuando diciembre, Con una llaga de playas y en su corazón (Colmado hasta las orillas de cúpulas y viento) No había tristeza. Con la moneda del canto pagó bien sus deudas, Quisiera ser nadie en las páginas que el Tiempo Repasa como las luces de la estación más amada. Escuchó a los oráculos y no quiso seguirlos. Es dura la soledad a la orilla de algún puerto mientras esperamos Y el resplandor deshace las telas de la alta noche.   De Designium, 1984
Unha parella de namorados Muller non para amar, mais para a morte; Palidamente enfermos, desta luz de novembro, recibida Á beira da lagoa, que é fermosa No declinar da tarde. Non para o amor, muller, para este rito Amargue e ledo a un tempo, ceremonia De bebermos do Hades, ámbolos dous soñando. Eu son Von Kleist, poeta que dirán Romántico e prusiano. E tamén que eran os meus adaxios de Berlín, Non houbo ser outro que ousara estar comigo E certa será ela como a sombra das faias. Non para dar desposta O clamor do degaro estamos xuntos; Xa non para sentímo-la sustancia do inverno Nos nosos corazóns. E nin sequera, acaso, para outorgar tristura.   De Pensar na tempestade, 1986
Ramiro Fonte, poeta, Puentedeume, 1957-2008
Perséguenos a máscara baleira O símbolo, columna que se ergue Como de nós ó deus, ó seu dominio Quen nos refai no espello vai negando Cidades ou xardíns, praias ou azas. Nós conquerimos sedes ou esteiros, Algún lugar incerto na memoria No que a chorar estamos longamente, Facedores de lumes, condeados A poñer nome ás cousas e deixalas Neutros ríos do tempo máis inmensas. Xa sabedor de illas tan feridas Ó recibi-los ventos na fronteira Has te-la fronte clara, os ollos grandes.   De As cidades da nada
Vita nuova -páxina de diario- Deixar que o solpor morra co seu ritmo de imposible navío ou de rapaza e descifre o remate da novela. Beber na noite os seus licores lenes e brindar cos amigos nesa copa escura que nos ata á mesma causa. Escribir algún verso que a fortuna me dicte e nalguna hora acaso como esta, mollada na lembranza, perseguir sen pintalos nos lenzos, certos corpos amados.   De As cidades da nada
Orfeo no metro Esa que ves aí, na plataforma Dunha das estacións da liña verde (Abrigo azul, curta melena loira), Que atopas por azar na infinda rede; Esa que ves aí (está de costas) E, en canto suba ó tren, sabes que a perdes, Esa muller que ves, chámase Eurídice, Prisioneira das sombras, ela vive. Se ti queres roubar a fermosura Desta muller, obter unha mirada (Tódalas miradas son intrusas; Nelas apostas sempre a todo ou nada) Has lembrar esa música das musas, Perseguirás por túneles á estraña, E así, neste momento, como Orfeo, Descendarás ó Tártaro sen medo. Donde la vida es un fantasma verde que nadie vio jamás.

Orfeo en el metro La que ves ahí, en la plataforma De una estación de la línea verde (Abrigo azul, corta melena rubia), Que encuentras por azar en la infinita red; Esa que ves ahí (está de espaldas) Y, en cuanto suba al tren, sabes que la pierdes, Esa mujer que ves, se llama Eurídice, Prisionera de sombras, ella vive. Si tú quieres robar la hermosura De esta mujer, lograr una mirada (Todas las miradas son intrusas; En ellas apuestas siempre a todo o nada) Recordarás la música de las musas, Seguirás por túneles a la extraña, Y así, en este momento, como Orfeo, Descenderás al Tártaro sin miedo.   Traducción de Hermes Salceda
Poética Con palabras gastadas por el uso Como esos viejos naipes de familias, Con las palabras del amor o de las charlas, Sentados de nuevo en la partida. Cazadores en viejas ediciones, Rebuscamos tesoros, melodías, Para ser antiguos y modernos, Para no traicionar la poesía. Ni la piedra del triste, ni la piedra Hermosa de algún verso modernista, Ni parises ni íntimas ciudades Excluímos de tal cartografía. Nos volvemos mentores de poetas Que enfermaron por la melancolía, Amamos a los serenos, que sanaron En hospitales de lunas enemigas. Sabemos que la verdad literaria Vive de ilusiones y sanas mentiras; Por el sol de Baudelaire, bien que nos pese, Satélites, planetas, todos giran. Si somos extranjeros en esta tierra, Es por los corazones cosmopolitas, Llevamos las raíces enredadas, Y atan el corazón a nuestra vida. Algo inadaptados, partidarios Sin reserva de justas rebeldías, Aún hivernando en las torres de marfil, Seguimos disconformes con la injusticia. Porque todo está escrito, pero todo Puede alcanzar de nuevo ese preciso Cauce en el que navega el pensamiento, Con música pensada y bien sentida. La flor más vieja puede ser la nueva; La estatua del futuro, la más antigua. Y ha de estar en la nostalgia en esas luces De la próxima mañana, ya intuida. Se trata de hacer juegos con arte, Poner sobre la mesa, en la partida Sin engaños, ni trampas, esa carta Clara que lleva escrita nuestra vida.
Una fotografía Deshoja el calendario un año de los sesenta, Cuando sucede la escena sencilla, familiar: La mesa recogida, al acabar de yantar, Y el blanco del mantel que espejea una luz lenta. Estamos todos juntos, dispuestos a hablar De las cosas que se pierden: la muerte violenta En la carretera de un niño, la hermana comenta. En la tregua silenciosa casi se oye el mar. Ese denso silencio anticipa la sorpresa: De un volumen de cuero que aparece en la mesa El padre lee a Rosalía, como dando la lección La pena del emigrante que llora en la canción, Escucho embelesado, la mirada encendida, Sin saber que lo que encuentro es mi vocación.
My favorite things Unha longa conversa cun amigo, Rememorando feitos do pasado, Unha ponte que leva ó seu destino A un neno solitario; Un cine e os seus bicos clandestinos, Nunha tarde de inverno, no extrarradio Desa cidade que salvei do olvido Despois de moitos anos; A noite aventureira, os días festivos Que a dolor consagrou nos calendarios Porque sei que tamén veñen comigo, Que eles son verdadeiros aliados; Unha loira de luxo que persigo E da que me namoro coma un parvo Nun minuto que sempre leva escrito O signo do fracaso; A inocencia de Mozart coma un río Rebuldeiro, cos tempos gobernados, Os versos dos poetas que cumpriron O seu destino tráxico; Curros e Rosalía, os dous unidos (É por eles que nós perseveramos, Xuntando unha emoción ós claros ritmos Na verba temesiña dos paisanos); Ella Fitzgerald, Faulkner, Os Padriños, A ollada de John Ford neses Centauros Do deserto, que buscan nos camiños A vinganza, Machado, Baudelaire, o reloxo dos suízos Na conversa da nora, no dramático Tempo desas posguerras que dá frío Agora, ó recordalo; A estrela máis distante, que eu arrinco Dos ceos imposibles dos románticos, O caiuco sen nome, que un abrigo Procura, confiado, no peirao; O espello de Manet, os altos cimos De Caspar Friedrich, eses lonxes vagos, As ribeiras con místicos navíos, Un branco transatlántico; A saudade que arrastran os mariños De porto en porto, os cadros de naufraxios, As promesas, un neno pensativo, A habanera nos labios Nas ceas que reúnen ós amigos, Cando todo pasou hai vinte anos, As boas novelas, ese vello libro Cun pétalo amarelo alí gardado; A ría de Ares, unha rúa de Vigo Na que subo ó tranvía do pasado, Iso que Shakespeare puxo por escrito Da vida, no escenario; A pedra negra, o paxaro estorniño Na ponliña dun verso, solitario, O mar que chega á rocha dos proscritos, As lanternas dos faros, As arias de Puccini, o longo fío Do azar, as fotos murchas, os enganos, As mentiras piadosas, os sorrisos, Os aneis dos planetas afastados; As cartas de perdón, os manuscritos, Telegramas azuis, os versos brancos, Os bigotes de Zappa, o gran prestixio Da lúa, catro fados, A liberdade nos anos furtivos, A baralla de póquer, os oráculos, Pétalos de camelias nun espido Xardín, alí ciscados, E ese mesmo xardín coa luz do estío Na roseira, moon river, un relanzo Do río Eume, sombras nos camiños Das cerdeiras, dos bidos, dos carballos; As Kim Novaks do Vértigo de Hitchcock, Rita Hayworth de loira, o mes de marzo, O altosaxofón, o anel perdido, Os telóns dos teatros, O polo Sur, saber que estou contigo Nun pub en Battersea, seguindo o rastro Da boneca nas augas, os exilios Dos liberais de antano; O Grial, a ilusión neste partido Dos poetas modernos e dos clásicos Que resisten o frío Dos séculos escuros, moitos tangos; A praza da Quintana, un aloumiño, As troskistas, a lúa dun armario, O pasamán aquel ó que me arrimo, Por seguir os meus pasos; A escaleira de Odessa, ese destino Daquel neno na ponte, un centenario Café, no que converso cun amigo (Aquí nos atopamos) Longamente das cousas que eu escibo, Por non falar de ti, que es o meu fado.

  My favorite things Una larga charla con un amigo, Rememorando hechos del pasado, Un puente que lleva a su destino A un niño solitario; Un cine y sus besos clandestinos, Una tarde de invierno, en las afueras De esa ciudad que salvé del olvido Después de muchos años; La noche aventurera, los días festivos Que el dolor consagró en los calendarios Porque sé que también vienen conmigo, Que ellos son verdaderos aliados; Una rubia de lujo que persigo, De la que me enamoro como un tonto En un minuto que siempre lleva escrito El signo del fracaso; La inocencia de Mozart como un río Juguetón, con esos tiempos gobernados, Los versos de poetas que cumplieron Con su destino trágico; Curros y Rosalía, los dos unidos (Por ellos nosotros perseveramos, Juntando una emoción a los claros ritmos En las tímidas palabras de los paisanos); Ella Fitzgerald, Faulkner, Los Padrinos, La mirada de John Ford en los Centauros Del desierto, que buscan en los caminos La venganza, Machado; Baudelaire, el reloj de los suizos En la charla de la nuera, el dramático Tiempo de las posguerras que da frío Ahora, al recordarlo; La estrella más distante, que yo arranco De los cielos imposibles de los románticos, El cayuco sin nombre, que un abrigo Busca, confiado, en el muelle; El espejo de Manet, las altas cimas De Caspar Friedrich, esa lejanías vagas, Las riberas con místicos navíos, Un blanco transatlántico; La saudade que arrastran los marineros De puerto en puerto, los cuadros de naufragios, Las promesas, un niño pensativo, La habanera en los labios En cenas que reúnen a los amigos, Cuando todo pasó hace veinte años, Las buenas novelas, ese viejo libro Con un pétalo amarillo allí guardado; La ría de Ares, una la calle de Vigo Donde subo al tranvía del pasado, Eso que Shakespeare puso por escrito De la vida, en el escenario teatro; La piedra negra, el pájaro estornino En la rama de un verso, solitario, La mar que llega a la roca de los proscritos, Las luces de los faros, Las arias de Puccini, el largo hilo Del azar, las fotos mustias, los engaños, Las mentiras piadosas, las sonrisas, Los anillos de los planetas lejanos; Las cartas de perdón, los manuscritos, Telegramas azules, los versos blancos, Los bigotes de Zappa, el gran prestigio De la luna, cuatro fados, La libertad en los años furtivos, La baraja de póquer, los oráculos Pétalos de gardenias en un desnudo Jardín, allí esparcidos, Y ese mismo jardín con la luz del estío En el rosal, moon river, un remanso Del río Eume, sombras en los caminos De cerezos, de abedules, de robles; Las Kim Novaks del Vértigo de Hitchcock, Rita Hayworth de rubia, el mes de marzo, El saxofón alto, el anillo perdido, El telón del teatro, El polo Sur, saber que estoy contigo En un pub en Battersea, siguiendo el rastro De la muñeca en las aguas, los exilios De los liberales de antaño; El Grial, la ilusión en el partido De poetas modernos contra clásicos Que resisten el frío De siglos oscuros, muchos tangos; La plaza Da Quintana, una caricia, Las troskistas, la luna de un armario El pasamanos aquel al que me arrimo, Por seguir mis pasos; La escalera de Odessa, ese destino De aquel niño en el puente, un centenario Café en el que converso con un amigo (Aquí nos encontramos) Largamente de cosas que yo escribo, Por no hablar de ti, que eres mi fado.   Traducción de Hermes Salceda
Almas perdidas Eu son o solitario Que bebe no recanto deste bar E da loira mortal do calendario Namórome, que a vida é un soñar. Son ese mariñeiro Que vén contar en terra os malos pasos, E neste ambiguo ambiente busca abeiro, Con dignidade asume o seu fracaso. Podería ser el este poeta Que escolma nomes de tristes cargueiros Por ver se atopa o daquela goleta Pirata, o daquel buque baleeiro. Deus botou os seus dados sobre a mesa Do universo; a min deume a miña vida, A el deulle a vida esa: Todo é cuestión de azar nesta partida.

Almas perdidas Yo soy el solitario Que bebe en el rincón de este bar De la rubia mortal del calendario Me enamoro, que la vida es un soñar. Soy ese marinero Que viene a contar en tierra los malos pasos, Y en este ambiguo ambiente busca cobijo, Con dignidad asume su fracaso. Podría ser él este poeta Que recoge nombres de tristes cargueros Para ver si encuentra el de aquella goleta Pirata, el de aquel buque ballenero. Dios echó sus dados sobre la mesa Del universo; a mí me dio mi vida, A él le dio la vida esa: Todo es cuestión de azar en esta partida.   Traducción de Hermes Salceda
Piano bar Desde os recantos ve moito mellor o mundo, Por iso nos locais onde teñen piano, Brillan os instrumentos nos ángulos agudos Para que a pianista poida xulgar o mundo. Desde os recantos ve moito mellor o ambiente, E as máscaras que cobren o rostro dos fracasos, Poi iso a pianista toca desde un recanto Pezas que son coartadas para xulgar o ambiente. Desde os recantos caza misteriosas historias, Os tácitos desexos que un garda na memoria: Tódalas pianistas son verdadeiramente Cazadoras furtivas de historias misteriosas. E a pianista sabe que desexo a muller, Que, buscador da prata dunha melena loira, E duns ollos de gata, dos que tiña memoria, Eu entrei no local perseguindo a muller; Que, estratego, escollín este lugar na barra, Que se pedín un whisky foi para vela ben, Traidora a case todos nunha soa mirada Que cruza, río secreto, e morre nesta barra. Sospeita que os espellos son lagos traizoeiros, Que acaban aboiando sobre as augas paradas Os devezos pactados e rotos, sen palabras, Que eu son ese afogado nun lago traizoeiro. Mais, se cadra, ela ignora que somos os poetas Detectives urbanos que pescudan nas vidas, Curmáns de Baudelaire, destas descoñecidas, Que chegamos a amalas porque somos poetas. Seres da multitude, nós amamos a tódalas Que escriben, coa mirada, unha novela negra: Sobre ilícitas músicas, nós poñemos a letra E, ó lermos a novela, esquecemos a todas. Un estraño instrumento chamado corazón Que soe ter as cordas algo desafinadas, Pode aquelarlle ritmo á clandestina ollada Coa que a muller me entrega, escuro, o corazón. A pianista pensa que o final desta historia É un verso de bolero, entre inxenuo e fatal, Por iso busca as notas que cortan, melancólicas, O fío das historias sen final.

Piano bar Desde los rincones ve mucho mejor el mundo, Por eso en los locales donde tienen piano, Brillan los instrumentos en los ángulos agudos Para que la pianista pueda juzgar el mundo. Desde los rincones ve mucho mejor el ambiente, Las máscaras que cubren el rostro de los fracasos, Por eso la pianista toca desde un rincón Piezas que son coartadas para juzgar el ambiente. Desde los rincones caza misteriosas historias, Tácitos deseos que uno guarda en la memoria: Todas las pianistas son verdaderamente Cazadoras furtivas de historias misteriosas. Y la pianista sabe que deseo a la mujer, Que, buscador de la plata de una melena rubia, Y unos ojos de gata, de los que tenía memoria, Yo entré en el local buscando a la mujer; Que, estratega, escogí este lugar en la barra, Que si pedí un whisky fue para verla bien, A casi todos vende solo con la mirada Que cruza, río secreto, y muere en la barra. Sospecha que los espejos son lagos traicioneros, Que acaban flotando sobre las aguas paradas Los anhelos pactados y ya rotos, sin palabras, Que soy ese ahogado en un lago traicionero. Pero, quizás ella ignore que somos los poetas Detectives urbanos que buscan en las vidas, Primos de Baudelaire, de estas desconocidas, Que llegamos a amarlas porque somos poetas. Seres de la multitud, amamos a todas las Que escriben, con la mirada, una novela negra: Sobre ilícitas músicas, ponemos una letra Y, al leer la novela, nos olvidamos de todas. Un extraño instrumento llamado corazón Que suele tener las cuerdas algo desafinadas, Puede darle ritmo a la clandestina mirada Con la que la mujer me entrega, oscuro, el corazón. La pianista piensa que el final de esta historia Es un verso de bolero, entre ingenuo y fatal, Por eso busca las notas que cortan, melancólicas, El hilo de las historias sin final.   Traducción de Hermes Salceda
A cidade A cidade que queres contigo terá un porto Polo que xa pasaron, hai anos, os bos tempos, Con grúas xigantescas e volumes de proas: Vestixios da súa entrada comercial neste século. A cidade que queres terá luces diversas, Algún doce edificio modernista de antano, Vagóns-mercadorías cansos en vías mortas; Perdidos, no seu centro, mortos xardíns de indianos. A cidade que queres terá moi pouca historia, Pola mariñeiría será un aquel malvada E algo sentimental, coma eses mariñeiros Que tentan, tabernarios, as cancións da nostalxia. Para o teu corazón terá rúas perdidas Polas doces aforas, a onde ir solitario, Praias de branca area, leitos de argazos, cunchas Debaixo desta rúa pola que andan os pasos. Coma un libro que non chegamos a acabar, Xa non conseguirás lerlle tódalas páxinas, Pero é fermoso o feito de así descoñecela, Decatarte que nunca has pisar certa praza. A cidade que queres, así unha flor amable Esfollará os seus días igual que murchos pétalos: Algúns serán de vida, outros virán de morte, Uns mancharán de luz, e outros de tebra, negros. A cidade que queres ten unha casa fiel Preto do mar, se cadra abrigada dos ventos, Con gaivotas que a envolven anunciando borrasca, E na casa hai un cuarto no que acabas uns versos: Se puidesen pisar, certeiros, os seus ámbitos, Se levasen o ritmo dos teus andares lentos. Algunha tarde triste, co seu buque de sombras, Nela vai atracar o capitán Inverno.

  La ciudad La ciudad que quieres contigo tendrá un puerto Por el que ya pasarón, hace años, los buenos tiempos, Con grúas gigantescas y volúmenes de proas: Vestigios de su entrada comercial en este siglo. La ciudad que quieres tendrá luces diversas, Algún dulce edificio modernista de antaño, Vagones-mercancía rendidos en vías muertas; Perdidos, en su centro, muertos jardines de indianos. La ciudad que quieres tendrá muy poca historia, Por la marinería será un punto malvada Y algo sentimental, como esos marineros Que intentan, tabernarios, las canciones de la nostalgia. Para tu corazón tendrá calles perdidas Por las dulces afueras, a donde ir solitario, Playas de blanca arena, lechos de algas, conchas Debajo de esta calle por la que andan los pasos. Como un libro que no llegamos a acabar, Ya no conseguirás leerle todas las páginas, Pero es hermoso el hecho de así desconocerla, Darte cuenta de que jamás pisarás cierta plaza. Esa ciudad que quieres, así una flor amable Deshojará sus días igual que mustios pétalos: Algunos serán de vida, otros vendrán de muerte, Unos mancharán de luz, y otros de tiniebla, negros. La ciudad que quieres tiene una casa fiel Cerca del mar, puede que abrigada de los vientos, Con gaviotas que la envuelven anunciando borrasca, En la casa hay un cuarto en el que acabas unos versos: Si pudiesen pisar, certeros, en sus ámbitos, Si llevasen el ritmo de tus andares lentos. Alguna tarde triste, con su buque de sombras, En ella va atracar el capitán Invierno.   Traducción de Hermes Salceda
Ramiro Fonte, poeta, Puentedeume, 1957-2008