Estes nenos que xogan ó balón Xunto ás mortas ruínas dunha casa Bombardeada; Alleos á convulsa paisaxe que os circunda, Ignorantes do que pasou na guerra, Son os nenos de Europa.
Estes nenos que xulgan, con ledicia, A perfección do branco trasatlántico Que aparece no porto, Porque non saben o que significan Certas palabras Como lonxe, decenios ou periplos, Son os nenos de Europa.
Estes nenos que amosan As cifras tatuadas nos seus brazos; Viúvos para sempre da tristura Porque eles xa cruzaron a fronteira Das terras habitadas soamente Polos desesperados, e volveron Nos lentos trens, Son os nenos de Europa.
Estes nenos que xogan Ás escondidas, Entre as tumbas sen nomes Dun frío camposanto suburbial E, cando cae a noite, Regresan fatigados ás súas casas E despois se acubillan nun cuarto de madeira E non queren manchar A almofada de lágrimas, tamén Son os nenos de Europa.
Ningún outro país puideron darnos. Ningún máis verdadeiro Nin menos doloroso recibimos:
Durmimos e soñamos Sobre a mesma almofada que eles foron tecendo Con ese fío escuro dos seus soños.
Tódalas noites Conciliamos o sono Sobre o tremor do mundo, Sobre vellos temores aceptados.
Somos os fillos raros deses nenos.
De Mínima Moralidade, 1997
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Los niños de Europa
Estos niños que juegan al balón Al pie de las ruinas de una casa Bombardeada, Ajenos al convulso paisaje que los cerca, No sabiendo lo que pasó en la guerra, Son los niños de Europa.
Estos niños que juzgan, divertidos, La perfección del blanco trasatlántico Que aparece en el puerto, Porque no saben lo que significan Ciertas palabras Como lejos, decenios o periplos, Son los niños de Europa.
Estos niños que muestran unas cifras tatuadas en sus brazos, De la tristeza viudos para siempre, Pues ellos ya cruzaron la frontera De las tierras pobladas solamente Por los desesperados, y volvieron En lentos trenes, Son los niños de Europa.
Estos niños que juegan A escondidas Entre tumbas sin nombres De un frío cementerio suburbial Y, cuando cae la noche, Regresan fatigados a sus casas Y se acogen después a un cuarto de madera Y no quieren manchar La almohada de lágrimas, también Son los niños de Europa.
Ningún otro país pudieron darnos. Ninguno más auténtico Ni menos doloroso recibimos:
Dormimos y soñamos En la misma almohada que ellos fueron tejiendo Con el oscuro hilo de sus sueños.
Todas las noches Conciliamos el sueño Sobre el temblor del mundo, Sobre viejos temores aceptados.
Somos los hijos raros de esos niños.
Traducción de Xavier R. Baixeras.
Cabaret modernista
En los cafés, oasis de inutilidades ruidosas
Pessoa -Alvaro de Campos
La ciudad proyectaba esta tragedia
al inicio del otoño con el paisaje
de los cafés soñolientos
recién llegada la noche
en las almas despobladas. Eran todos
los mismos personajes de novela
en otra hora muerta pero un poco
románticos y viejos.
Conformaba
el acto y la parábola
aquella singladura de cualquier extranjero
que nombrara los días en los que fuimos
islas cercadas por la fiebre del otoño.
Solitarios ojos de dama
que alguien recordaba tristes o azules en enero
eran ahora un río perdido.
La diletancia
cercaba semejante metamorfosis.
En lo más profundo de los vasos la evocación al mito
en la otra orilla de la noche que se abría
por caminos de gárgolas.
Los pasos
dejaban una estela de carcajadas.
Y el arte de magia de aquel telón
que nunca cae dejaba embelesado
a tan glorioso público.
Así se deslizaba el tiempo en calendarios
con lámina de algún impresionista francés
donde medir los días que caían
como lluvia incesante
en sus grises corazones.
De «As ciudades de nada, 1983
El enemigo
Cuando estés un poco malogrado
O te importune ese personaje
Que la derrota, muy sutil urdiera,
Puede hacer asomar en tu rostro,
No arrojes tu sueño como un anillo al río,
Sobre aquello que amas no puedas renunciar.
Cuando estés un poco malherido,
Quizás también oscuro, puede que un tanto harto
Y, al procurar verso, no encuentres
La música apropiada, lo que te exige el canto,
Recuerda que algún día fuiste dueño,
Que guardar silencio puede ser causa grande.
Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza
De ese ser que los procura, y anda errante en la casa
Como un barco impaciente que abandonó el mar,
Nunca pierdas el rastro de las estrellas
Fugitivas, y nunca te abandones
Al gesto vano, a lo falso o a la mentira.
Cuando quieras vivir
Por un país que esté más al norte,
Más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos
A los que desciende el cielo con toda la claridad,
Y lejos de estos hombres que no quieren
Saber lo que tú mucho querrías,
Piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige
Valiente y traicionada hacia el mar;
Y que debes salvarla, dándole otros caminos.
Es así que en esta hora te sucede
Que estás un poco triste, malherido,
Un tanto malogrado y sabes letras
De esas torpes canciones del desencanto,
Mi viejo capitán de las bajas horas,
Olvídate de mí, pero no olvides
Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música. Y que pase otra vez.
De Adeus Norte, 1991
La rosa
Esa flor que posabas
En el vértice agudo de tus días
Que eran también los míos -si me lo concedes-
y era un peligro audaz, un tanto dulce,
Dejarla allí, invocarla
A través de la canción de los solitarios
O de las grandes derrotas; esa flor
Por ti acostada
En la trémula frontera que tu pecho
Hace con lo terrible, con lo que queda lejos,
Con lo que cae allende nuestros sueños,
Se mustió durante cien albas bien frías;
De su ceniza brotó la única rosa.
Y era aquel tiempo triste, ciertamente.
Llovía mucho en torpes calendarios,
En los días jueves, en los abrigos lentos;
En las pálidas semanas de un amor,
Y nosotros, los fugitivos
De todos los deseos,
Manchábamos los colores de los retratos
Con gestos esquivos, con miradas
Codiciosas de la insegura partida,
Y era aquel tiempo grande porque teníamos rosas.
A veces nos sorprendemos
Persiguiendo los recuerdos como tal vez procura
Un marinero ciego con sus ojos
El engaño de una luz que viene del mar,
Y volvemos allí para caer de nuevo,
Para dejar partir esos expresos
Que desgarran el amanecer porque desean
Otras ciudades puras, algún lugar sin nombre;
Para darle a esa noche que no nos lo merece
La moneda de oro restregada
Por la rara amistad que provocan los versos.
No debemos dejar que el viento de la impiedad
Derroque una atalaya de inocencia
O que no queme el vuelo un ángel negro
Derramado en las almas.
Porque estamos seguros
De que para ahogar de nuevo la mocedad
Precisamos manos limpias y agua clara,
Y saber que arrasamos un jardín
Y alguna primavera, que perdimos
Quizás alguna vida
Para volver a la vida y encontrarnos,
Pero no los recuerdos ni la rosa.
De Adeus Norte, 1991
Plaza del mundo
Tantas veces canté tu profundo
Vacío de teatro,
Que hace del hombre gárgola indefensa
En la turbia plenitud de las auroras
Pero no dije dónde.
Fui estancado río y llegué junto a ti;
Fui feliz en las estaciones de la flor
Y buscaba tus noches.
Sabedor me sé de cierta inclinación
Que tengo hacia los largos ecos;
Ya cualquier campana recuerda la medida
De alguna berenguela que no hizo
El póstumo poema.
Ahora que ya tienes la longitud
De un sueño
Y podemos, a tientas, proseguir
Viejos andares que van a morir al día,
Cómo voy a evocarte por vez primera!
Donde quise encuentros
Me espera un abrazo nunca dado.
De Pensar no tempestade, 1986
Promesa
Quizá fuesen mejores
Nuestros corazones cuando eran frágiles
Y algún golpe de mar, o la noche de julio
Pudieran abrirles las calladas heridas
Que ahora, y para siempre, llamaremos nostalgias.
Quizá fuesen mejores cuando eran
Cual regatos ligeros o lluviosas tardes
Que mojaban la infancia y partían
Un dominio común; un valle abierto,
Inmensos arenales, aquel balcón
Detenido en la presencia de pulidos geranios.
No eligieron barcos para partir lejos;
Ni la brisa liviana de un verano
Para que los apagase, con su fuego insumiso.
Semejantes a los hombres, desearon
A los árboles antiguos de esta tierra.
De Pasa un segredo, 1988
Rito menor
Incendiar los orígenes como se queman labios
Y rechazar la máscara que el día nos prepara,
He ahí la forma secreta de pasar por otoño
Sin perder la ebriedad de los culpados jardines.
Que nunca aquellos ojos a los que dimos
El reposo de las aves solitarias,
La lejanía clara de los ponientes
Se claven en los espejos de la tarde.
Como fuegos perdidos
Que buscasen al hombre,
Su cuerpo sin lluvias atravesando abril
Viven en los libros rotos de las fronteras.
Quién destejió banderas en el hastío
De las playas siendo agosto
Y contempló el mar sin escuchar el canto
Del marino apresado por las lunas del sur,
Maldito sea!,
Y en la hora futura de las amapolas,
En el alto mástil de las noches en nuestros corazones,
Sea maldito,
Y toda esa estación a la que pueda darse,
Y todos sus puertos.
De Designium, 1984
Segundo largo adiós para un joven marino
Sirtes, Sirtes,
Buscadme propicias
Peñas donde naufragar. Yo sigo vuestro engaño,
El mismo de las olas que en este azul de la noche temprana
Pronto parece víspera
De una partida al sur. Pero dejadme
Contemplar esta tarde, sus restos en la arena,
Pues tanto huele a islas de verano por las corrientes
Mojadas. Permitidme
Permanecer todavía a la orilla de noviembre,
Que es tan hermoso y triste a la misma hora
Quedar solo en lo lejano de los muelles.
Vosotros habláis vocabularios de jóvenes marineros
Que a la decisión de las olas entregaron los pechos.
Decidme también en la bajamar más profunda.
De Designium, 1984
¿También escoges abril?
Todo oropel de Abril es triste causa
Y luz que en las estancias deshace las telas del invierno
-Eso lo hace algo suave-,
Tiene flores terribles,
Duran lo que dura el deseo
Y la palidez de las altas madrugadas en las vidrieras del día.
Es estanque donde reflejo los párpados del adiós,
Agua estancada y verde que asume un rostro ciego,
Sombra maldita de tejos.
Sus tormentas baten en el recuerdo,
Y mojan y lastiman e interrogan
El perfecto dominio de la memoria,
Porque, propicios, quieren
Los corazones del hombre
Acercarse a las más profundas alamedas,
Ir a la búsqueda de las extensiones del mar con su mirar azul,
Ver bajar los navíos, ansiosos de sur,
Hacia las islas invictas.
Algún día dijimos viene Abril
Y era una clara alegría como las alas de las palomas;
Los lugares del ser victoriosos y ciertos.
Entonces se hizo el augurio en los últimos jardines
Invadidos de mar, que atravesamos;
Desandamos pisadas y eran nuestros los rumbos,
Su agrio misterio.
Pido sosiego a la tarde, aposento de marzo,
Mes que viola alguno de sus olvidos,
Por escoger Abril, siempre invocado,
Por medir la memoria de los relojes de arena, tan inútil!
La música del tiempo en la exultante estación
Por sentarme a la orilla de su río secreto.
Esta es la vana jaula de un pájaro herido.
De Pensar na tempestade, 1986
Tierra
Diles que te quería,
Lo sabía el cerezo que da flor en abril
Y el torsión que llega a nuestras playas
Con su leyenda efímera de rumbos.
Pero núnca comprendí ese rencor
Que oprime el corazón de tus gentes;
Que ofrece hiel cuando se pide agua,
Ácido pan cuando una voz se pide.
Díles que te quería.
Muchas veces en sueños
Paseo por esos lugares donde creció un día
La inmemorial nostalgia de los inviernos
Como crecen los niños con la caída de los meses.
Lentamente me di al mundo, inútilmente,
Con la propensión al desamparo que tenemos las personas
A las costumbres del olvido. Pero díles
Que te quería, madre, que te quería.
De Pasa un segredo, 1988
Viajero
En este lugar extraño
Penó doce lunas. Tres riachuelos partieron.
Uno se fue hacia el otoño,
El otro besó los arenales del verano y las quillas vencidas,
El tercero dos ciudades
Y un jardín
-El que llamamos Sur-.
Pero ninguno fue secreto manantial
Donde bebe la aurora y calma tu sed
Aquel dolor de escalas partiendo a ningún lugar
No pudieron borrarlo
De las íntimas bahías en las que fue tan feliz.
Por el tiempo de las lluvias
Regresó a los edificios
Que bajan hacia el mar cuando diciembre,
Con una llaga de playas y en su corazón
(Colmado hasta las orillas de cúpulas y viento)
No había tristeza.
Con la moneda del canto pagó bien sus deudas,
Quisiera ser nadie en las páginas que el Tiempo
Repasa como las luces de la estación más amada.
Escuchó a los oráculos y no quiso seguirlos.
Es dura la soledad a la orilla de algún puerto mientras esperamos
Y el resplandor deshace las telas de la alta noche.
De Designium, 1984
Unha parella de namorados
Muller non para amar, mais para a morte;
Palidamente enfermos, desta luz de novembro, recibida
Á beira da lagoa, que é fermosa
No declinar da tarde.
Non para o amor, muller, para este rito
Amargue e ledo a un tempo, ceremonia
De bebermos do Hades, ámbolos dous soñando.
Eu son Von Kleist, poeta que dirán
Romántico e prusiano.
E tamén que eran os meus adaxios de Berlín,
Non houbo ser outro que ousara estar comigo
E certa será ela como a sombra das faias.
Non para dar desposta
O clamor do degaro estamos xuntos;
Xa non para sentímo-la sustancia do inverno
Nos nosos corazóns.
E nin sequera, acaso, para outorgar tristura.
De Pensar na tempestade, 1986
Perséguenos a máscara baleira
O símbolo, columna que se ergue
Como de nós ó deus, ó seu dominio
Quen nos refai no espello vai negando
Cidades ou xardíns, praias ou azas.
Nós conquerimos sedes ou esteiros,
Algún lugar incerto na memoria
No que a chorar estamos longamente,
Facedores de lumes, condeados
A poñer nome ás cousas e deixalas
Neutros ríos do tempo máis inmensas.
Xa sabedor de illas tan feridas
Ó recibi-los ventos na fronteira
Has te-la fronte clara, os ollos grandes.
De As cidades da nada
Vita nuova
-páxina de diario-
Deixar que o solpor morra co seu ritmo
de imposible navío ou de rapaza
e descifre o remate da novela.
Beber na noite os seus licores lenes
e brindar cos amigos nesa copa
escura que nos ata á mesma causa.
Escribir algún verso que a fortuna me dicte
e nalguna hora acaso como esta,
mollada na lembranza, perseguir
sen pintalos nos lenzos,
certos corpos amados.
De As cidades da nada
Orfeo no metro
Esa que ves aí, na plataforma
Dunha das estacións da liña verde
(Abrigo azul, curta melena loira),
Que atopas por azar na infinda rede;
Esa que ves aí (está de costas)
E, en canto suba ó tren, sabes que a perdes,
Esa muller que ves, chámase Eurídice,
Prisioneira das sombras, ela vive.
Se ti queres roubar a fermosura
Desta muller, obter unha mirada
(Tódalas miradas son intrusas;
Nelas apostas sempre a todo ou nada)
Has lembrar esa música das musas,
Perseguirás por túneles á estraña,
E así, neste momento, como Orfeo,
Descendarás ó Tártaro sen medo.
Donde la vida es un fantasma verde
que nadie vio jamás.
♣
Orfeo en el metro
La que ves ahí, en la plataforma
De una estación de la línea verde
(Abrigo azul, corta melena rubia),
Que encuentras por azar en la infinita red;
Esa que ves ahí (está de espaldas)
Y, en cuanto suba al tren, sabes que la pierdes,
Esa mujer que ves, se llama Eurídice,
Prisionera de sombras, ella vive.
Si tú quieres robar la hermosura
De esta mujer, lograr una mirada
(Todas las miradas son intrusas;
En ellas apuestas siempre a todo o nada)
Recordarás la música de las musas,
Seguirás por túneles a la extraña,
Y así, en este momento, como Orfeo,
Descenderás al Tártaro sin miedo.
Traducción de Hermes Salceda
Poética
Con palabras gastadas por el uso
Como esos viejos naipes de familias,
Con las palabras del amor o de las charlas,
Sentados de nuevo en la partida.
Cazadores en viejas ediciones,
Rebuscamos tesoros, melodías,
Para ser antiguos y modernos,
Para no traicionar la poesía.
Ni la piedra del triste, ni la piedra
Hermosa de algún verso modernista,
Ni parises ni íntimas ciudades
Excluímos de tal cartografía.
Nos volvemos mentores de poetas
Que enfermaron por la melancolía,
Amamos a los serenos, que sanaron
En hospitales de lunas enemigas.
Sabemos que la verdad literaria
Vive de ilusiones y sanas mentiras;
Por el sol de Baudelaire, bien que nos pese,
Satélites, planetas, todos giran.
Si somos extranjeros en esta tierra,
Es por los corazones cosmopolitas,
Llevamos las raíces enredadas,
Y atan el corazón a nuestra vida.
Algo inadaptados, partidarios
Sin reserva de justas rebeldías,
Aún hivernando en las torres de marfil,
Seguimos disconformes con la injusticia.
Porque todo está escrito, pero todo
Puede alcanzar de nuevo ese preciso
Cauce en el que navega el pensamiento,
Con música pensada y bien sentida.
La flor más vieja puede ser la nueva;
La estatua del futuro, la más antigua.
Y ha de estar en la nostalgia en esas luces
De la próxima mañana, ya intuida.
Se trata de hacer juegos con arte,
Poner sobre la mesa, en la partida
Sin engaños, ni trampas, esa carta
Clara que lleva escrita nuestra vida.
Una fotografía
Deshoja el calendario un año de los sesenta,
Cuando sucede la escena sencilla, familiar:
La mesa recogida, al acabar de yantar,
Y el blanco del mantel que espejea una luz lenta.
Estamos todos juntos, dispuestos a hablar
De las cosas que se pierden: la muerte violenta
En la carretera de un niño, la hermana comenta.
En la tregua silenciosa casi se oye el mar.
Ese denso silencio anticipa la sorpresa:
De un volumen de cuero que aparece en la mesa
El padre lee a Rosalía, como dando la lección
La pena del emigrante que llora en la canción,
Escucho embelesado, la mirada encendida,
Sin saber que lo que encuentro es mi vocación.
My favorite things
Unha longa conversa cun amigo,
Rememorando feitos do pasado,
Unha ponte que leva ó seu destino
A un neno solitario;
Un cine e os seus bicos clandestinos,
Nunha tarde de inverno, no extrarradio
Desa cidade que salvei do olvido
Despois de moitos anos;
A noite aventureira, os días festivos
Que a dolor consagrou nos calendarios
Porque sei que tamén veñen comigo,
Que eles son verdadeiros aliados;
Unha loira de luxo que persigo
E da que me namoro coma un parvo
Nun minuto que sempre leva escrito
O signo do fracaso;
A inocencia de Mozart coma un río
Rebuldeiro, cos tempos gobernados,
Os versos dos poetas que cumpriron
O seu destino tráxico;
Curros e Rosalía, os dous unidos
(É por eles que nós perseveramos,
Xuntando unha emoción ós claros ritmos
Na verba temesiña dos paisanos);
Ella Fitzgerald, Faulkner, Os Padriños,
A ollada de John Ford neses Centauros
Do deserto, que buscan nos camiños
A vinganza, Machado,
Baudelaire, o reloxo dos suízos
Na conversa da nora, no dramático
Tempo desas posguerras que dá frío
Agora, ó recordalo;
A estrela máis distante, que eu arrinco
Dos ceos imposibles dos románticos,
O caiuco sen nome, que un abrigo
Procura, confiado, no peirao;
O espello de Manet, os altos cimos
De Caspar Friedrich, eses lonxes vagos,
As ribeiras con místicos navíos,
Un branco transatlántico;
A saudade que arrastran os mariños
De porto en porto, os cadros de naufraxios,
As promesas, un neno pensativo,
A habanera nos labios
Nas ceas que reúnen ós amigos,
Cando todo pasou hai vinte anos,
As boas novelas, ese vello libro
Cun pétalo amarelo alí gardado;
A ría de Ares, unha rúa de Vigo
Na que subo ó tranvía do pasado,
Iso que Shakespeare puxo por escrito
Da vida, no escenario;
A pedra negra, o paxaro estorniño
Na ponliña dun verso, solitario,
O mar que chega á rocha dos proscritos,
As lanternas dos faros,
As arias de Puccini, o longo fío
Do azar, as fotos murchas, os enganos,
As mentiras piadosas, os sorrisos,
Os aneis dos planetas afastados;
As cartas de perdón, os manuscritos,
Telegramas azuis, os versos brancos,
Os bigotes de Zappa, o gran prestixio
Da lúa, catro fados,
A liberdade nos anos furtivos,
A baralla de póquer, os oráculos,
Pétalos de camelias nun espido
Xardín, alí ciscados,
E ese mesmo xardín coa luz do estío
Na roseira, moon river, un relanzo
Do río Eume, sombras nos camiños
Das cerdeiras, dos bidos, dos carballos;
As Kim Novaks do Vértigo de Hitchcock,
Rita Hayworth de loira, o mes de marzo,
O altosaxofón, o anel perdido,
Os telóns dos teatros,
O polo Sur, saber que estou contigo
Nun pub en Battersea, seguindo o rastro
Da boneca nas augas, os exilios
Dos liberais de antano;
O Grial, a ilusión neste partido
Dos poetas modernos e dos clásicos
Que resisten o frío
Dos séculos escuros, moitos tangos;
A praza da Quintana, un aloumiño,
As troskistas, a lúa dun armario,
O pasamán aquel ó que me arrimo,
Por seguir os meus pasos;
A escaleira de Odessa, ese destino
Daquel neno na ponte, un centenario
Café, no que converso cun amigo
(Aquí nos atopamos)
Longamente das cousas que eu escibo,
Por non falar de ti, que es o meu fado.
♣
My favorite things
Una larga charla con un amigo,
Rememorando hechos del pasado,
Un puente que lleva a su destino
A un niño solitario;
Un cine y sus besos clandestinos,
Una tarde de invierno, en las afueras
De esa ciudad que salvé del olvido
Después de muchos años;
La noche aventurera, los días festivos
Que el dolor consagró en los calendarios
Porque sé que también vienen conmigo,
Que ellos son verdaderos aliados;
Una rubia de lujo que persigo,
De la que me enamoro como un tonto
En un minuto que siempre lleva escrito
El signo del fracaso;
La inocencia de Mozart como un río
Juguetón, con esos tiempos gobernados,
Los versos de poetas que cumplieron
Con su destino trágico;
Curros y Rosalía, los dos unidos
(Por ellos nosotros perseveramos,
Juntando una emoción a los claros ritmos
En las tímidas palabras de los paisanos);
Ella Fitzgerald, Faulkner, Los Padrinos,
La mirada de John Ford en los Centauros
Del desierto, que buscan en los caminos
La venganza, Machado;
Baudelaire, el reloj de los suizos
En la charla de la nuera, el dramático
Tiempo de las posguerras que da frío
Ahora, al recordarlo;
La estrella más distante, que yo arranco
De los cielos imposibles de los románticos,
El cayuco sin nombre, que un abrigo
Busca, confiado, en el muelle;
El espejo de Manet, las altas cimas
De Caspar Friedrich, esa lejanías vagas,
Las riberas con místicos navíos,
Un blanco transatlántico;
La saudade que arrastran los marineros
De puerto en puerto, los cuadros de naufragios,
Las promesas, un niño pensativo,
La habanera en los labios
En cenas que reúnen a los amigos,
Cuando todo pasó hace veinte años,
Las buenas novelas, ese viejo libro
Con un pétalo amarillo allí guardado;
La ría de Ares, una la calle de Vigo
Donde subo al tranvía del pasado,
Eso que Shakespeare puso por escrito
De la vida, en el escenario teatro;
La piedra negra, el pájaro estornino
En la rama de un verso, solitario,
La mar que llega a la roca de los proscritos,
Las luces de los faros,
Las arias de Puccini, el largo hilo
Del azar, las fotos mustias, los engaños,
Las mentiras piadosas, las sonrisas,
Los anillos de los planetas lejanos;
Las cartas de perdón, los manuscritos,
Telegramas azules, los versos blancos,
Los bigotes de Zappa, el gran prestigio
De la luna, cuatro fados,
La libertad en los años furtivos,
La baraja de póquer, los oráculos
Pétalos de gardenias en un desnudo
Jardín, allí esparcidos,
Y ese mismo jardín con la luz del estío
En el rosal, moon river, un remanso
Del río Eume, sombras en los caminos
De cerezos, de abedules, de robles;
Las Kim Novaks del Vértigo de Hitchcock,
Rita Hayworth de rubia, el mes de marzo,
El saxofón alto, el anillo perdido,
El telón del teatro,
El polo Sur, saber que estoy contigo
En un pub en Battersea, siguiendo el rastro
De la muñeca en las aguas, los exilios
De los liberales de antaño;
El Grial, la ilusión en el partido
De poetas modernos contra clásicos
Que resisten el frío
De siglos oscuros, muchos tangos;
La plaza Da Quintana, una caricia,
Las troskistas, la luna de un armario
El pasamanos aquel al que me arrimo,
Por seguir mis pasos;
La escalera de Odessa, ese destino
De aquel niño en el puente, un centenario
Café en el que converso con un amigo
(Aquí nos encontramos)
Largamente de cosas que yo escribo,
Por no hablar de ti, que eres mi fado.
Traducción de Hermes Salceda
Almas perdidas
Eu son o solitario
Que bebe no recanto deste bar
E da loira mortal do calendario
Namórome, que a vida é un soñar.
Son ese mariñeiro
Que vén contar en terra os malos pasos,
E neste ambiguo ambiente busca abeiro,
Con dignidade asume o seu fracaso.
Podería ser el este poeta
Que escolma nomes de tristes cargueiros
Por ver se atopa o daquela goleta
Pirata, o daquel buque baleeiro.
Deus botou os seus dados sobre a mesa
Do universo; a min deume a miña vida,
A el deulle a vida esa:
Todo é cuestión de azar nesta partida.
♣
Almas perdidas
Yo soy el solitario
Que bebe en el rincón de este bar
De la rubia mortal del calendario
Me enamoro, que la vida es un soñar.
Soy ese marinero
Que viene a contar en tierra los malos pasos,
Y en este ambiguo ambiente busca cobijo,
Con dignidad asume su fracaso.
Podría ser él este poeta
Que recoge nombres de tristes cargueros
Para ver si encuentra el de aquella goleta
Pirata, el de aquel buque ballenero.
Dios echó sus dados sobre la mesa
Del universo; a mí me dio mi vida,
A él le dio la vida esa:
Todo es cuestión de azar en esta partida.
Traducción de Hermes Salceda
Piano bar
Desde os recantos ve moito mellor o mundo,
Por iso nos locais onde teñen piano,
Brillan os instrumentos nos ángulos agudos
Para que a pianista poida xulgar o mundo.
Desde os recantos ve moito mellor o ambiente,
E as máscaras que cobren o rostro dos fracasos,
Poi iso a pianista toca desde un recanto
Pezas que son coartadas para xulgar o ambiente.
Desde os recantos caza misteriosas historias,
Os tácitos desexos que un garda na memoria:
Tódalas pianistas son verdadeiramente
Cazadoras furtivas de historias misteriosas.
E a pianista sabe que desexo a muller,
Que, buscador da prata dunha melena loira,
E duns ollos de gata, dos que tiña memoria,
Eu entrei no local perseguindo a muller;
Que, estratego, escollín este lugar na barra,
Que se pedín un whisky foi para vela ben,
Traidora a case todos nunha soa mirada
Que cruza, río secreto, e morre nesta barra.
Sospeita que os espellos son lagos traizoeiros,
Que acaban aboiando sobre as augas paradas
Os devezos pactados e rotos, sen palabras,
Que eu son ese afogado nun lago traizoeiro.
Mais, se cadra, ela ignora que somos os poetas
Detectives urbanos que pescudan nas vidas,
Curmáns de Baudelaire, destas descoñecidas,
Que chegamos a amalas porque somos poetas.
Seres da multitude, nós amamos a tódalas
Que escriben, coa mirada, unha novela negra:
Sobre ilícitas músicas, nós poñemos a letra
E, ó lermos a novela, esquecemos a todas.
Un estraño instrumento chamado corazón
Que soe ter as cordas algo desafinadas,
Pode aquelarlle ritmo á clandestina ollada
Coa que a muller me entrega, escuro, o corazón.
A pianista pensa que o final desta historia
É un verso de bolero, entre inxenuo e fatal,
Por iso busca as notas que cortan, melancólicas,
O fío das historias sen final.
♣
Piano bar
Desde los rincones ve mucho mejor el mundo,
Por eso en los locales donde tienen piano,
Brillan los instrumentos en los ángulos agudos
Para que la pianista pueda juzgar el mundo.
Desde los rincones ve mucho mejor el ambiente,
Las máscaras que cubren el rostro de los fracasos,
Por eso la pianista toca desde un rincón
Piezas que son coartadas para juzgar el ambiente.
Desde los rincones caza misteriosas historias,
Tácitos deseos que uno guarda en la memoria:
Todas las pianistas son verdaderamente
Cazadoras furtivas de historias misteriosas.
Y la pianista sabe que deseo a la mujer,
Que, buscador de la plata de una melena rubia,
Y unos ojos de gata, de los que tenía memoria,
Yo entré en el local buscando a la mujer;
Que, estratega, escogí este lugar en la barra,
Que si pedí un whisky fue para verla bien,
A casi todos vende solo con la mirada
Que cruza, río secreto, y muere en la barra.
Sospecha que los espejos son lagos traicioneros,
Que acaban flotando sobre las aguas paradas
Los anhelos pactados y ya rotos, sin palabras,
Que soy ese ahogado en un lago traicionero.
Pero, quizás ella ignore que somos los poetas
Detectives urbanos que buscan en las vidas,
Primos de Baudelaire, de estas desconocidas,
Que llegamos a amarlas porque somos poetas.
Seres de la multitud, amamos a todas las
Que escriben, con la mirada, una novela negra:
Sobre ilícitas músicas, ponemos una letra
Y, al leer la novela, nos olvidamos de todas.
Un extraño instrumento llamado corazón
Que suele tener las cuerdas algo desafinadas,
Puede darle ritmo a la clandestina mirada
Con la que la mujer me entrega, oscuro, el corazón.
La pianista piensa que el final de esta historia
Es un verso de bolero, entre ingenuo y fatal,
Por eso busca las notas que cortan, melancólicas,
El hilo de las historias sin final.
Traducción de Hermes Salceda
A cidade
A cidade que queres contigo terá un porto
Polo que xa pasaron, hai anos, os bos tempos,
Con grúas xigantescas e volumes de proas:
Vestixios da súa entrada comercial neste século.
A cidade que queres terá luces diversas,
Algún doce edificio modernista de antano,
Vagóns-mercadorías cansos en vías mortas;
Perdidos, no seu centro, mortos xardíns de indianos.
A cidade que queres terá moi pouca historia,
Pola mariñeiría será un aquel malvada
E algo sentimental, coma eses mariñeiros
Que tentan, tabernarios, as cancións da nostalxia.
Para o teu corazón terá rúas perdidas
Polas doces aforas, a onde ir solitario,
Praias de branca area, leitos de argazos, cunchas
Debaixo desta rúa pola que andan os pasos.
Coma un libro que non chegamos a acabar,
Xa non conseguirás lerlle tódalas páxinas,
Pero é fermoso o feito de así descoñecela,
Decatarte que nunca has pisar certa praza.
A cidade que queres, así unha flor amable
Esfollará os seus días igual que murchos pétalos:
Algúns serán de vida, outros virán de morte,
Uns mancharán de luz, e outros de tebra, negros.
A cidade que queres ten unha casa fiel
Preto do mar, se cadra abrigada dos ventos,
Con gaivotas que a envolven anunciando borrasca,
E na casa hai un cuarto no que acabas uns versos:
Se puidesen pisar, certeiros, os seus ámbitos,
Se levasen o ritmo dos teus andares lentos.
Algunha tarde triste, co seu buque de sombras,
Nela vai atracar o capitán Inverno.
♣
La ciudad
La ciudad que quieres contigo tendrá un puerto
Por el que ya pasarón, hace años, los buenos tiempos,
Con grúas gigantescas y volúmenes de proas:
Vestigios de su entrada comercial en este siglo.
La ciudad que quieres tendrá luces diversas,
Algún dulce edificio modernista de antaño,
Vagones-mercancía rendidos en vías muertas;
Perdidos, en su centro, muertos jardines de indianos.
La ciudad que quieres tendrá muy poca historia,
Por la marinería será un punto malvada
Y algo sentimental, como esos marineros
Que intentan, tabernarios, las canciones de la nostalgia.
Para tu corazón tendrá calles perdidas
Por las dulces afueras, a donde ir solitario,
Playas de blanca arena, lechos de algas, conchas
Debajo de esta calle por la que andan los pasos.
Como un libro que no llegamos a acabar,
Ya no conseguirás leerle todas las páginas,
Pero es hermoso el hecho de así desconocerla,
Darte cuenta de que jamás pisarás cierta plaza.
Esa ciudad que quieres, así una flor amable
Deshojará sus días igual que mustios pétalos:
Algunos serán de vida, otros vendrán de muerte,
Unos mancharán de luz, y otros de tiniebla, negros.
La ciudad que quieres tiene una casa fiel
Cerca del mar, puede que abrigada de los vientos,
Con gaviotas que la envuelven anunciando borrasca,
En la casa hay un cuarto en el que acabas unos versos:
Si pudiesen pisar, certeros, en sus ámbitos,
Si llevasen el ritmo de tus andares lentos.
Alguna tarde triste, con su buque de sombras,
En ella va atracar el capitán Invierno.
Traducción de Hermes Salceda