Centauros
a mis padres
Mi padre, el irreverente. Mi madre sosteniendo vértigos. Él se arrancó una muela con las tenazas, ella empezó a estudiar cuando ya las cascadas se habían secado. Entre ellos nunca, pero dos, tres y hasta cuatro veces besaron la lona. En el orden de las cosas anidaba un cuervo ciego así que trabajaron duro sin percatarse demasiado, sin darle importancia. Creo se apreciaron con un oculto insatisfecho que les hacía invencibles y les enfermaba (agotan juntos una salud interminable). Fueron héroes de una manera que no sé, que no puedo pronunciar en voz alta. Comunicados hace años por dos habitaciones separadas han cultivado el lenguaje de los signos y de la paciencia y un suave resplandor aún conmueve a los fantasmas de las estatuas en los rincones del pasado que los hace humanos, posibles, guardando en mí secretos que nunca explicaré. Tal vez, algún día, de forma velada.