Dido y Eneas

 

Me preguntas qué ha sido de mi vida
en estos años últimos. Tú llegas con un brillo
exótico en los ojos que tanto amé, sonríes
de mágica manera como entonces
y conocen tus pasos el polvo
de todos los caminos. Qué ha sido de tu vida.
Fracasar es un arte que tú ignoras.
Se aprende lentamente, en largas tardes
y rincones oscuros, se aprende entre los brazos
que fingen un calor que no perdura.
Cuántas veces anduve por las mismas
calles, ya sin ti y con incierta lluvia,
cuántas veces me senté en lugares
que conocieron la precaria dicha
de aquel adolescente tan irreal y puro.
No todos saben encontrar la puerta
que lleva lejos, con amor y riesgo,
a las islas azules y a ciudades con sol.
Dijiste que la vida es un licor
que hay que apurar de un trago, y yo te vi partir,
te veo todavía partir a prima noche,
partir hacia otro mundo en donde yo no existo.
Con lástima me miras porque ignoras
que hay un placer mayor, decir que no
a la vida, andar por un atajo incierto,
desdeñar el amor, sonreír en la ausencia,
abrazar el vacío y seguir adelante
hasta ese punto último que aúna
la tiniebla y la luz.

Remedio para melancólicos

«All you have to do is take your clothes off»
Frank O´Hara

 

Cuando me veas deprimido, ansioso, malhumorado,
todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa,
y entonces brilla el sol y se revela el secreto:
que somos carne y respiramos y estamos
cerca el uno del otro.
Tu desnudez me vuelve invulnerable.
La lógica podrida, el corazón
borroso, gangrenadas tardes se curan
con la simetría perfecta de tus brazos y piernas.
Extendidos forman un círculo eterno, sendas
hacia una playa sola, la rúbrica de un Dios.
Todo lo que no eres tú, todo lo que no soy yo
deja de tener importancia: el dolor,
el sin sentimiento, el asco, son nimiedades
que nada tienen que ver con la vida.
Cuando me veas agonizante, quítate la ropa.
Aunque estuviera muerto resucitaría.

Contra el místico que se aparta del mundo para encontrar a Dios

 

Desciendes por secretas galerías
para encontrar a Dios en el abismo,
movido por un negro silogismo
que confunde las noches con los días.

Quieres morir para encontrar la vida
y no saber para saber del todo,
no quieres ser feliz de cualquier modo,
sino llegar muy alto en tu caída.

Nube, flor, claras tardes, primavera,
todo lo que enamora a los sentidos,
hondos cielos, jardines compartidos,
amor que esperas y que aún te espera,
todo abandonas porque no es eterno,
enamorado de tu propio infierno.

La amenaza

«The year´s garbage»
R. L.

 

La dorada basura de los años
me ha ido acostumbrando a vivir entre sueños;
ninguna sonrisa se desvanece en mi memoria;
los ojos que una vez me miraron
incitantes o quizá sin verme
siguen fijos para siempre en mí;
una amable palabra distraída
para todo el invierno enciende un fuego;
cualquier borroso amor
que apenas si llega a ser amor
se transforma en un árbol inmenso cuyas ramas
me protegen de sol inclemente.
Piedra a piedra he construido una casa
sin puertas ni ventanas,
un jardín
del tamaño del mundo,
una celda
donde me encierro con todas las cosas que amo.

Algunas noches salgo,
bien protegido el corazón,
en busca del botín: un pretexto,
un mínimo pretexto adolescente,
para seguir soñando.
Y esta mañana
al despertar
atónito compruebo
que sigues sonriendo entre mis brazos.
Tú no eres un sueño; estoy perdido.

El secreto

 

¿No habéis sentido nunca,
no en sueños, bien despiertos,
que el mundo se detiene,
que se escucha tan sólo,
agónica, distante,
una respiración;
que hay una lluvia inmóvil
y rayadas imágenes,
que el rostro de los niños
de pronto amarillea;
que la mujer que amas,
que el amigo que escuchas,
son de papel pintado,
garabatos antiguos;
que las flores no huelen,
sabe a ceniza el pan
y las palabras quedan
escritas en el aire
con una tinta clara
que al instante se borra?
Sólo un instante, sólo
algo visto y no visto:
el tiovivo del mundo
pronto gira de nuevo.
Y tú lo miras todo
con asombro y desgana.
Y sonríes, y olvidas
que estás en el secreto.

Al acecho

 

¿No oyes sus jadeos? Cada vez
yo los oigo más cerca: solo,
contigo, en medio del verano,
entre los gritos de la multitud,
junto al fuego, en invierno,
con un hermoso libro,
en el crujido de la nieve,
en el estruendo de la lluvia,
cuando enciendo las luces de mi casa,
cuando el mar, cuando llegas,
cuando alargo la mano
hacia los rojos frutos palpitantes.
Está ahí, al acecho,
alza la zarpa, espera.
Tú no la ves, sonríes,
sonrío yo también.
Déjame que te bese una vez más
antes de que su aliento nos alcance.

Lo imposible

 

Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que abrir una ventana,
mirar pasar las nubes mientras pasa la tarde,
acariciar tu pelo, acostarse temprano,
escuchar una voz que canta en otro siglo?
Por odio de lo fácil. Déjame que sonría
ante tantos que anhelan lo que jamás les falta.
No se pisa dos veces en el mismo lugar.
Nadie abraza dos veces a la misma persona.
No se detiene nunca la nave que nos lleva,
incansable da vueltas en su viaje estelar.
Mírame: ya soy otro. Y te sigo queriendo
a ti que ya no eres quien ayer sonreía.
Cuatro estaciones tiene el tren en que viajamos
y en ninguna nos dejan detenernos.
Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que mirarte a los ojos
y ver en ellos juntas mi dicha y una lágrima?
¿Qué mayor aventura que no saber siquiera
si el día de mañana seguiremos con vida?
Aspiro a lo imposible: a la monotonía.

​El otro amor

 

Sí, los pasos que impacientes suenan
en otra habitación, cerca, muy cerca, ,
( calla un instante,
escucha,
escucha bien)
son los pasos de mi amor más cierto.
Desde muy niño
rondó a mi alrededor, perrillo triste.
Antes de tú llegar ya estaba ella,
antes de tú nacer me sonreía,
segura del final, consoladora.
¿Temes acaso que celosa llegue
a perturbar este rincón feliz,
a manchar con sus labios
los tuyos tan recientes,
a acariciar un sexo que se esconde
con dedos fríos y amarillos?
Sólo me quiere a mí, no te preocupes.
Yo sólo a ella la he querido,
aunque quiera quererte sólo a ti.
Si apoyo la cabeza
en tu hermosa llanura soleada,
es a ella a quien escucho,
no a tu corazón, que late sólo
(repítelo otra vez), sólo por mí.
Dentro de treinta años,
cuando tengas mi edad,
sabrás aquello que ahora ignoras
(mejor que no lo sepas nunca).
Vuelve ahora a gemir,
a sonreír, a ser amanecer y ser
acaso,
azar afortunado,
manzana en el edén,
arena inmensa, diminuto
mar, siempre recién nacido.
El amor era ella,
la que espera impaciente,
pero tú eres la vida.
Malgasta conmigo tan divino tesoro,
recobra el varonil vigor perdido.

Lo imposible

 

Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que abrir una ventana,
mirar pasar las nubes mientras pasa la tarde,
acariciar tu pelo, acostarse temprano,
escuchar una voz que canta en otro siglo?
Por odio de lo fácil. Déjame que sonría
ante tantos que anhelan lo que jamás les falta.
No se pisa dos veces en el mismo lugar.
Nadie abraza dos veces a la misma persona.
No se detiene nunca la nave que nos lleva,
incansable da vueltas en su viaje estelar.
Mírame: ya soy otro. Y te sigo queriendo
a ti que ya no eres quien ayer sonreía.
Cuatro estaciones tiene el tren en que viajamos
y en ninguna nos dejan detenernos.
Por odio de lo fácil detesto la aventura.
¿Qué mayor aventura que mirarte a los ojos
y ver en ellos juntas mi dicha y una lágrima?
¿Qué mayor aventura que no saber siquiera
si el día de mañana seguiremos con vida?
Aspiro a lo imposible: a la monotonía.

El pasajero

 

A veces, raras veces, siento la fatiga
de una travesía demasiado larga.
Se me cierran los ojos, llego a puerto.
¡Tantos queridos rostros me sonríen!
Es de nuevo la casa de la infancia,
el patio, el río, mi madre que me llama,
el verano en París, el cuarto diminuto
donde por primera vez no estuve solo
y luego, por primera vez, estuve solo.
Cierro los ojos. En la sombra el mundo
y a una nueva luz todas las cosas
que alguna vez amé, que tuve y que perdí.
Todas me esperan al final de todo.
Están muy cerca ya. ¿No se divisa
la tierra firme tras de aquellas nubes?
Miro la lenta estela de mi vida,
incesante se borra frente a mí.
El pasado, el futuro, espuma blanca,
monótona escritura que no acierto
a descifrar. Sueño en llegar a casa,
en acabar un viaje demasiado largo,
sin ilusiones ya, con agua apenas.
Estoy listo, adiós, adiós, la maleta
rebosa de impaciencia y de regalos.
Sueño en los rostros que me aguardan
-otra vez juntos tras de tanto tiempo!-
allá, en el puerto, bajo tierra leve.

Cita

 

Desde el fondo del sueño
una mano me tiendes.
Una mano cortada
que me acaricia y huye.
Yo la busco sin prisa
por libros y rincones.
Encuentro sólo labios,
andenes, cigarrillos,
niños que se despiden,
unas gotas de sangre.
Por el fondo del sueño
tú te alejas despacio.
Quiero gritar tu nombre,
pero no sé quién eres.
En la calle sin nadie,
al doblar una esquina,
te vuelves a mirarme
y soy yo quien me mira.

Despedida

 

No me has querido y huyes por tus años
hacia un país en donde yo no existo,
pero cuánto me dejas al dejarme…
Otros verán tu vida deshacerse;
yo conservaré intacta la memoria
de una frágil belleza adolescente.
Pronto no has de ser tú, aunque no mueras;
aunque no vivas, vivirás en mí.
Siempre joven serás en mi recuerdo:
fíjate cuánto gano si te pierdo.

Elogio del olvido

 

¿A qué grabar un nombre en las paredes,
manchar con torpes trazos la blancura
deslumbrante, impoluta, de la nada?
¿A qué este vano empeño de ir dejando señales,
de escribir en la arena, a resguardo del viento,
las triviales miserias que conforman tu vida?
Sobre las tercas líneas que dibujan un rostro
ha de pasar la mano piadosa de los años
borrando letras, sílabas, palabras sin sentido.
El papel en que escribes volverá a estar en blanco.
¿Y habrá dicha mayor que no haber sido?

José Luis García Martín, Cáceres, 1950

Reminiscencias

 

Amor que no devasta no es
amor. Lees a Omar Jayyam en esta
plaza de bronce y de palomas
aún con olor a oriente y desventura.
(Una vez amé, creí que me amarían,
y no fue así; eso es todo. )
Acepta su patética
invitación a la vida, aférrate
al instante que huye, sacude
tanta apagada y vil tristeza,
la ceniza que mancha tus ropas
todavía inocentes, deja
que el amor y el azar levanten fortalezas
de viento y las deshaga el viento
una y otra vez…
Pero tú
no me oyes. Mientras
un duro terrón de tedio
se deshace en la taza de café
(Hoy no hay nadie a quien no envidie
sólo por no ser yo), en un rincón paciente
de A Brasileira esperas
que la vida se siente en la silla vacía.

Universos

 

Narciso
Me gusto en el espejo de tus ojos.

Coimbra
Jadeantes callejas en tu busca, amor mío.

Barca con tres personajes
En el río del tiempo sonríen y se alejan.

El día después
Vuelve el sol. No sabe que te has ido.

Otoño
Un solitario fuma en el pretil de un puente.

Espejo de una casa de antiguedades
Sólo reflejo días olvidados.

Desnudo de espaldas
Tu rostro es el del tiempo que nos huye.

Domingo junto al mar
Todo lo manchan de ceniza mis ojos.

Vaso con rosas
Quien las cortó ya ha muerto.

Otra definición del amor
Sólo no estaba solo cuando estaba contigo.

El foro con lluvia. Roma.
Un murmullo de hexámetros.

Islas

 

Mykonos
Ebrio de luz el mar
desnudo y solo

Ustica
Sórdida un ave de sombra
y graznidos y viento y un negro minuto
de adiós y de espectros

Simushir
Cerros y luna canta
ave nocturna el tiempo
entre las olas blancas

Lemnos
Con desgana columnas que sustentan la tarde
El crepúsculo un ave que no acierta a volar

Zembra
Indolente y dorada
habitada por vientos
astros música magia

Bornholm
Nostalgia que salpican las olas y las horas
Sirenas indolentes de lejanos navíos
Bosteza la mañana con sueño y gaviotas

Kornat
Desierto vago junto al agua
que acecha lúbrica y me ama
en una lengua que no entiendo

Rosa Kessler

 

Ahora soy más feliz. ¿Importa eso?
Sé que mientras te quise estuve vivo.
«Rosele, meine Rosele…» En sueños
todavía sigo pronunciando tu nombre,
la única oración que no he olvidado.
Ya sé que ahora eres dichosa
como nunca lo fuiste conmigo.
Yo también soy feliz. ¿No te lo dije?
Se acabaron los bruscos
viajes al hospital, los juegos con la muerte
sólo para saber si aún me querías.
Todo pasó, ya nada importa nada.
No es tan difícil el juego de la vida
cuando se aprenden unas pocas reglas.
Yo las aprendí tarde, pero bien.
Ahora soy feliz como nunca lo he sido.
Pero déjame confesarte un secreto:
en sueños todavía vuelvo a ver
tu rubio pelo iluminando el día.

Telón

 

Has jugado. Has perdido. Sonríes
con desgano y desdén a la vida.
Como el mendigo que una vez fue rey,
sereno arrastras por la calle sola
el desgarrado manto de la noche.

Intermedio sentimental

 

Has llegado a mi vida
sin avisar, sin llamar a la puerta,
con tus botas gastadas,
con tu sonrisa herida,
y has derribado de un soplo
la muralla de tinta y de papel
que protegía mi mundo.
¡Era tan grata tanta soledad!
Pronto te irás. Adiós, adiós.
¿Qué me dejarás cuando te vayas?
¿Sólo dolor mientras se desvanece
ese olor a infancia y paraíso
que has traído contigo?
Mi corazón, hotel de pocas noches.
Te acaricio y sonrío.
Ya sé que estás de paso.
Que te dejas querer
un poco por piedad,
por gratitud,
que abandonas tu cuerpo
como un dócil juguete
mientras que tú te ausentas,
cierras los ojos,
piensas en quienes has amado,
en quien secretamente deseas,
nunca en mí.
Pero estás en mis brazos,
no en los suyos.
Ya sé que vivo de prestado,
nunca pude vivir de otra manera.
Cuando te hago reír,
cuando distraído sonríes,
cuando me veo reflejado en tus ojos
(también cuando muy lejos y a mi lado
pareces ser feliz),
el mundo se detiene
y baila sobre un pie.

Ex-libris

 

Virginia Woolf
Grávidos lucen cósmicos trigales.
Llena de son y escalofrío
la inocencia del agua.

Mallarmé
El silencio
blanco de los narcisos
lúcidamente atentos.

Rosalía de Castro
La muerte no es más triste que tus ojos.

Safo
La mañana
descalza en el jardín, aún
con el sabor del sueño.

Umberto Saba
Desde la orilla miro
un bello animal entre las aguas
solas
reír, gritar, iluminando el mundo.

Marcela de Juan
Bajo el peso de un pájaro
una rama se inclina
y bebe de mi vaso.

Octavio Paz
De piedra en piedra cruza
la tarde
arroyos de silencio transparente.

Cumpleaños

 

Una mujer antigua
como la noche, en la noche dijo:
«Nadie te ha de salvar, nadie
escuchará tu grito. El viento
dispersará el rebaño de nubes y palabras,
la frágil fortaleza que con esfuerzo alzaste
en estos treinta años de tu vida.
Todavía no sabes lo que es quedarse solo,
definitivamente solo, quebrados los espejos,
olvidados los nombres con que llenaste el mundo.
La cárcel feliz de la costumbre,
tardes de lluvia en la ciudad ausente,
el muchacho imprevisto que recoge
el cetro que otro, anónimo, le entrega,
la música cautiva entre las páginas
de algunos raros libros, las calles
maternales… Qué poco
le pediste a la vida. Y ese poco
te ha de faltar un día. No lo has tenido nunca.
Sigues en una celda de castigo
donde no llega el sol, con los ojos
cerrados, perro que busca terco
una rendija entre los lisos muros,
ave que deja el arca y que no encuentra
árbol en que posarse, solitaria
mañana de diciembre…
Tú eres
la celda, eres el carcelero
de un criminal sin rostro
de un puñado de arena en las manos del sueño.

Calles

 

Calles de una ciudad que desconozco
con poca gente y viento y lluvia gris.
Espero a quien no llega mientras altas
se encienden luces en ventanas solas
y una mujer pasea en una esquina.
Hay ojos que me miran un instante
y no saben leer palabras que no digo:
«Dame otro nombre, cambia mi destino».

José Luis García Martín, Cáceres, 1950