Esta vejez, en su frágil militancia,
con qué ajado sarcasmo rememora
aquella indómita y voraz infancia
en su festeje de vida sin demora.
Ya la divina juventud enarbola
la hoguera de su caja de Pandora,
su apariencia inmortal, su vitola,
para imponer su sed devoradora.
Con los años, tal cúspide es declive
y el hambre se sacia y se apacigua
en sapiencia de sensato detective.
Poner orden resta en la vieja fragua
al tino y desatino que aún pervive
y enfrentar, conclusos, la paz sin tregua.
del libro Fulgor en la oscuridad