"Una ola de esperanza" discurso pronunciado en Sudáfrica el 6 de Junio de 1966

«Debemos reconocer la plena igualdad de todas las personas ante Dios y ante la ley, y en los cuerpos gubernamentales. Debemos hacerlo no porque resulte ventajoso económicamente, aunque lo es; no porque las leyes de Dios así lo dispongan, aunque así lo disponen, y no porque las gentes de otras tierras así lo deseen. Tenemos que hacerlo por la razón única y fundamental de que es lo correcto.

El primer elemento de la libertad individual es la libertad de expresión, el derecho a expresar y comunicar ideas, de distinguirnos de las bestias irracionales del campo y el bosque, el derecho a recordar a los gobiernos sus deberes y obligaciones y, sobre todo, el derecho a afirmar nuestra pertenencia y lealtad a la clase política, a la sociedad, a los hombres con los que compartimos nuestra tierra, nuestro patrimonio y el futuro de nuestros hijos. De la mano de la libertad de expresión va el derecho a que se nos escuche, a tomar parte en las decisiones del Gobierno, que dan forma a la vida de los hombres. Todo lo que hace que la vida humana valga la pena -familia, trabajo, educación, un lugar para criar a los hijos y un lugar para el descanso-, depende de las decisiones del Gobierno, todo puede ser arrasado por un gobierno que no preste atención a las exigencias de su pueblo. Por tanto, la humanidad esencial de los hombres sólo se puede proteger y conservar si el Gobierno da respuestas, y no sólo a los ricos, o a los de una religión particular, o a los de una raza, sino a todo su pueblo.

El valor moral es menos común que la valentía en la batalla o una gran inteligencia.

En primer lugar está el peligro de la futulidad: la creencia de que no hay nada que un hombre o una mujer puedan hacer contra la enorme variedad de males del mundo, contra la miseria y la ignorancia, la injusticia y la violencia. […] Cada vez que un hombre defiende un ideal, actúa para mejorar la suerte de otros, o lucha contra una injusticia, transmite una onda diminuta de esperanza. Esas ondas se cruzan con otras desde un millón de centros de energía distintos y se atreven a crar una corriente que puede derribar los muros más poderosos de la opresión y la intransigencia.

Las crueldades y los obstáculos de este planeta, que cambia velozmente, no cederán ante dogmas obsoletos y consignas agotadas.»
«Me opongo profundamente al comunismo porque en él se exalta el Estado más que a la persona y la familia, y porque ese sistema se opone a la libertad de expresión, de manifestación, de religión y de prensa, característica ésta de los regímenes totalitarios. Sin embargo, la forma de oponerse al comunismo no es otra dictadura, sino ampliar las libertades individuales. En todo los países comunistas se amenazan los privilegios. Pero, como he visto en mis viajes por diversos lugares del mundo, la reforma no es comunismo. Y la negación de la libertad, en nombre de lo que sea, sólo fortalece el comunismo al que pretende oponerse.

No se tienen en cuenta las realidades de la fe, la pasión y las creencias; fuerzas éstas que en última instancia son más poderosas que todos los cálculos de nuestros economistas o de nuestros generales.

Solo aquellos que se atreven a arriesgar mucho, pueden lograr mucho.

Solo el hombre prosaico se aferra todavía a la oscura y ponzoñosa superstición de que el mundo se acaba en la colina más cercana, su universo llega hasta la orilla del río, su humanidad queda encerrada en el estrecho círculo de aquellos que comparten su ciudad, sus puntos de vista o el color de su piel.

No te enfades, véngate.

Vivimos en un mundo revolucionario y, por lo tanto, como he dicho en América Latina, Asia, Europa y Estados Unidos, son los jóvenes quienes deben tomar la iniciativa».

Discurso anunciando la muerte de Martin L. King pronunciado el 4 de abril de 1968

«Damas y Caballeros

Esta tarde solo voy a hablar un minuto con ustedes porque tengo…Tengo noticias muy tristes para todos Ustedes, y creo que igualmente son noticias tristes para todos nuestros conciudadanos, y para las personas que aman la paz en todo el mundo, y trata de que: Martin Luther King recibió un disparo y murió esta noche en Memphis, Tennessee.

Martin Luther King dedico su vida al amor y la justicia entre la fraternidad de seres humanos. Él murió por la causa de ese esfuerzo. En este día difícil, en esta hora difícil para los Estados Unidos, tal vez esté bien preguntar que clase de nación somos y en que dirección nos queremos embarcar.

Para aquellos entre ustedes que son negros, considerando la evidencia, se hace evidente que personas blancas fueron las responsables. Puede que les llene de amargura, y de odio, y de un deseo de venganza.

Podríamos movernos en esa dirección como nación, hacia una polarización mayor, personas negras entre los negros, y blancos entre los blancos, llenos de odio unos contra otros. O podríamos hacer un esfuerzo, como Martin Luther King lo hizo, para entender y para comprender, y sustituir esa violencia, esa mancha de matanza que se ha extendido a lo largo de nuestra tierra, con un esfuerzo para entender, compadecer y amar.

Para aquellos entre ustedes que son negros y están tentados a llenarse con odio y desconfianza, por la injusticia de semejante acto, en contra de todas las personas blancas, yo solo les diría que en mi propio corazón puedo también sentir la misma clase de sentimiento. Yo tuve un miembro de mi familia asesinado, empero el fue asesinado por un hombre blanco.

Más necesitamos hacer un esfuerzo en los Estados Unidos, necesitamos hacer un esfuerzo para entender, para sobreponernos a estos tiempos definitivamente difíciles.

Lo que necesitamos en los Estados Unidos no es la división; lo que necesitamos en los Estados Unidos no es odio; lo que necesitamos en los Estados Unidos no es violencia o anarquía, sino que amor y sabiduría, y compasión unos con otros, y un sentimiento de justicia hacia aquellos que aun sufren dentro de nuestra nación, independientemente si estos si blancos o si son negros.

Así que les pido esta noche para volver a casa, para hacer una oración por la familia de Martin Luther King, en verdad, pero con mas importancia hacer una oración por nuestro propio país, al cual todos amamos. Una oración por la comprensión y aquella compasión de la cual hablaba. Podemos estar bien en este país. Tendremos tiempos difíciles. Hemos tenido tiempos difíciles en el pasado. Y tendremos tiempos difíciles en el futuro. Esto no es el fin de la violencia; no es el fin de la anarquía. Y esto no es el fin del desorden.

Pero la vasta mayoría de las personas blancas y la vasta mayoría de las personas negras de este país quieren vivir juntos, quieren mejorar la calidad de nuestras vidas, y quieren justicia para todos los seres humanos que abriga nuestra tierra.

Permitámonos dedicarnos a lo que los griegos escribieron hace muchísimos años: A dominar el salvajismo existente en el hombre y hacer apacible la vida de este mundo.

Permitámonos dedicarnos a eso, y decir una oración por nuestro país y por nuestro pueblo.

Muchísimas Gracias».

Discurso "On the Mindless Menace of Violence City" pronunciado en el Club of Cleveland, Ohio, el 5 de abril de 1968

“Hoy no es un día para política, aprovecharé mi único acto de hoy, para hablarles brevemente, de la insensata violencia en América, que de nuevo salpica a nuestro país y la vida de todos nosotros. No incumbe a una sola raza, las víctimas de la violencia son negras y blancas, ricas y pobres, jóvenes y viejas, famosas y desconocidas; son sobre todas las cosas, seres humanos a los que otros seres humanos querían y necesitaban. Nadie, viva donde viva, haga lo que haga, puede estar seguro quien va a sufrir, por un acto insensato de derramamiento de sangre.

Sin embargo, sigue, sigue y sigue en este país nuestro. ¿Por qué? ¿Qué ha conseguido siempre la violencia?, ¿Qué ha creado siempre? Siempre que un americano pone fin a la vida de otro americano, innecesariamente, ya sea en nombre de la ley, o desafiando la ley, ya sea un hombre o de una banda que mata a sangre fría o con rabia, en una ataque de violencia, o respondiendo a la violencia, siempre que se rasgue el viento de una vida, que otro hombre a tejido, torpe y penosamente, para el y sus hijos, siempre que hagamos eso, la nación entera será degradada. Y sin embargo parecemos tolerar un nivel creciente de violencia, que ignora nuestra común humanidad, y nuestras demandas a la civilización. Demasiadas veces celebramos la arrogancia y la chulería, y a los bravucones, demasiadas veces excusamos, a los que quieres construir su vida sobre los sueños destrozados de otros seres humanos.

Pero hay una cosa clara, la violencia engendra violencia, la represión engendra venganza, y solo una limpieza de toda nuestra sociedad, puede arrancar este mal de nuestros corazones. Pues cuando enseñas a un hombre a odiar y temer a su hermano, cuando le enseñas que es un ser inferior, por su color, o sus creencias, o las normas que siguen, cuando le enseñas que los que son distintos a ti, amenazan su libertad, o tu trabajo, o tu hogar, o tu familia, entonces aprende también a enfrentarse a los otros, no como conciudadano, si no como enemigos, recibiéndolos no como cooperantes, si no como invasores que subyugan y someten. Y al final aprendemos a mirar a nuestros hermanos como extraños, extraños con los que compartimos una ciudad pero no una comunidad, hombres ligados a nosotros en una viviendo común, pero no en un esfuerzo común.

Tan solo aprendemos a compartir un miedo común, solo un deseo común, de alejarse del otro, solo un impulso común, de superar el desacuerdo con la fuerza. Nuestra vida en este planeta es demasiado corta, el trabajo por hacer es demasiado grande para dejar que ese espíritu prospere por más tiempo en esta tierra nuestra. Desde luego, no podemos prohibirlo con militares, ni con una resolución, pero quizás podamos recordar, aunque se por un momento, que aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona.

Seguramente este vínculo de sentido común, seguramente este vínculo de objetivos comunes, puede empezar a enseñarnos algo. Seguramente podremos aprender, por lo menos, a mirar alrededor a aquellos de nosotros que son nuestros semejantes, y seguramente podremos empezar a trabajar con algo más de entusiasmo y a curarnos mutuamente las heridas, y convertirnos otra vez, en hermanos y compatriotas de corazón“.