Discurso "Algunas reflexiones sobre la ciencia del onanismo" pronunciada en el The Stomach Club en 1879

«Quien me ha precedido en el uso de la palabra, se ha referido a esa “enfermedad social” que es el adulterio y en su brillante discurso prácticamente dijo todo lo relativo al problema, y poco puedo agregar yo.

En bien de la moral, debo proseguir yo como orador previniéndolos respecto de aquella diversión que algunos llaman autoabuso, a la que advierto parecen todos ustedes muy adictos.

Grandes figuras de las letras, de hoy y de ayer, especialistas en temas de salud y moral, se han internado en este interesante asunto, denotando con ello su capacidad y valor. Ninguno sostenía la misma opinión, pues sus planteamientos eran discordantes.

Homero, en uno de los libros de La Ilíada, afirma entusiasta: “O me dan la masturbación, o me matan”. El emperador César, en una de sus obras capitales, comenta: “Compañía para los solitarios; para el abandonado, genuina hermana; bondadosa filántropa para el hombre senil y para el desposeído. Inclusive el más pobre entre los pobres, es magnate cuando cuenta con ella”. Y agregaba líneas más adelante: “Es más sabrosa que la mariconería”.

Robinson Crusoe, señaló en alguna oportunidad: “Me faltan palabras para explicar lo que le debo a esta artística actividad”. Y la reina, de Inglaterra claro, aseguró: “Con ella, todas nuestras vírgenes están a salvo. Por su parte, el gran héroe de los zulúes, Cetewallo, dijo: “Más vale una buena manuela que cien volando”. Benjamin Franklin, el egregio, señaló dos aspectos: La madre de todas las invenciones es sin duda la masturbación y es, además, la mejor política.

Los viejos artistas y Miguel Angel, resaltando que lo de lo de viejos maestros es abreviatura, han dicho cosas muy parecidas.

Al Papa, Miguel Angel le dijo: “Muy noble es la autonegación; beneficiosa la autocultura, viril la autoposesión. Sin embargo, para las almas auténticamente inspiradas y grandes, todo eso es nada, pobre y sin brillo, comparado con el autoerotismo”. Mismo que, según el señor Brown, que está ahora con nosotros, lo reitera en uno de sus nuevos y divertidos poemas en dos líneas que sin duda alcanzarán la eternidad:

“Quien lo conoció, lo ama,

quien lo mencionó, lo elogia”

Es la opinión de ilustres personajes, partidarios de esta célebre ciencia. Pero son muchos los que la atacan y son contrarios a ella, a la que descalifican con sólidas argumentaciones y ríspidos discursos, que no repetiré en este momento en su detalle.

Un especialista indiscutible, Brigham Young, sentenció: “Si la comparamos a lo otro, hay la misma diferencia que entre una luciérnaga y un relámpago”.

Salomón, a su vez, planteaba: “Su única gracia es que es barata”.

Galeno: “Llena de vergüenza la degradación horrible a que se expone con tales prácticas ese gran miembro, miembro en verdad extraordinario, que los que sabemos de estas cosas denominamos el “Maxilar Mayor” (cuando a veces lo denominamos). Valdría más la pena cortarle la cabeza que emplearlo de ese modo o quizás sería mejor cortar el “os frontis” o hueso de la frente, que utilizarlo así”.

En su informe parlamentario, el célebre hombre de estado Smith, apunta: “Con este medio, se han desperdiciado más jóvenes que con ningún otro. Aunque arte antiguo, por los daños que causa, debemos condenarlo”.

En alguna etapa, Darwin debió renunciar a su famosa tesis de que el mono era eslabón entre los seres humanos y las demás especies. Se adelantó, sin embargo, porque el mono viene a ser, aparte del hombre, el único animal que se dedica a esta ciencia y, por lo mismo, es nuestro hermano y, también por lo mismo, lo hayamos simpático y mantenemos con él excelentes relaciones. Basta que el mono tenga espectadores para que, de inmediato abandone sus rutinas, y actúe, contorsionándose y con una expresión estátíca similar a la que los inteligentes humanos ponen en sus propias actuaciones.

Es fácil notar las señas de una práctica excesiva de esta dañina diversión. Son:

El entusiasmo para comer, beber alcohol, fumar, compartir alegremente con otros, reir, bromear, contar chistes verdes y una gran disposición para el arte pictórico.

Y las consecuencias del hábito son pérdidas:

  • De la memoria
  • De la virilidad
  • De la alegría
  • Del carácter, y
  • De la capacidad fecundante.

Es la menos recomendable de todas las prácticas sexuales que el hombre realiza, porque como diversión, es breve; como trabajo, muy cansada; como exhibición, poco rentable.

Ha mucho tiempo ya que de los salones decentes fue expulsada.

Y en estos tiempos de progreso y mejoramiento continuo, se la ha puesto al nivel de los gases pedorreros, degradándola y emparentándola con ellos. Hoy, ésta y el suspiro pedorro sólo son admisibles en privado. Y se permite incluso este último, cuando todo un grupo de varones lo consiente.

Quien me precedió en el uso de la palabra nos enseñó que toda “enfermedad social” es mala. Yo agregaría que algunas son peores que otras.

Y para terminar, les digo lo siguiente:

“Si ustedes tienen el deber de desperdiciar sus vidas en el sexo, eviten el solitario”.

Y cuando sientan esa agitación revolucionario en su organismo, obliguen a su columna del placer que se baje de cualquier modo, ¡pero nunca la meneen!».

Discurso "Los votos para las mujeres" pronunciado el 20 de Enero de 1901

«Damas y caballeros:

Esta es una pequeña ayuda que puedo dar, pero es justo este tipo de ayuda la que se puede dar desde el corazón a través de la boca. El reporte del Señor Meyer fue admirable, y he estado tan interesado en él como lo han estado ustedes. Porqué, tengo el doble de edad que él, y tengo tanta experiencia que yo le diré a él, cuando haga su petición de ayuda: “No lo haga para hoy o para mañana, más bien colecte el dinero en el acto.”

Todos somos criaturas de impulso repentino. Tenemos que ser trabajados “al vapor”, por así decirlo. Hagan que escriban su voluntad ahora, o podría ser muy tarde en el futuro. Quince o veinte años atrás tuve una experiencia que nunca voy a olvidar. Fui a una iglesia la cual estaba repleta por una multitud sofocante y jadeante.

El misionero de nuestra ciudad – Hartford – hizo un llamado por ayuda. El habló de experiencias personales entre los pobres en los refugios y los balcones superiores de los templos requiriendo de dedicación y ayuda. Los pobres siempre son buenos con los pobres. Cuando una persona con sus millones dona cien mil dólares hace un gran alboroto ante todo el mundo, pero en realidad esa persona no extraña ese dinero; es el óbolo de la viuda que no hace ruido pero efectúa el mejor trabajo.

Recuerdo que en esa ocasión en la iglesia de Hartford la colecta fue llevada a cabo. La petición me había agitado tanto que casi no podía esperar a que por el sombrero o la bandeja viniera hasta mí. Tenía cuatrocientos dólares en mi bolsillo, y estaba ansioso de colocarlos en la bandeja y quería pedir prestado más.

Pero la bandeja tardaba tanto en llegar hasta donde estaba, que el calor de la fiebre de la beneficencia fue bajando más y más – bajando a un ritmo de cien dólares por minuto.

La bandeja me fue pasada demasiado tarde. Cuando finalmente llegó hasta mi, mi entusiasmo había bajado tanto que conservé mis cuatrocientos dólares – y robé diez centavos de la bandeja. Por lo tanto, como ustedes pueden ver, el tiempo a veces lleva a la delincuencia.

Oh, muchas veces he pensado en eso y lo he lamentado, y yo conjuro a todos a dar, mientras que la fiebre aún esté en ustedes.

Refiriéndose a la esfera de la mujer en la vida, voy a decir que la mujer siempre tiene la razón. Por veinticinco años he sido un hombre a favor de los derechos de la mujer. Siempre he creído, mucho antes de que mi madre muriera, que, con su cabello gris e intelecto admirable, tal vez ella sabía tanto como yo. Tal vez ella sabía tanto como yo acerca de la era una votación.

Me gustaría ver el momento cuando las mujeres ayudaran a crear las leyes. Me gustaría ver ese latigazo, la boleta electoral, en las manos de las mujeres. En cuanto al gobierno de esta ciudad, no quiero decir mucho, excepto que es una vergüenza – una vergüenza; pero si debo vivir veinticinco años más – y no hay una razón de porque no debería – creo que voy a llegar a ver a las mujeres sosteniendo una papeleta electoral. Si las mujeres tuvieran el voto hoy en día, el estado de las cosas en esta ciudad no existiría.

Si todas las mujeres en esta ciudad pudieran votar en la actualidad, elegirían el alcalde en la próxima elección, y se levantarían en su poder y cambiarían el deplorable estado de las cosas que ahora ocurren aquí».