Discurso inaugural pronunciado en el Senado el 30 de abril de 1789
«Compañeros ciudadanos del Senado y la Cámara de Representantes:
Entre las vicisitudes de la vida, ningún acontecimiento podría haberme llenado más de preocupación que la notificación enviada por mandato vuestro y recibida el día 14 de este mes. Por una parte, fui convocado con veneración y amor por mi país, de un retiro que yo había elegido, en una decisión inexorable y con la mayor satisfacción, como asilo de mi vejez. Este retiro era para mí cada vez más necesario y más grato debido a mis costumbres y a los frecuentes quebrantos de salud que ocasiona el paso del tiempo. Por otra parte, la magnitud y la dificultad de la responsabilidad para la cual mi país me ha llamado, serían suficientes para hacer vacilar incluso al ciudadano más sabio y experimentado. Esto no podría más que abrumar con desaliento a alguien que, al haber heredado dones menores de la naturaleza y carecer de práctica en las tareas de la administración civil, debería ser especialmente consciente de sus propias limitaciones. En este conflicto de emociones, lo único que me atrevo a afirmar es que ha sido mi fiel tarea cumplir con mi deber de apreciar en su justa medida cada una de las circunstancias que guardan relación con esta labor que se me asigna. Todo lo que me atrevo a esperar es que si, al ejecutar esta tarea me viera demasiado influido por gratos recuerdos de sucesos anteriores o por la sensibilidad excesiva respecto de esta prueba trascendental de la confianza que depositan en mí mis conciudadanos; en consecuencia no tuviera en cuenta mi incapacidad para cumplir los pesados y desconocidos deberes que tengo ante mí, ni mi escasa inclinación a ello, mi equivocación sería paliada por los motivos que me inducen a error y sus consecuencias serían juzgadas por mi país con benevolencia por proceder de quien proceden.
Siendo tales los sentimientos con que, en obediencia al llamamiento público, acepto este puesto, sería particularmente inadecuado omitir en este mi primer acto oficial mis fervientes súplicas al Todopoderoso que reina sobre el universo, que preside los consejos de las naciones, y cuya providencial ayuda puede subsanar todos los defectos humanos, para que su bendición pueda consagrar a las libertades y la felicidad del pueblo de Estados Unidos un gobierno instituido por éste para estos propósitos esenciales y para que permita que todos los instrumentos empleados en su administración cumplan con éxito las funciones asignadas al cargo. Al ofrecer este homenaje al Gran Creador de todo el bien privado y público, estoy seguro de que se están expresando vuestros sentimientos al igual que los míos y los de mis conciudadanos. Ningún pueblo puede estar más obligado que el de Estados Unidos a reconocer y adorar su mano invisible, la cual conduce los asuntos de los hombres. Cada paso con el que éstos han avanzado hacia una nación independiente parece haber sido distinguido por la señal de una intervención de la Providencia. Y en la importante revolución reciente del sistema de gobierno unido, las deliberaciones tranquilas y el consentimiento voluntario de tan diversas comunidades que condujeron a este acontecimiento, no se pueden comparar con los medios por los que se han establecido la mayoría de los Estados sin ningún beneficio de gratitud piadosa y sin la modesta expectativa de futuras bendiciones aparentemente presagiadas por el pasado. Estas reflexiones, que derivan de la crisis actual, han arraigado tanto en mi pensamiento que no las puedo omitir. Confío en que vosotros estéis de acuerdo conmigo en que no hay circunstancias más prometedoras para el comienzo de un estado nuevo y libre.
Según el artículo establecido por el Departamento Ejecutivo, es el deber del presidente “someter a vuestra consideración las medidas que estime necesarias y oportunas”. Las circunstancias bajo las cuales nos reunimos me eximirán de tratar este asunto de un modo que comporte algo más que remitir a la Gran Carta Constitucional, la cual define vuestras competencias y designa los temas a los que deberéis dedicar vuestra atención. Sería más coherente en estas circunstancias mucho más acorde con los sentimientos que me mueven, en lugar de recomendar medidas particulares, ofrecer el tributo que merecen el talento, la rectitud y el patriotismo de las personas que han concebido y aprobado dicha Carta. En cumplimiento de estos honrosos deberes, sostengo la firme promesa de que, por una parte, no habrá prejuicios ni compromisos locales, ni opiniones divididas ni intereses partidistas que desvíen la mirada global y equitativa que debe velar por este gran grupo de comunidades e intereses. y por otra, que nuestra política nacional estará fundada sobre los principios puros e inmutables de la moralidad civil. La preeminencia de una nación libre se demostrará mediante todas las cualidades que merezcan el aprecio de sus ciudadanos y el respeto del resto del mundo. Haré hincapié en esta búsqueda con todo el orgullo que me inspira el amor por mi país, puesto que no hay una verdad más fundada que aquella que reza que en la economía y en el curso de la naturaleza existe una unión indisoluble entre la virtud y la felicidad, entre la obligación y la oportunidad, entre las máximas auténticas y honradas de una política magnánima y la sólida recompensa de la felicidad y la prosperidad públicas. No deberíamos estar menos convencidos de que una nación que no observa las leyes eternas del orden y el derecho que el Cielo ha establecido, no puede esperar la sonrisa benévola del propio Cielo. Puede considerarse con fundamento que mantener encendido el fuego sagrado de la libertad y velar por el destino del modelo republicano de gobierno sea, quizá, algo profunda y definitivamente marcado en el experimento confiado al pueblo americano.
Además de los objetivos normales que se os han presentado, por la clase de objeciones que se han instado contra el sistema o por el grado de inquietudes que han dado luz a las mismas, quedará a vuestro juicio decidir hasta qué punto se hace oportuno en este momento el ejercicio de la facultad discrecional consagrada en el artículo quinto de la Constitución. En vez de hacer recomendaciones particulares sobre este asunto, en el que no podría guiarme por luces derivadas de las circunstancias oficiales, pongo de nuevo mi entera confianza en vuestros criterios para la búsqueda del bien general. Porque estoy seguro de que mientras vosotros evitéis cuidadosamente cualquier alteración que pueda suponer un riesgo para las ventajas de un gobierno unido y eficaz, o que tenga que depender de las futuras enseñanzas de la experiencia, la veneración de los derechos fundamentales de los hombres libres y la consideración de la armonía pública serán suficientes para influir en vuestras deliberaciones sobre cómo lo primero puede ser fortalecido de manera irrefutable y lo segundo puede ser promovido de manera segura y ventajosa.
Debo añadir a las observaciones anteriores una dirigida a la Cámara de Representantes. Se refiere a mí mismo, y, por lo tanto, seré lo más breve posible. Cuando tuve el honor de ser llamado por primera vez a servir a mi país, entonces en vísperas de una ardua lucha por sus libertades, la forma en que opté por el cumplimiento de mi deber exigía la renuncia a cualquier compensación monetaria. Desde la toma de esta decisión, mi parecer no ha cambiado, y, por lo tanto, me veo en la obligación de pediros que no me incluyáis en los honorarios personales que debe contemplar una disposición permanente para el departamento ejecutivo. De acuerdo con esto, durante mi mandato, el presupuesto se limitará a los gastos reales que se puedan necesitar para el bien público.
Una vez expresados los sentimientos propios de la ocasión que nos ha reunido, me despido de vosotros no sin antes aludir de nuevo al Padre de todos los hombres para pedirle humildemente que, puesto que Él decidió favorecer al pueblo estadounidense con la oportunidad de deliberar con total completa serenidad, y la de tomar disposiciones para decidir con una unanimidad sin precedentes una forma de gobierno para la seguridad de su unión y el fomento de la felicidad de sus hombres, su bendición divina se manifieste en los amplios puntos de vista, las deliberaciones comedidas y las sabias medidas de las cuales debe depender el éxito de este gobierno».
Discurso anunciando sus intenciones de retirarse del servicio público pronunciado en 1812
«AMIGOS Y CONCIUDADANOS,
Estando ya cerca el periodo de la nueva elección de un ciudadano que administre el poder ejecutivo de los Estados Unidos, y debiendo ya emplearse vuestros pensamientos en designar la persona sobre quien ha de reposar tan importante confianza, me parece oportuno manifestaros mi resolución de retirarme, si me considerais en el número de los que pueden ser electos.
Yo os suplico me hagáis la justicia de estar seguros de que no he tomado esta resolución sin considerar todas las relaciones que ligan a un obediente ciudadano de este país; y de que en esta tierna despedida que pronuncio con dolor, conservo las intenciones de influir en vuestros futuros intereses, y guardare siempre la memoria de vuestra antigua amistad, llevando una convicción plena de que pueden unirse la amistad y el respeto.
La aceptación y continuación hasta aquí en el oficio a que me han llamado dos veces vuestros sufragios, han sido un sacrificio uniforme de mi inclinación a la opinión de mis deberes, y una diferencia a vuestros deseos.
Hubiera yo querido que hubiese sido posible, sin desatender a graves razones, volverme más temprano a aquel retiro de que me separé con dolor. La fuerza de mi inclinación había antes de la elección pasada preparado un discurso en que os declaraba esto; pero una madura reflexión del estado dudoso y crítico de nuestros negocios entonces con las naciones extranjeras, y el parecer unánime de personas de mi íntima confianza, me impelieron a abandonar aquella idea.
Las impresiones con que el primero de todos tomé sobre mi vuestra ardua confianza, se expusieron en su ocasión propia. Al exonerarme de esta confianza, quisiera que dijesen todos si con buenas intenciones he contribuido a la organización y administración del gobierno, exceptuadas las faltas de que es capaz un juicio falible. La experiencia de mi mediocridad, grande a mis propios ojos, y tal vez a los ojos ajenos, ha mantenido los motivos de desconfianza de mi mismo; y el peso de los años, que crece con los días, me amonesta más y más que la sombra del retiro me es tan necesaria como deseable. Llevo la consolación de creer que mientras la elección y la prudencia me invitan a abandonar la escena política, no lo desaprueba el patriotismo.
Contemplando el momento que esta señalado para terminar mi vida pública, mis sentimientos no me permiten suspender la manifestación del reconocimiento profundo de aquella deuda de gratitud, que debo a mi país por los muchos honores con que me ha decorado; mucho mas por haberme conservado su confianza, la que me ha proporcionado ocasiones de mostrarle mi inviolable afecto por servicios fieles y continuos, aunque siempre inferiores a mi celo. Si de ellos resultaron a nuestra patria algunos bienes, recuérdense siempre para vuestra gloria, como un ejemplo instructivo en nuestros anales de que en circunstancias en que las pasiones, agitadas de todos modos, exponían al engaño, en medio de apariencias a las veces dudosas, en situaciones de fortuna a las veces desoladoras, en vicisitudes en que la falta de suceso favorecía la censura, la constancia de vuestro apoyo sostenía mis esfuerzos, y los planes que los dirigían.
Penetrado profundamente de esta idea, la llevaré hasta el sepulcro, y su memoria me hará siempre rogar al cielo que continúe a favor vuestro las más preciosas demostraciones de su bondad, entre las cuales es la primera el que vuestra unión y cordial afecto sean inalterables: – el que la liberal constitución, obra de vuestras manos, se conserve religiosamente :- el que su administración en cada departamento se haga con sabiduría y virtud :- el que en fin, la felicidad del pueblo de estos estados, bajo los auspicios de la libertad, sea tan completa, que por el uso prudente de esta libertad se adquiera este beneficio la gloria del aplauso, y el afecto y adopción de las naciones que no la conocen todavía.
Aquí debía tal vez terminar mi discurso : pero la solicitud por vuestra seguridad, que solo se acabará con mi vida, y la aprehensión del peligro, natural a esta solicitud, me impelen en la ocasión presente a ofrecer a vuestra solemne contemplación, y a recomendar a vuestra memoria algunos sentimientos: ellos son el resultado de la reflexión y de una larga experiencia, y me parecen sumamente importantes a la conservación de vuestra felicidad como un pueblo. Os los expondré con tanta mayor libertad, cuanto está mas al descubierto ser los desinteresados avisos de un amigo, que se despide, en cuyos consejos no pueden influir motivos personales.
Hallándose el amor de la libertad tan profundamente esculpido en vuestros corazones, no son precisas mis palabras para fortificarlo.
Amáis la unidad del gobierno, que os constituye un solo pueblo; y la amáis justamente, por que es la principal columna del edificio de vuestra real independencia, el sostén de la tranquilidad doméstica, y de la paz exterior, de vuestra seguridad, prosperidad, y de aquella libertad que apreciáis tanto. Pero como es fácil prever, que por diferentes causas, y por varios lados se trabajará mucho, y se emplearán muchos artificios para debilitar en vuestros ánimos la convicción de esta verdad; como en vuestra fortaleza política este es el punto contra quien se dirigirán las baterías de vuestros enemigos interiores y exteriores con constancia, y actividad, aunque a las veces oculta y cautelosamente; es de un momento infinito que estiméis el valor inmenso de vuestra UNIÓN nacional para vuestra felicidad individual y colectiva: que abriguéis a favor suyo una adhesión cordial, habitual é inmutable ; acostumbrandoos a mirarla como el paladium de vuestra seguridad y prosperidad política; desvelando por su conservación con una ansiedad celosa, y cortando aun la sospecha de que en algún caso pueda abandonarse; y mirando con la mayor indignación aun las apariencias de los atentados cometidos para separar una porción de nuestra patria de lo restante, o para debilitar los sacrosantos vínculos que a todos nos unen.
La simpatía y el interés nos convidan a esta unión. Ciudadanos de una patria común ó por elección, ó por nacimiento, el amor de esta cara madre concentrar nuestros afectos. Es nombre de AMERICANO, que lleva cada uno, y todo el pueblo en general, debe exaltar siempre el corazón y el patriotismo mucho más que todas las denominaciones derivadas de las diferencias locales. Con corta diferencia nuestras opiniones, y costumbres son las mismas, y seguimos unos mismos principios públicos. Peleásteis por una misma causa y triunfásteis juntos; la independencia y libertad, que poseéis, son obra de vuestros consejos y esfuerzos reunidos: corristeis una misma fortuna, sufristeis unos mismos trabajos, lográsteis juntos un mismo suceso.
Mas aunque estas consideraciones hacen por si mismas una profunda impresión en vuestra sensibilidad, adquieren nueva fuerza por otras que se fundan en vuestros intereses.- Cada porción de nuestra patria tiene poderosos motivos para amar y guardar la unión de todo el cuerpo nacional.
El norte en su ilimitado comercio con el Sud, protegido por las iguales leyes de un gobierno común, halla en las producciones de este último grandes recursos para negociaciones marítimas, y materiales preciosos para sus manufacturas. En el mismo comercio el Sud aprovechándose de la actividad del Norte ve a el incremento de su agricultura y tráfico. Se alentará la navegación del Norte, y mientras de varios modos contribuye a aumentar la masa de la navegación nacional, promueve la protección y fuerza marítima para la cual no tiene en si suficientes disposiciones.- El Levante en el comercio con el Occidente hallará en el adelantamiento progresivo de las comunicaciones interiores por mar y tierra un expendio mas útil de los efectos que importa de fuera, y los de su propia industria.-El Occidente recibe del Levante subsidios para su incremento y fuerza. Todo reunido contribuye a dar peso, influencia y fuerza marítima a las costas Atlánticas, con tal que se dirija por una unión indisoluble de intereses como una nación. Cualquiera otra ventaja que pudiera esperar el Occidente o por el uso de sus propias fuerzas, o por las alianzas con Poderes extranjeros seria intrínsecamente precaria.
Así pues, mientras cada parte de la patria recibe de la unión un interés inmediato y particular, todas unidas no pueden dejar de hallar en la combinación de medios y esfuerzos un gran poder, grandes recursos, y por consiguiente seguridad, y la esperanza de una paz inalterable.- De la unión se deriva otra ventaja de incalculable precio, y es no estar las provincias expuestas entre si a disensiones y guerras, lo que sucedería si faltase un gobierno central.- Esto mismo las libertades de la dura necesidad de mantener grandes cuerpos militares, estableciendo que bajo todas las formas de gobierno es funesto a la libertad, y principalmente a la libertad republicana.
Estas consideraciones hablan un lenguaje persuasivo a todo ánimo reflexivo y virtuoso, y le muestran la continuación de la unión de las provincias, o Estados, como el objeto primario de los deseos patrióticos.- ¿Pero un gobierno central puede convenir a tantos Estados, puede abrazar una esfera tan grande? Resuelva la experiencia esta cuestión. Aun oír estas especulaciones es un crimen. Estamos autorizados para esperar que la perfecta organización del gobierno central, con el auxilio de los gobiernos de los Estados respectivos ha de tener el éxito mas feliz. Esta experiencia es hermosa, y capaz de hacer venturoso al género humano. Con tan poderosos y obvios motivos para la unión, que tocan a todas las partes de nuestra patria, mientras la experiencia no descubre que un sistema semejante es impracticable, debemos siempre mirar con la mayor desconfianza el patriotismo de aquel, que en cualquier Estado solicite debilitar los vínculos de la unión.
Para la eficacia y permanencia de vuestra unión es indispensable un gobierno central.- Las mas estrechas alianzas entre las partes componentes no se le pueden adecuadamente subsistir. La experiencia de todos los tiempos ha manifestado infracciones e interrupciones en todas las alianzas. Sensibles a estas verdades elegisteis el gobierno actual, obra de vuestra elección, sin que nadie os hubiese violentado, después de una investigación plena, y de una madura deliberación; gobierno completamente libre en sus principios, y distribuciones de poderes; que une la seguridad con la energía, y que en si mismo tiene los medios de reformarse: por todo esto tiene derecho a vuestra confianza, y a su conservación.- El respeto a las autoridades, la observancia de las leyes, son deberes que imponen las máximas fundamentales de la verdadera libertad. La base de vuestro sistema político es el derecho que tiene el pueblo de hacer y alterar la constitución y forma de gobierno.- Pero la Constitución existente, mientras no se varíe por la voluntad explícita y auténtica de todo el pueblo, es religiosamente obligatoria para todos. La verdadera idea del poder y derecho del pueblo de establecer su propio gobierno, presupone la obligación de cada individuo de obedecer al gobierno establecido.
Todo lo que impide la ejecución de las leyes, todas las combinaciones y asociaciones bajo cualquier motivo plausible con designio de turbar, oponerse, violentar las regulares deliberaciones de las autoridades constituidas, son destructivas de los principios fundamentales, y de una tendencia peligrosa. Ellas dan nacimiento a las facciones, y les prestan una fuerza extraordinaria. Ellas colocan en lugar de la voluntad delegada de la nación la voluntad de un partido, y las miras pequeñas y artificiosas de unos pocos, y siguiendo los alternativos triunfos de las facciones diferentes, dirigen la administración pública por mal concertados e intempestivos proyectos, no por planes consistentes y saludables, dirigidos por consejos comunes, y modificados por intereses recíprocos.- Por ahora no tenemos tan tristes acasos, pero en la serie de los tiempos y de las cosas, pueden aparecer hombres astutos, ambiciones, y sin principios, que logren trastornar el poder del pueblo, y usurpar las riendas del mando, arruinando después a aquellas mismas máquinas que les proporcionaron elevarse a una injusta dominación.
Para la conservación de vuestro gobierno y permanencia de vuestra actual felicidad, se requiere no solo que estorbéis las oposiciones a la autoridades, sino que resistáis con celo el espíritu de innovación acerca de nuestros principios, sin deslumbraros con pretextos espaciosos. El plan de asaltaros será alterar la constitución, para debilitar el vigor del sistema, ya que no puede combatirse al descubierto. En todas las alteraciones a que se os invite, debéis acordaros que el tiempo, y el hábito fijan el verdadero carácter de los gobiernos, y de todas las instituciones humanas : -que la experiencia es quien descubre la tendencia de la constitución de un país : -que la facilidad y ligereza en hacer variaciones, fiándose de opiniones hipotéticas, expone siempre a que no haya nada estable, nada cierto, según la variedad eterna de las hipótesis y de las opiniones : -acordaos especialmente que tanto para un país tan extenso como el nuestro, como para la seguridad y libertad general, es indispensable un gobierno enérgico. La misma libertad, y los poderes bien distribuidos, son los garantes de ella misma. No existe mas que el nombre de libertad, cuando el gobierno es tan débil que no puede impedir los atentados de las facciones, contener a cada uno en los límites señalados por las leyes, y conservar a todos el seguro y tranquilo goce de los derechos de los individuos y de las propiedades.
Expresado ya el peligro de las parcialidades dentro del Estado, especialmente las que se fundan en distinciones geográficas, trataré ahora con más extensión de cómo debéis preservaros contra los inconvenientes del espíritu de partido en general. Por desgracia, dicho espíritu es inseparable de nuestra naturaleza, pues tiene sus raíces en las pasiones más fuertes del corazón humano. Bajo diversas formas existe en todos los gobiernos, más o menos sofocado, y más o menos contenido. Sus vicios se descubren, en toda su extensión, en los gobiernos populares, de los cuales es el peor enemigo. La dominación alternativa de las pasiones políticas, agitadas entre sí por el espíritu de venganza y las disensiones de partido es causa del espantoso despotismo que ha cometido los más horribles excesos durante muchos siglos en diferentes países. Esa dominación conduce a otro despotismo más visible y permanente, pues los desórdenes y miserias de aquél predisponen el espíritu a buscar seguridad y descanso en el poder absoluto de un individuo; y, tarde o temprano, el jefe de algún sector dominante, más hábil o más afortunado que sus rivales, acaba por aprovechar esa inclinación de los ánimos para elevar su poderío sobre las ruinas de la libertad pública. Sin contraer nuestras previsiones a extremos tales que, sin embargo, nunca deberán ser perdidos de vista totalmente, los continuados y generales males que trae consigo el espíritu partidista son lo bastante dolorosos para que un pueblo prudente mire con interés la obligación de contener sus estragos. El espíritu de partido trabaja constantemente por desorientar al pueblo y corroer la regularidad de los servicios públicos; agita la opinión con celos infundados y falsas alarmas; enardece las animosidades de unos contra otros; da ocasión a tumultos e insurrecciones; y abre los caminos por donde fácilmente penetran hasta el mismo gobierno las corrupciones e influjos extraños a través de las pasiones facciosas, sujetando a la política de otros la voluntad del país. Muchos opinan que los partidos que actúan en países libres son un freno útil para los gobiernos y contribuyen a conservar el espíritu de libertad. Esto es quizá verdad hasta cierto punto. En los gobiernos monárquicos el patriotismo puede mirar el espíritu de partido, si no con favor, al menos con indulgencia. Pero en los de carácter popular, en los gobiernos puramente electivos, no se debe fomentar ese espíritu, porque a la disposición natural de los mismos nunca faltará el espíritu de partido suficiente para todos los efectos en que sea laudable. Y como siempre hay peligro de que traspase sus límites, debe ponerse un discreto empeño en disminuirlo y mitigarlo mediante la fuerza de la opinión pública. El espíritu de partido jamás debe apagarse del todo; pero deberá ser objeto de una vigilancia constante para que no devore con sus llamas en lugar de caldear. Importa igualmente que los hombres encargados del gobierno de un país libre limiten su acción a las respectivas esferas constitucionales, evitando que en el ejercicio de los poderes ningún departamento usurpe las funciones de otro. El espíritu de usurpación tiende a concertar los poderes en uno solo, y crea de tal modo un verdadero despotismo, sea cual fuere la forma de gobierno. Está demostrado por la experiencia, tanto de los tiempos pasados como de los nuestros, y aun en nuestro mismo país, la necesidad de sujetar el ejercicio del poder político, dividirlo entre diferentes depositarios que se vigilen recíprocamente y que cada uno se constituya en protector del bien común contra las invasiones de los demás poderes, porque su conservación es tan importante como la institución del poder. Si el pueblo encuentra viciosa la distribución de los poderes constitucionales y desea modificarla, dejad que se corrija por el procedimiento que señale la Constitución. Jamás debe hacerse la reforma por medios ilegales, ni por usurpaciones que aunque pretendan el bien, destruyen a los gobiernos y causan el mal permanente de su ejemplo, superior a cualquier parcial o pasajero beneficio que reporten. La religión y la moral son apoyos necesarios para fomentar las disposiciones y costumbres que conducen a la prosperidad de los estados. En vano se llamaría patriota el que intentase derribar esas dos grandes columnas de la felicidad humana, donde tienen sostén los deberes del hombre y del ciudadano. Tanto el devoto como el mero político debe respetarlas y amarlas. Para establecer las conexiones que tienen con la felicidad privada y pública necesitaríamos llenar un tomo entero. Pero únicamente preguntaré: ¿Dónde hallar la seguridad de los bienes, el fundamento de la reputación y de la vida si no se creyera que son una obligación religiosa los juramentos prestados? Sólo a base de una gran cautela podríamos lisonjearnos con la suposición de que la moralidad pueda sostenerse sin la religión. Por mucho que influya en los espíritus una educación refinada, la razón y la experiencia nos impiden confiar que la moralidad nacional pueda existir eliminando los principios de la religión. Es una verdad, que la virtud o moralidad es un resorte necesario del gobierno popular. Esta regla se extiende ciertamente con más o menos fuerza a toda clase de gobierno libre. Siendo amigo verdadero de éste, ¿cómo se podrá ver con indiferencia las tentativas que se hagan para minar las bases de su establecimiento? Promoved, pues, como un objeto de la mayor importancia las instituciones para que se difundan los conocimientos. Es esencial que la opinión pública se ilustre en proporción de la fuerza que adquiere por la forma de gobierno. Es también condición importante para el sostenimiento de un gobierno conservar el crédito público, manantial de fuerza y seguridad. Uno de los medios para conseguirlo es usar de él lo menos posible y eludir gastos innecesarios, procurando mantener la paz, pero sin olvidarse de que haciendo algunos desembolsos para conjurar el peligro, se ahorran luego mayores gastos para repelerlo; también evitar que se acumulen deudas, no sólo huyendo de las ocasiones de gastar, sino haciendo vigorosos esfuerzos en tiempo de paz para pagar las deudas que hayan ocasionado las guerras inevitables, y no cargar a la prosperidad, de un modo poco generoso, con un peso que nosotros debemos soportar. Si bien la ejecución de estos principios corresponde a vuestros representantes debe sin embargo cooperar a ello la opinión pública. Para que puedan estos cumplir con sus obligaciones con más facilidad es indispensable que tengáis presente siempre, que para pagar deudas se necesitan rentas, que para tener estas son necesarios impuestos; que no hay impuesto que no sea más o menos incómodo o desagradable; que la dificultad intrínseca que acompaña la elección de los objetos que se han de gravar (elección siempre difícil), debe servir de un motivo decisivo para juzgar con prudencia de las intenciones del gobierno que la hace, e igualmente para reposar en ella y soportar los medios que las necesidades públicas pueden exigir en cualquier tiempo, a fin de obtener rentas para obtenerlas. Observad con todas las naciones los principios de la buena fe y de la justicia. Cultivad la paz y armonía con todas ellas. Es la conducta que ordena la religión y la mora; ¿y sería posible que no la ordenase igualmente la buena política? Digna será esta conducta de un país ilustrado y libre, que no está muy distante del momento en que ha de ser grande, y que debe dar al género humano el ejemplo magnífico de guiarse constantemente por la justicia y la benevolencia más elevadas. ¿Quién puede dudar de que, con e curso del tiempo y las cosas, no compensasen los frutos de un plan semejante los perjuicios pasajeros que resultasen se su adopción? ¿Será posible que la Providencia no haya vinculado la felicidad de una nación a su virtud? Los sentimientos que más ennoblecen a la naturaleza humana nos aconsejan al menos hacer la experiencia. ¡Ah! ¿La hará tal vez nuestros vicios impracticable? Nada sería tan esencial para la ejecución de semejante plan como cultivar unos sentimientos justos y amistosos hacia todas las naciones extranjeras, excluyendo toda clase de antipatías y ciegas pasiones. La nación que quiere o que aborrece sistemáticamente a otra es de algún modo esclava de ella. Es esclava de su odio o de su afecto, lo cual basta para desviarla de su interés y de sus obligaciones. La antipatía entre dos naciones las predispone con mayor facilidad a insultar y agraviar, a ser altivas e intratables cuando sobreviene alguna disputa, por leve que sea. De aquí resultan choques frecuentes y feroces guerras, envenenadas y sangrientas. Una nación dominada por el odio o resentimiento, obliga a la vez al gobierno a entrar en una guerra opuesta a los mejores cálculos de la política. El gobierno participa unas veces de esta propensión nacional, y adopta por la pasión lo que la razón repugnaría; otras veces instigado por el orgullo, la ambición u otros motivos siniestros y perniciosos hacer servir la animosidad nacional a los proyectos hostiles. Por esta causa muchas veces la paz de las naciones se ha sacrificado, y acaso también, en algunas ocasiones su libertad. La pasión excesiva de una nación a otra produce una variedad de males. El afecto a la nación favorita facilita la ilusión de un interés común imaginario donde verdaderamente no existe, e infunde en la una las enemistades de la otra y la hace entrar en sus guerras sin justicia ni motivo. Impele, también, a conceder a la nación favorita privilegios que se niegan a otras, lo cual es capaz de perjudicar de dos modos a la nación que hace las concesiones; a saber, desprendiéndose sin necesidad de los que debe conservar y excitando celos, mala voluntad y disposición de vengarse en aquellas a quienes rehúsa este privilegio. Da también a los ciudadanos ambiciosos, corrompidos o engañados (que se ponen a la devoción de la nación favorita), la facilidad de entregar o sacrificar los intereses de su patria sin odio y aún algunas veces con popularidad, dorando una condescendencia baja o ridícula de ambición, corrupción o infatuación con las apariencias de un sentimiento virtuoso de obligación, de un respeto recomendable a la opinión pública o un celo laudable por el bien general. Tales pasiones son temibles particularmente al patriota ilustrado e independiente, que ve en ellas innumerables entradas al influjo extranjero. ¡Cuántos medios no proporcionan para mezclarse entre las facciones domésticas, para ejercitar las artes de la seducción, para desviar la opinión pública y para influir y dominar los consejos! Un afecto de esta clase de nación pequeña, o débil, a otra grande y poderosa irremediablemente la constituye su satélite. Conciudadanos míos: Les suplico que me creáis; la vigilancia de una nación libre debe estar siempre despierta contra las artes insidiosas del influjo extranjero, pues la historia y la experiencia prueban que este es uno de los enemigos más mortales del gobierno republicano. Mas esta vigilancia debe ser imparcial para que sea útil, pues de otro modo viene a ser el instrumento de aquel mismo influjo que intenta evitar. El afecto excesivo a una nación, así como el odio excesivo contra otra, no dejan ver el peligro sino por un lado a los que predominan, y sirven de capa y aun ayudan a las artes del influjo de una u otra. Los verdaderos patriotas que resisten las intrigas de la nación favorita, están expuestos a hacerse sospechosos y odiosos, mientras sus instrumentos y aquellos a quienes alucinan, usurpan el aplauso y confianza del pueblo cuando venden sus intereses. La gran regla de nuestra conducta respecto a las naciones extranjeras, debe reducirse a tener con ellas la menor conexión política que sea posible, mientras extendemos nuestras relaciones comerciales. Que los tratos que hemos hechos hasta ahora, se cumplan con la más perfecta buena fe. Pero no pasemos de aquí. La Europa tiene particulares intereses que no nos conciernen en manera alguna o que nos tocan muy de lejos. De ahí el que se vea envuelta en disputas frecuentes que son esencialmente ajenas a nosotros. Sería, pues, imprudente mezclarnos a las vicisitudes de su política o entrar en las alternativas y choques inherentes a su amistad o enemistad sin tener nosotros un interés directo. Nuestra situación geográfica nos aconseja y permite seguir un rumbo diferente. No está distante la época en que podamos vengar los ataques anteriores, si permanecemos bajo un gobierno activo en que podamos tomar una actitud que haga respetar escrupulosamente la neutralidad a que nos hubiésemos determinado; en que las potencias beligerantes, imposibilitadas de hacer conquistas sobre nosotros, no se arriesgarán con ligereza a provocarnos; en que podemos elegir la guerra o la paz, según lo aconsejare nuestro interés dirigido a la justicia. ¿Por qué perder las ventajas nacidas de nuestra especial situación en el globo? ¿Por qué unir nuestros destinos a los de cualquiera parte de Europa, comprometiendo nuestra paz y prosperidad en las redes de las rivalidades, intereses y caprichos europeos? Nuestra política debe consistir en retraernos de alianzas permanentes hasta donde seamos libres de hacerlo, sin que por esto patrocine yo la infidelidad a los tratados existentes. Tengo por máxima, igualmente aplicable a todos los asuntos públicos o privados, que la honradez es siempre la mejor política. Teniendo cuidado de impulsar las medidas y los establecimientos adecuados a fin de mantenernos en estado de defensa, podremos luego apelar a momentáneas alianzas en los casos de apuro extraordinario. La política, la humanidad y el interés común recomiendan la buena armonía y amistosas relaciones con todos los países. Nuestra política mercantil se debe apoyar en la igualdad e imparcialidad, sin solicitar ni conceder beneficios especiales ni preferencias: consultando el orden natural de las cosas difundiendo y diversificando por medios suaves los manantiales del comercio, sin forzar cosa alguna; estableciendo para dar al comercio una dirección estable, definir los derechos de nuestros comerciantes y proporcionar al gobierno los medios de sostenerlos, reglas convencionales de comunicación, las mejores que permitan las actuales circunstancias y la opinión mutua, pero momentáneas y susceptibles de variarse y abandonarse según lo exigiesen las circunstancias; teniendo siempre presente que es una locura esperar de otra nación favores desinteresados; que lo que acepte bajo este concepto será preciso que lo pague con una parte de su independencia; que admitiéndolos se ponen en precisión de corresponder con valores reales por favores nominales, y aun a que se les trate de ingratos porque no dan más. No puede haber error mayor que esperar o contar con favores verdaderos de nación a nación. Es una ilusión que la experiencia debe curar, que un justo orgullo debe arrojar. Cuando os ofrezco, paisanos míos, estos consejos de un viejo y apasionado amigo, no me atrevo a esperar que hagan una impresión tan duradera como quisiera, ni que contengan el curso común de las pasiones o impidan que nuestra nación experimente el destino que han tenido hasta aquí las demás naciones; pero si puedo solamente lisonjearme que produzcan alguna utilidad parcial, algún bien momentáneo, que alguna vez contribuyan a moderar la furia del espíritu de partido, a cautelaros contra los males de la intriga extranjera y preservaros de las imposturas del patriotismo fingido; esta esperanza compensará suficientemente mi anhelo de vuestra felicidad, único móvil que me ha estimulado a dictarlos. Los archivos públicos y otras pruebas de mi conducta acreditan hasta qué punto los principios que acabo de recordaros me guiaron en el desempeño de mi cargo. Por lo que a mí me toca mi conciencia me asegura que por lo menos he creído haberme dirigido por ellos. Con respecto a la guerra, que todavía subsiste en Europa, mi proclama del 22 de abril de 1793 es el índice de mi plan. El espíritu de esta medida sancionada por vuestra aprobación y por la de vuestros representantes en ambas salas del congreso continuamente me ha gobernado, sin que haya influido cosa alguna para obligarme a abandonarlo. Después de un maduro examen auxiliado de los mejores conocimientos que pude adquirir, me persuadí de que en todas las circunstancias del caso, nuestro país tenía derecho y estaba precisado por la obligación y el interés a tomar una posición neutral. Habiéndola tomado resolví mantenerla con moderación, constancia y firmeza. No hay necesidad de exponer aquí los pormenores y consideraciones relativas al derecho de guardar esta conducta. Sólo diré, que, según mi modo de entender en la materia, lejos de habérsenos negado este derecho por algunas de las potencias beligerantes, ha sido reconocido virtualmente por todas. La obligación de tener una conducta neutral, se deduce sin buscar otras razones, de la obligación que la justicia y la humanidad imponen a toda nación que se halla en libertad de determinar y de mantener inviolables las relaciones de paz y amistad con otras naciones. Los motivos de interés que tenemos para esta conducta será mejor dejarlos a vuestra propia reflexión y experiencia. Una razón dominante para mí ha sido el ganar tiempo, a fin de que se consoliden en nuestro país sus instituciones todavía nuevas, y que progrese, sin interrupción, el grado de fuerza y consistencia necesarias para que disponga, hablando humanamente, de su propia suerte. Aunque revisando los actos de mi administración, no me parece haber cometido ningún error voluntario, sin embargo, por conocer bastante bien mis defectos, reconozco que acaso incurrí en muchos yerros. Cualesquiera que fuesen, ruego al Todopoderoso que mitigue los males a que puedan haber dado lugar, y aun abrigo la esperanza de que mi país se mostrará en esta parte indulgente conmigo. Los servicios que por espacio de cuarenta y cinco años le he prestado con el mayor celo y rectas intenciones, me inducen a creer que se legarán al olvido mis involuntarias culpas, al retirarme de la vida pública. Confiando en esa bondad de mi país, y poseído de un ardiente amor hacia él, tan natural en el hombre que en esta tierra tuvo su cuna y la de sus padres por muchas generaciones, me regocijo anticipadamente al pensar en el tranquilo retiro donde pienso entregarme al reposo, a fin de disfrutar, entre mis queridos conciudadanos, de la benéfica influencia de sabias leyes, bajo un gobierno libre, objeto favorito de mis constantes deseos y la más dulce recompensa que puedan alcanzar nuestros mutuos afanes y peligros».
Testamento de George Washington del 9 de julio de 1799
Última Voluntad y Testamento
George Washington
09 de julio 1799
En el nombre de Dios, Amén.
Yo GEORGE WASHINGTON de Mount Vernon, un ciudadano de los Estados Unidos, y últimamente el presidente de la misma, qué hacer, ordenar y declarar este Instrumento; que está escrito con mi propia mano y cada página del mismo suscrito con mi nombre, para que sea mi última voluntad y testamento, la revocación de todos los demás.
Imprimus. Todas mis deudas, de los cuales hay pero pocos, y ninguno de magnitud, están siendo puntualmente y rápidamente pagado; y los legados en adelante legaron, han de ser dado de alta tan pronto como las circunstancias lo permitan, y en la forma indicada. Artículo. Para mi muy querida y amada esposa Martha Washington Doy y lego el uso, beneficio y en beneficio de toda mi Estate, real y personal, por el término de su vida natural; excepto aquellas partes de la misma que están especialmente eliminarse de aquí en adelante: Mi mucha mejora en la ciudad de Alejandría, situado en Pitt y Cameron Calles, le doy a ella y sus herederos para siempre; como también lo hago a mi hogar y muebles de cocina de todo tipo y clase, con los licores y comestibles que pueden estar a la mano en el momento de mi fallecimiento; para ser utilizados y desechados como ella crea conveniente.
Artículo Tras el fallecimiento de mi esposa, es mi voluntad y deseo, que todos los esclavos que sostengo en mi propio derecho, recibirán su libertad. Para emancipar a ellos durante su vida, que, aunque ‘ardientemente deseada por mí, que asistirán a esas dificultades insuperables a causa de su intermixture por matrimonios con los negros Dower, como para excitar las sensaciones más dolorosas, si no desagradables consecuencias de este último, mientras que ambas descripciones están en la ocupación o el mismo propietario; no está en mi poder, bajo el mandato por el cual los negros Dower se llevan a cabo, manumitirlos. Y mientras que entre los que recibirán la libertad de acuerdo con este legado, puede haber algunos que de la vejez o enfermedades corporales, y otras personas que en razón de su infancia, que no será capaz de mantenerse a sí mismos; Es mi voluntad y el deseo de que todos los que vienen en la primera y segunda descripción será vestido y alimentado por mis herederos mientras viven cómodamente; y que tal de la última descripción que no tienen padres que viven, o si la vida no pueden, o no quieren proveer para ellos, estarán obligados por el Tribunal hasta que se llegue a la edad de veinte y cinco años; y en los casos en que se puede producir ningún registro, por lo que su edad puede determinarse, la Sentencia de la Corte, a partir de su propia visión del tema, será la adecuada y final. Los negros de tal modo relacionados, son (por sus amos o amantes), que enseñó a leer y escribir; Y para ser educado para alguna ocupación útil, conforme á las leyes de la Commonwealth de Virginia, que prevé el apoyo de los huérfanos y otros niños pobres. Y por la presente prohibo expresamente la venta o transporte de la citada Mancomunidad de cualquier esclavo muera poseía, bajo cualquier pretexto que sea. Y lo hago por otra parte el más significativo, y lo más solemnemente que ordeno a mis albaceas nombrados en adelante, o los sobrevivientes de ellos, para ver que esta cláusula de respeto de los esclavos, y cada parte de la misma se cumplió religiosamente en la época a la que se dirige al lugar ; sin evasión, negligencia o retraso, después de que los cultivos que pueden entonces ser en la planta se cosechan, especialmente en lo que respeta a los ancianos y enfermos; Al ver que se establezca un fondo regular y permanente por su apoyo siempre que hay temas que lo requieran; no confiar en la provisión inciertos para ser hecha por individuos. Y a mi hombre mulato, William (que se hace llamar William Lee) le doy libertad inmediata; o si debería preferirlo (a causa de los accidentes que le han sucedido, y que han hecho incapaz de caminar o de cualquier activo.) a permanecer en la situación que ahora es, que será opcional en que lo haga : en cualquier caso, sin embargo, yo le permito una renta vitalicia de treinta dólares durante su vida natural, que será independiente de los víveres y ropa que se ha acostumbrado a recibir, si así lo desea la última alternativa: pero en su totalidad con su libertad, si él prefiere la primera: y este le da como un testimonio de mi sentido de su apego a mí, y por sus fieles servicios durante la guerra revolucionaria.
Opción Para los Fideicomisarios (Gobernadores, o por alguna nombrar que se las designe) de la Academia en la ciudad de Alejandría, doy y lego, en confianza, cuatro mil dólares, o en otras palabras, veinte de las acciones que tengo en la Banco de Alejandría, hacia el apoyo de una escuela libre, establecido en, y adjunta a la citada Academia; con el propósito de educar a estos niños huérfanos o los hijos de aquellas otras personas pobres y sin recursos como son incapaces de cumplir con sus propios medios: y que, a juicio de los Síndicos de dicho Seminario, están mejor derecho a la prestación de esta donación. Las veinte acciones antes mencionadas que doy y lego a perpetuidad: los dividendos de los cuales sólo se han de extraer para, y aplicada por dicho Patronato, por el momento, para los usos antes mencionados; la población permanezca entero y sin tocar; menos que los indicios de un fallo de dicho Banco deben ser evidentes, o interrupción del mismo debe hacer un retiro de este fondo es necesario; en cualquiera de estos casos, el importe de la Bolsa de aquí concebido, debe ser investido en algún otro banco o institución pública, por lo que el interés puede con la regularidad y seguridad se elaborará y aplicará como anteriormente. Y para evitar malentendido, lo que quiero decir es, y se declara a ser, que estos veinte acciones son en lugar de, y no además de, las mil libras dadas por una carta misiva hace algunos años; en consecuencia de lo cual, una anualidad por cincuenta libras desde ha prestado hacia el apoyo de esta Institución.
Artículo Considerando que, mediante una ley del estado de Virginia, promulgada en el año 1785, la Legislatura de la misma estaba contento (como una evidencia de su aprobación de los servicios que había prestado al público durante la Revolución; y en parte, creo que, en consideración de mi haber sugerido los enormes ventajas que la comunidad se derivaría de la ampliación de su navegación interior, bajo el patrocinio Legislativo) para presentarme con cien acciones de cien dólares cada uno, en la sociedad constituida establecido con el propósito de ampliar la navegación de James río de agua de la marea a las montañas, y también con cincuenta acciones de ciento libras esterlinas cada uno, en la Corporación de otra empresa, del mismo modo establecido para el mismo propósito de la apertura de la navegación en el río Potomac de agua de la marea a Fort Cumberland; la aceptación de que, aunque la oferta era muy honrado y agradecido a mis sentimientos, fue rechazada, por ser incompatible con un principio que había adoptado, y nunca se había apartado de, es decir, no para recibir una compensación económica por los servicios que podía rendir mi País en su ardua lucha con Gran Bretaña, por sus derechos: y porque había evadido proposiciones similares de otros Estados de la Unión; añadiendo a esta negativa, sin embargo, una indicación de que, si debe ser el placer de la Legislatura, que me permite apropiarse de dichas acciones a usos públicos, me gustaría recibirlos en esos términos con la debida sensibilidad; y esto lo ha consentido, en términos halagadores, como se verá por una Ley posterior, y las resoluciones de varios, de la manera más amplia y honorable, procedo después de este decreto, para la comprensión más correcta del caso, a declarar:
Que como lo ha sido siempre una fuente de pesar serio conmigo, para ver a la juventud de estos Estados Unidos envió a los países extranjeros con el propósito de la educación, a menudo antes de que se formaron sus mentes, o habían bebido alguna idea suficiente de la felicidad de su propio; contratación, con demasiada frecuencia, no sólo los hábitos de la disipación y la extravagancia, sino principios hostiles a Gobierno republicano y hacia las libertades verdaderas y auténticas de la humanidad; que, a partir de entonces rara vez superar. Por estas razones, ha sido mi deseo ardiente de ver un plan ideado en una escala liberal que tendría una tendencia a extenderse ides sistemáticas a través de todas las partes de esta creciente Imperio, con lo que ver los archivos adjuntos y los prejuicios del Estado de distancia locales, en lo que la naturaleza de las cosas lo haría, o de hecho debe admitir, de nuestros Consejos Nacionales. Mirando ansiosamente hacia adelante a la realización de tan deseable un objeto como este es (en mi opinión) mi mente no ha podido contemplar cualquier plan más probabilidades de alcanzar la medida de la creación de una universidad en una parte central de los Estados Unidos, para que los jóvenes de la fortuna y talentos de todas partes de los mismos podría ser enviado para la finalización de su educación, en todas las ramas de la literatura educado en las artes y las Ciencias, en la adquisición de conocimientos en los principios de la política y el buen gobierno; y (como una cuestión de importancia infinita a mi juicio) mediante la asociación con otros, y formar amistades en años juveniles, tener la posibilidad de liberarse en un grado adecuado de esos prejuicios locales y celos habituales que se acaban de mencionar; y que, al ser llevada al exceso, se que nunca fallan las fuentes de inquietud de la opinión pública, y embarazada de consecuencias dañosas a este país: Bajo estas impresiones, así que totalmente dilatado.
Artículo Doy y lego a perpetuidad las cincuenta acciones que tengo en la empresa Potomac (bajo las Leyes antes mencionadas de la Legislatura de Virginia) en dirección a la dotación de una universidad que se establecerá dentro de los límites del Distrito de Columbia, bajo los auspicios de el Gobierno general, si ese Gobierno debe inclinar para extender una mano hacia el fomento de ella; y hasta que se establezca como el Seminario, y los fondos que surgen en estas acciones se requiere para su apoyo, mi mayor deseo es Will y que el beneficio acumular allí desde deberán, siempre que se hagan los dividendos, se presenta en la compra de acciones en el Banco de Columbia o cualquier otro banco, a discreción de mis albaceas; o por el Tesorero de los Estados Unidos por el momento, bajo la dirección del Congreso; siempre que el cuerpo honorable debería patrocinar la medida, y el procedimiento por dividendos procedentes de la compra de tales acciones es haber sido conferida más existencias, y así sucesivamente, hasta que se obtiene una suma adecuada para la realización del objeto, de la que yo no la tengo más pequeña duda, antes de muchos años muere; incluso si no hay ayuda o alentado está dada por la autoridad legislativa, o de cualquier otra fuente
Artículo Los cien acciones que tenía en la Compañía Fluvial James, me han dado, y ahora confirmar a perpetuidad a, y para el uso y beneficio de la libertad-Hall de la Academia, en el condado de Rockbridge, en el estado de Virginia.
Artículo Libero exonerar y descarga, la finca de mi difunto hermano Samuel Washington, desde el pago del dinero que se debe a mí por la tierra vendí a Philip Pendleton (acostado en el Condado de Berkeley) quien asignó el mismo para él la dijo Samuel; que, por acuerdo era que pagarme por lo tanto. Y mientras que por algún contrato (el significado de los cuales nunca se comunicó conmigo.) Entre dicho Samuel y su hijo Thornton Washington, este último fue poseído de la Tierra antes mencionado, sin ningún medio de transporte que ha pasado de mí, ya sea a dicho Pendleton, dicho Samuel, o dicho Thornton, y sin ninguna consideración de haber sido hechas, por lo que la negligencia ni el título legal ni equitativo ha sido enajenado; por lo tanto, corresponde a mí hablar de mis intenciones relativas a los locales; y estos son para dar y legar dicha tierra a quien el dijo Thornton Washington (que también está muerto) ideado la misma; oa sus herederos para siempre, si él moría Interestatal: Exonerar la finca de dicho Thornton, igualmente con la de dicho Samuel del pago del precio de compra; que, con interés, agradablemente con el contrato original con el dicho Pendleton, ascendería a más de mil libras. Y mientras, otros dos hijos de mi hermano fallecido, dijo Samuel, a saber, George Washington Steptoe y Lawrence Agustín Washington, fueron por el fallecimiento de aquellos a cuyo cuidado estaban comprometidos, traído bajo mi protección, y en consecuencia han ocasionado los avances de mi parte para la educación heredero en el Colegio, y otras escuelas, por su comida, ropa y sus gastos incidentales, a la cantidad de cerca de cinco mil dólares por encima de las sumas facilitadas por su Raíces, cuya suma puede ser un inconveniente para ellos, o de la propiedad de su padre a la devolución. Lo hago por estas razones les absuelven, y dicha finca, desde el pago de la misma. Mi intención es, que todas las cuentas entre ellos y yo, y la herencia de su padre y de mí, serán firmes equilibrada.
Artículo El saldo adeudado a mí desde el Estate de Bartolomé Dandridge fallecido (el hermano de mi esposa) y que ascendieron en el primer día del mes de octubre 1795 a cuatrocientos veinticinco libras (como aparecerá por una cuenta rendida por su hijo fallecido John Dandridge , que fue el ejecutor de actuar. de la voluntad de su padre,) me libero y absuelvo del pago de los mismos. Y los negros, (entonces treinta y tres en número) que antes pertenecían a la mencionada finca, que fueron llevados en ejecución, vendido, y comprado en mi cuenta en el año y desde entonces han permanecido en el poder, y para el uso de María, viuda del citado Bartolomé Dandridge, con su aumento, es mi voluntad y deseo continuará, y estar en su posesión, sin pagar alquiler, o hacer una compensación por la misma por el tiempo pasado o por venir, durante su vida natural ; al término de los cuales, ordeno que todos los que están cuarenta años y hacia arriba, recibiréis su libertad; todos los menores de esa edad y por encima de los dieciséis años, deberá cumplir siete años y ya no; y todos menos de dieciséis años desempeñarán hasta que veinte y cinco años de edad, y luego sean libres. Y para evitar conflictos respetando las edades de cualquiera de estos negros, que han de ser llevados a la Corte del Condado en el que residen, y el juicio de los mismos, en esta relación, serán definitivas; y un registro de los mismos hizo; que puede aducirse como prueba en cualquier momento posterior, en caso de surgir disputas referentes al mismo. Y aún más directa, que los herederos de dicho Bartolomé Dandridge deberán, igualmente, compartir los beneficios derivados de los servicios de dichos negros de acuerdo con el tenor de este legado, tras el deceso de su madre.
Artículo Si Charles Carter, que se casaron con mi sobrina Betty Lewis no está suficientemente asegurado en el título de los lotes que tenía de mí en la ciudad de Fredericksburgh, es mi voluntad y deseo que mis albaceas harán dichos medios de transporte de los que determine la ley requerirá para que sea perfecto.
Tema Para mi sobrino William Agustín Washington y sus herederos (si debía concebir que fueran objetos por valor de enjuiciamiento) y a sus herederos, mucho en la ciudad de Manchester (frente a Richmond) No. 265 dibujado en mi única cuenta, y también la décima parte de uno o dos, cien acre, y dos o tres lotes de medio acre en la Ciudad, y alrededores de Richmond, elaborado en colaboración con otras nueve personas, todas en la lotería del difunto William Byrd se dan; como también es un lote que compré de John Capucha transmitida por William Willie y Samuel Gordon, Síndicos de dicho John Capucha numerada 139 en la ciudad de Edimburgo, en el Condado de Prince George, estado de Virginia.
Tema Para mi sobrino Bushrod Washington, doy y lego todos los documentos en mi poder que se relacionan con mi Administración Civil y Militar de los asuntos de este país; Lo dejo a él también como de mis papeles privados como son vale la pena preservar; y al fallecimiento de mi esposa, y antes; si ella no está dispuesta a retenerlos, doy y lego mi biblioteca de libros y folletos de todo tipo.
Artículo Habiendo vendido tierras que poseía en el estado de Pennsylvania, y parte de un tratado celebrado en igualdad de derechos con George Clinton, fallecido gobernador de Nueva York, en el Estado de Nueva York; mi parte de la tierra, y el interés, en el Great Dismal Swamp, y una zona de la tierra que yo tenía en el condado de Gloucester; reteniendo los títulos legales mismos, hasta que el dinero se preste atención. Y además de haber arrendado, y condicionalmente vendido (como se verá por el tenor de dichos contratos de arrendamiento) todas mis tierras en el Gran Kanhawa, y una zona de la tierra en Ejecutar Difícil, en el condado de Loudon, es mi voluntad y dirección, que cuando quiera que los contratos son plenamente, y, respectivamente, de cumplirse, de acuerdo con el espíritu, la verdadera intención y significado de los mismos, por parte de los compradores, sus herederos o cesionarios, que a continuación, y en ese caso, medios de transporte han de ser realizados, agradablemente a los términos de dichos contratos; Y el dinero que den origen, cuando se pagan, que recae en el Banco de stock; los dividendos de lo cual, a partir de ese también que. ya está investida en él, es habituar a mi esposa dijo durante su vida; pero el archivo en sí es permanecer, y estará sujeto a la distribución general, dirigida en adelante.
Artículo Para el conde de Buchan me renueven «la caja hecha de la Encina que albergó el Gran Sir William Wallace después de la batalla de Falkirk» presentado a mí por su señoría, en términos demasiado halagador para mí, repito, con la petición de «pasar que, en el caso de mi fallecimiento, para el hombre de mi país, que debe aparecer para merecer lo mejor, en las mismas condiciones que le han inducido a la envían a mí. «Ya sea fácil, o no, para seleccionar al hombre que podría comportarse con su opinión señorías en este sentido, no es que yo lo diga; pero concibiendo que ninguna disposición de este valioso curiosidad puede ser más elegible que el nuevo compromiso de la misma para su propio Gabinete, agradablemente con el diseño original de la compañía Goldsmith de Edimburgo, quien lo presentó a él, y cuando éste lo solicite, consintió en que debería ser transferido a mí; Yo doy y lego lo mismo a su señorío, y en caso de su fallecimiento, a su heredero con mi más sincero agradecimiento por el distinguido honor de presentar a mí; y más especialmente para los sentimientos favorables con que la acompañaba.
Artículo a mi hermano Charles Washington Doy y lego la Caña de oro con cabeza me dejó por el doctor Franklin en su Voluntad. Añado nada a ella, debido a la amplia provisión que he hecho para su emisión. Para los conocidos y amigos de mis años juveniles, Lawrence Washington y Robert Washington, de Chotanck, doy mis otros dos bastones de oro con cabeza, tener mis brazos grabadas en ellos; y para cada uno (ya que será útil en el que viven,) os dejo una de las gafas espía que constituían parte de mi bagaje durante la última guerra. Para mi compatriota en brazos y viejo e íntimo amigo el doctor Craik, doy mi Oficina (o como los Fabricantes Gabinetes llaman, Secretario Tambour,) y la silla circular, un apéndice de mi estudio. Para el doctor David Stuart, doy mi gran afeitar y tocador, y mi telescopio. Para el reverendo, ahora Bryan, Lord Fairfax, le doy una Biblia en tres grandes volúmenes en folio, con notas, presentado a mí por el Reverendo Thomas Wilson, obispo de Sodor y Man. Para el general de la Fayette, le doy un par de pistolas de acero finamente labradas, tomado al enemigo en la guerra revolucionaria. A mis hermanas en la ley Hannah Washington y Mildred Washington; a mis amigos Eleanor Stuart, Hannah Washington de Fairfield, y Elizabeth de Washington de Hayfield, doy, cada uno, un anillo de luto del valor de cien dólares. Estos legados no se hacen por el valor intrínseco de ellas, sino como recuerdos de mi estima y consideración. Para Tobias Lear, le doy el uso de la granja de la que ahora tiene, en virtud de un contrato de arrendamiento de mí hacia él, y su difunta esposa (para y durante su vida natural) libres de renta durante su vida; al término de los cuales, es que ser eliminados como es en adelante se indica. To Sally B. Haynie (un pariente lejano mío) Doy y lego trescientos dólares. Para Sarah hija Verde del difunto Thomas Bishop, y de Ann Walker, hija de John. Alton, también fallecido, que doy, cada cien dólares, en consideración de la unión de sus padres hacia mí, cada uno de los cuales de haber vivido casi cuarenta años en mi familia. Para cada uno de mis sobrinos, William Agustín Washington, George Lewis, George Washington Steptoe, Bushrod Washington, y Samuel Washington, le doy una de las espadas o Cutteaux de que muera poseídos; y han de elegir en el orden en que se nombran. Estas espadas son acompañados con un mandato de no desenvainar ellos con el propósito de derramar sangre, si no fuere por defensa propia o en defensa de su país y sus derechos; y en este último caso, para mantenerlos sin funda, y prefieren caer con ellos en sus manos, a la renuncia de los mismos.
Y AHORA
Después de haber pasado por estos legados específicos, con explicaciones para la comprensión más correcta del significado y el diseño de ellos, procedo a la distribución de las partes más importantes de mi Raíces, en forma siguiente: Primero. Para mi sobrino Bushrod Washington y sus herederos (en parte, en la consideración de una intimación a su padre fallecido, mientras estábamos solteros, y que había emprendido amablemente para supervisar mi Raíces durante mis servicios militares en la antigua guerra entre Gran Bretaña y Francia, que si debería caer en ella, Mount Vernon (entonces menos extenso en el dominio que en la actualidad) debe convertirse en su propiedad) doy y legar toda aquella parte del mismo que está comprendido dentro de los siguientes límites, a saber: Comenzando en el vado de Dogo plazo, cerca de mi Mill, y que se extiende a lo largo de la carretera, y limitada de este modo, ya que ahora se va, y nunca ha pasado desde que mi recuerdo de él, hasta el vado de poca caza Creek en la primavera de las encías hasta que llega a una loma, frente a un viejo camino que anteriormente pasado por el campo inferior de Granja agujero fangoso; a la que, en el lado norte de la citada carretera son tres robles rojos, o españoles marcados como una esquina, y una piedra placed.-desde allí por una línea de árboles para ser marcados, rectangular a la línea de fondo, o límite exterior de la tracto entre Thomson Mason y yo, -thence con esa línea Easterly (ahora doble amaraje forzoso con un post & Rail valla al respecto) a la carrera de poca caza Creek. desde allí con ese plazo, que es el límite entre las tierras de la tarde Humphrey Peake y yo, con el agua de la marea de dicho Creek; desde allí por que el agua para el río Potomac. desde allí con el río hasta la desembocadura del Dogo Creek. y desde allí con el citado Dogo arroyo, hasta el lugar de inicio en el vado antes mencionado; que contiene más de cuatro mil Acres, será el mismo más o menos junto con la casa Mansion, y todos los demás edificios, y mejoras de las mismas.
Segundo En consideración de la consanguinidad entre ellos y mi mujer, está tan cerca relacionado a ella como a mí mismo, como a causa de la afección que tenía para, y la obligación de que estaba bajo a, su padre cuando vivía, que desde su juventud había adjunta a sí mismo a mi persona, y seguido mis fortunas a través de las vicisitudes de la tarde Revolución; después de dedicar su tiempo a la Superintendencia de mis asuntos privados durante muchos años, mientras mis empleos públicos prestados impracticable para mí hacer yo mismo, con lo que me ofrezcan servicios esenciales, y siempre llevar a cabo de una manera más filial y respetuoso, pues estas mujeres razones que digo, me dan y legan a George Washington Fayette, y Laurence Augustine Washington y sus herederos, mi Raíces al este de Little Hunting Creek, situada en el río Potomac; incluyendo la granja de 360 Acres, arrendada a Tobias Lear como notado antes, y que contiene en su conjunto, por los hechos, dos mil setenta y siete hectáreas, ya sea más o menos. ¿Qué dijo Estate es mi voluntad y el deseo debe ser equitativa, y divide ventajosamente entre ellos, de acuerdo a la cantidad, calidad y demás circunstancias en que el menor deberá haber llegado a la edad de veintiún años, por tres hombres juiciosos y desinteresados; uno será elegido por cada uno de los hermanos, y el tercero por estos dos. Mientras tanto, si la terminación de la participación de mi esposa en ella debería haber cesado, se que se aplicarán las ganancias derivadas de las mismas, para sus usos comunes y beneficios: –
Tercera. Y mientras que siempre ha sido mi intención, ya que mi expectativa de tener cuestión ha cesado, a considerar él los niños Grandes de mi esposa en la misma luz que yo hago mis propias relaciones, y actuar una parte amable por ellos; sobre todo por los dos que hemos criado desde su más tierna infancia, a saber: Eleanor Parke Custis, y George Washington Parke Custis. Y mientras que el primero de ellos hath últimamente se casaron con Lawrence Lewis, un hijo de mi difunta hermana Betty Lewis, por lo que la unión de la inducción a proporcionar para ambos ha aumentado; Por tanto, yo doy y lego a dicho Lawrence Lewis y Eleanor Parke Lewis, su esposa, y sus herederos, el residuo de mi Mount Vernon Estate, no se ha ideado para mi sobrino Bushrod Washington, comprendido dentro de la descripción que sigue, a saber: toda la tierras del Norte de la carretera que conduce desde el vado de Dogo correr a la primavera de las encías como se describe en el legado de la otra parte de las vías, a Bushrod Washington, hasta que llega a la piedra y tres robles rojos o española sobre la loma. desde allí con la línea rectangular de la línea de la espalda (entre el señor Mason & me) desde ahí con esa línea del oeste, a lo largo de la nueva doble zanja al Dogo de ejecución, por la presa cayendo de mi Mill; desde allí con el citado plazo hasta el vado antes mencionado; a la que agrego toda la tierra que poseo al oeste de dicho plazo Dogo, Dogo Creek y salté este y sur de ese modo; junto con el molino, la destilería y el resto de las casas y las mejoras en las instalaciones, que dan juntos como dos mil Acres, ya sea más o menos.
Cuarta. Accionado por el principio ya mencionado, me doy y lego a George Washington Parke Custis, el nieto de mi esposa, y mi Ward, y para sus herederos, el tracto me aferro Four Mile Run en las proximidades de Alejandría, que contiene mil doscientos cientos de hectáreas, más o menos, y toda mi plaza, número veintiuno, en la ciudad de Washington.
Quinto Todo el resto y residuo de mi Estate, real y personal, no eliminarse de manera antedicha. En absoluto consistente, donde quiera mentir, y cuando quiera que se encuentra, un calendario de los cuales, en lo que se recordó, con una estimación razonable de su valor, se suscriben el presente Convenio adjuntarse: Yo deseo puede ser vendido por mis albaceas en esos momentos, de tal manera, y en tales crédito (si una distribución equitativa, válida y satisfactoria de la propiedad específica no se puede hacer sin ella), como, a su juicio, será más favorable a los intereses de las partes interesadas; y los dineros derivados de los mismos que se divide en veintitrés partes iguales, y se aplica de la siguiente manera, a saber:
Para William Agustín Washington, Elizabeth Spotswood, Jane Thornton y los herederos de Ann Ashton; hijo, y las hijas de mi difunto hermano Agustín Washington, doy y lego cuatro partes; es decir, una parte para cada uno de ellos.
Para Fielding Lewis, George Lewis, Robert Lewis, Howell Lewis y Betty Carter, hijos e hija de mi hermana fallecida Betty Lewis, doy y lego, otras cinco partes, una para cada uno de ellos.
Para George Steptoe Washington, Lawrence Agustín Washington, Parques Harriot, y los herederos de Thornton Washington, hijos e hija de mi hermano difunto Samuel Washington, doy y lego otras cuatro partes, una parte para cada uno de ellos.
Para Corbin Washington, y los herederos de Jane Washington, hijo e hija de mi hermano fallecido John Augustine Washington Doy y lego dos partes; una parte a cada uno de ellos.
Para Samuel Washington, Frances Ball y Mildred Hammond, hijo e hijas de mi hermano Charles Washington, doy y lego tres partes: una parte para cada uno de ellos. Y a George Washington Fayette,
Para Charles Augustine Washington y Maria Washington, hijos e hija de mi sobrino fallecido, Geo: Agustín Washington, le doy otra parte; es decir, a cada tercio de esa parte.
Para Elizabeth Ley Parke, Martha Parke Pedro, y Eleanor Parke Lewis, doy y lego otras tres partes, es decir, una parte para cada uno de ellos.
Y a mis sobrinos Bushrod Washington y Lawrence Lewis, y para mi barrio, el nieto de mi esposa, me dan y legar otra parte: -es decir, un tercio de los mismos a cada uno de ellos. Y si así sucediera, que cualquiera de estas personas cuyos nombres están aquí enumerados (desconocido para mí) ahora debe ser fallecido, o debe morir antes que yo, que en cualquiera de estos casos, los herederos de esas personas fallecidas deberán, sin perjuicio, obtener todo el beneficio de la herencia; de la misma manera como si él, o ella, en realidad estaba viviendo en el momento.
Y a modo de consejo, se lo recomiendo a mis albaceas no ser precipitado en la eliminación de la propiedad de la tierra (en este documento dirigido a venderse) si por causas temporal la venta de los mismos debe ser aburrida; la experiencia ha evidenciado plenamente, que el precio de la tierra (especialmente por encima de las cataratas de los ríos y en las aguas occidentales) han sido progresivamente en aumento, y no puede ser largo registró su valor cada vez mayor. Y yo particularmente recomiendo a aquellos de los legatarios (bajo esta cláusula de mi Voluntad) como puede que sea conveniente, para tomar cada uno una parte de mi acción en la compañía Potomac en lugar de la cantidad de lo que se podría vender por: estar bien convencido a mí mismo, que no hay usos a los que se puede aplicar el dinero será tan productivo como los peajes resultantes de esta navegación cuando está en pleno funcionamiento (y esto desde la naturaleza de las cosas debe ser «antes de mucho tiempo) y más especialmente si la de la Shenandoah se añade a la misma.
El panteón de la familia en el Monte Vernon requieran reparación, y está situada incorrectamente, además, deseo que uno nuevo de ladrillo, y en una escala más grande, puede ser construido, a los pies de lo que comúnmente se llama la Viña Recinto, en la planta que está marcado. En lo que mis restos, con los de mis parientes difuntos (ahora en la antigua cámara acorazada) y esos otros de mi familia pueden elegir ser sepultado allí, se puede depositar. Y es mi deseo expreso de que mi cadáver puede estar enterrado en una manera privada, sin desfile, o discurso fúnebre.
Por último, constituyo y designo a mi muy querida y amada esposa Martha Washington, mis sobrinos William Agustín Washington, Bushrod Washington, George Washington Steptoe, Samuel Washington y Lawrence Lewis, y mi pupila George Washington Parke Custis, (cuando se haya llegado a la edad de veinte años años) Executrix y ejecutores de este testamento, en la construcción de la que fácilmente se percibe que no tiene carácter profesional ha sido consultado, o ha tenido alguna Agencia en el proyecto; y que, a pesar de que ha ocupado muchos de mis horas de ocio de digerir y que a través de ella en su forma actual, puede, no obstante, aparecerá crudo y correctos. Pero después de haber procurado ser normal, y explícita en todas las Devises, incluso a expensas de la prolijidad, tal vez de la tautología, espero, y la confianza, que no se producirán conflictos relativos a ellos; pero si, contrariamente a lo esperado, el caso debe ser de otra manera, de la falta de expresión legal, o los términos técnicos habituales, o porque demasiado o muy poco se ha dicho sobre alguno de los Devises sea consonante con la ley, Mi Voluntad y dirección es claramente que todas las disputas (si desgraciadamente nadie le diese surgir) se decidirán por tres hombres inteligentes imparciales, conocidos por su probidad y buen entendimiento; dos a elegir por los contendientes, cada uno con la elección de uno, y el tercero por los dos. Por lo tanto el que tres hombres elegidos, deberán, sin trabas por la Ley, o construcciones legales, declarar su sentido de la intención del testador; y tal decisión es, a todos los efectos sean tan vinculantes para las partes como si se hubiera dado en la Corte Suprema de los Estados Unidos.
En fe de todos y de cada una de las cosas de lo contenido que he puesto mi firma y sello, con fecha nueve de julio, en el año un mil setecientos noventa y de la Independencia de los Estados Unidos el vigésimo cuarto lugar.