Discurso "El Islam es paz" pronunciado en el Centro islámico de Washington el 18 de septiembre de 2001

Menos de una semana después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el entonces mandatario estadounidense, George W. Bush –republicano- pronunció un discurso especialmente compasivo sobre los “hermanos y hermanas musulmanes” de Estados Unidos:

Este fue el contenido de aquel discurso, compilado en los Archivos de la Casa Blanca :

«Gracias a todos por su hospitalidad. Acabamos de tener una amplia discusión sobre el asunto en cuestión (el atentado). Como la gente buena que estaba conmigo, el pueblo estadounidense estaba horrorizado e indignado ante los ataques del martes pasado. Y así también los musulmanes en todo el mundo. Tanto los estadounidenses como los amigos y ciudadanos musulmanes estaban horrorizados y no podían creer lo que vimos en nuestras pantallas de televisión.

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Estos actos de violencia contra los inocentes violan los principios fundamentales de la fe islámica. Y es importante que mis compatriotas estadounidenses comprendan eso.

La traducción al inglés no es tan elocuente como el árabe original, pero permítanme citar el Corán mismo: A la larga, el mal en extremo será el fin de los que hacen el mal. Por eso rechazaron los signos de Alá y los retuvieron en ridículo.

El rostro del terror no es la verdadera fe del Islam. Eso no es lo que trata el Islam. El Islam es paz. Estos terroristas no representan la paz. Representan el mal y la guerra.

Cuando pensamos en el Islam, pensamos en una fe que trae consuelo a mil millones de personas en todo el mundo. Miles de millones de personas encuentran consuelo y paz. Y eso ha hecho que los hermanos y hermanas de cada raza.

América (EEUU) cuenta con millones de musulmanes entre nuestros ciudadanos, y los musulmanes hacen una contribución increíblemente valiosa a nuestro país. Los musulmanes son doctores, abogados, profesores de derecho, miembros de los militares, empresarios, comerciantes, madres y papás. Y necesitan ser tratados con respeto. En nuestro enojo y emoción, nuestros compatriotas estadounidenses deben tratarse mutuamente con respeto.

Las mujeres que cubren sus cabezas en este país deben sentirse cómodas fuera de sus hogares. Las mamás que usan la cubierta no deben ser intimidadas en América. Esa no es la América que conozco. Ese no es el valor de América que yo conozco.

Me han dicho que algunos temen irse; algunos no quieren ir de compras para sus familias; algunos no quieren ir sobre sus rutinas diarias ordinarias porque, por el uso de la cubierta, tienen miedo de que se sienten intimidados. Eso no debería ser y eso no será en los Estados Unidos.

Aquellos que sienten que pueden intimidar a nuestros conciudadanos para quitarles su ira no representan lo mejor de América, representan lo peor de la humanidad y deberían avergonzarse de ese tipo de comportamiento.

Éste es un gran país. Es un gran país porque compartimos los mismos valores de respeto, dignidad y valor humano. Y es un honor para mí reunirme con líderes que sienten lo mismo que yo. Están indignados, están tristes. Aman a América tanto como yo.

Quiero darles las gracias a todos por darme la oportunidad de venir. Y que Dios nos bendiga a todos».

Discurso pronunciado ante una Sesión Conjunta del Congreso el 20 de septiembre 2001

«Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor Presidente Pro Tempore, Miembros del Congreso, y conciudadanos:

En el curso normal de los acontecimientos, los Presidentes acuden a esta cámara a presentar un informe sobre el estado de la nación. Esta noche, no es necesario tal informe. Ya ha sido dado por el pueblo estadounidense.

Lo hemos visto en la valentía de los pasajeros que se abalanzaron contra los terroristas para salvar a otros que se encontraban en tierra, pasajeros como un hombre excepcional llamado Todd Beamer. Por favor ayúdenme a darle la bienvenida a su esposa, Lisa Beamer, esta noche.

Hemos visto el estado de nuestra nación en la resistencia de los socorristas, quienes trabajaron más allá del agotamiento. Hemos visto el despliegue de banderas, el encendimiento de las velas, la donación de sangre, el rezo de oraciones en inglés, hebreo y árabe. Hemos visto la decencia de un pueblo afectuoso y generoso, que ha hecho propio el duelo de los extraños.

Mis conciudadanos, durante los pasados nueve días, el mundo entero ha visto por sí mismo el estado de nuestra nación, y es sólido.

Esta noche somos un país que despertó al peligro y fue llamado a defender la libertad. Nuestra aflicción se ha convertido en ira, y la ira en determinación. Se hará justicia, ya sea trayendo a nuestros enemigos ante la justicia, o llevando la justicia a nuestros enemigos.

Agradezco al Congreso por su liderazgo durante un período tan importante. Todo Estados Unidos se conmovió la noche de la tragedia al ver a republicanos y a demócratas, reunidos en los escalones de este Capitolio, cantando «God Bless America». E hicieron más que cantar. Tomaron acción al enviar 40mil millones de dólares para reconstruir nuestras comunidades y satisfacer las necesidades de nuestras fuerzas armadas.

Presidente de la Cámara Hastert y Líder de la Minoría Gephardt, Líder Mayoritario Daschle y Senador Lott, les doy las gracias por su amistad y por su liderazgo y por su servicio a nuestro país.

Y en nombre del pueblo estadounidense, agradezco al mundo por esta efusión de apoyo. Estados Unidos nunca olvidará las notas de nuestro himno nacional tocadas en el Palacio de Buckingham, y en las calles de París, y en la puerta de Brandenburgo en Berlín. No olvidaremos a los niños surcoreanos reunidos en oración afuera de nuestra embajada en Seúl, ni las oraciones de condolencia ofrecidas en una mezquita en El Cairo. No olvidaremos los momentos de silencio y los días de duelo en Australia y Africa y América Latina.

Ni olvidaremos tampoco a los ciudadanos de 80 otras naciones quienes murieron con los nuestros: docenas de pakistaníes; más de 130 israelitas; más de 250 ciudadanos de la India; hombres y mujeres de El Salvador, Irán, México, y Japón; y cientos de ciudadanos británicos. Estados Unidos no tiene un amigo más fiel que Gran Bretaña. Una vez más, nos hemos unido por una gran causa. Me siento honrado de que el Primer Ministro británico haya cruzado el océano para demostrar su solidaridad con los Estados Unidos. Gracias por haber venido amigo.

El once de septiembre, los enemigos de la libertad cometieron un acto de guerra contra nuestro país. Los estadounidenses han visto guerras, pero durante los pasados 136 años, esas guerras han sido en territorio extranjero, con la excepción de un domingo en 1941. Los estadounidenses han visto las bajas de guerra, pero no en el medio de una gran ciudad durante una mañana pacífica. Los estadounidenses han visto los ataques sorpresa, pero nunca antes contra miles de civiles. Todo esto se nos impuso en un solo día, y la noche cayó sobre un mundo distinto, un mundo en el que la propia libertad está bajo ataque.

Los estadounidenses tienen muchas preguntas esta noche. El pueblo se pregunta: ¿Quién atacó a nuestro país?

Toda la evidencia que hemos recolectado apunta hacia una colección de organizaciones terroristas afiliadas informalmente y conocida como al-Qaida. Son los mismos asesinos acusados de bombardear las embajadas estadounidenses en Tanzanía y Kenia, y los responsables del bombardeo del U.S.S. Cole.

Al-Qaida es al terror lo que la mafia es al crimen. Pero su objetivo no es ganar dinero; su objetivo es reformular el mundo e imponer sus creencias radicales en pueblos por todas partes.

Los terroristas practican una versión marginal de extremismo islámico que ha sido rechazado por los eruditos musulmanes y la gran mayoría de los clérigos musulmanes, un movimiento marginal que distorsiona la doctrina pacífica del Islam. Las directivas de los terroristas los ordenan a matar a los cristianos y a los judíos, a matar a todos los estadounidenses, y a no diferenciar entre los militares y los civiles, incluso las mujeres y los niños.

Este grupo y su líder — un hombre llamado Usama bin Ladin — están vinculados a muchas otras organizaciones en distintos países, entre ellos la Yihad Islámica Egipcia y el Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Hay miles de estos terroristas en más de 60 países. Son reclutados de sus propias naciones y vecindarios, y llevados a campamentos en lugares tales como Afganistán, donde son entrenados en las tácticas del terror. Son devueltos a sus hogares o enviados a esconderse en países por todo el mundo para tramar la maldad y la destrucción.

Los líderes de al-Qaida tienen mucha influencia en Afganistán, y apoyan al régimen Talibán en el control de la mayoría de ese país. En Afganistán, vemos la visión del mundo de al-Qaida.

El pueblo de Afganistán ha sido tratado brutalmente — muchos están muriéndose de hambre y muchos han huido. No se permite que las mujeres asistan a la escuela. Uno puede ser encarcelado por tener un televisor. La religión puede practicarse solamente de la manera en que dicten sus líderes. Un hombre puede ser encarcelado en Afganistán si su barba no es suficientemente larga.

Estados Unidos respeta al pueblo de Afganistán — al fin y al cabo, hoy por hoy somos su mayor fuente de ayuda humanitaria — pero condenamos al régimen del Talibán. No sólo está reprimiendo a su propia gente, está amenazando a la gente de todas partes del mundo al patrocinar y albergar y abastecer a los terroristas. Al ser cómplice de los asesinos, el régimen del Talibán también se convierte en asesino. Y esta noche, los Estados Unidos de América exige lo siguiente del Talibán:

Entreguen a todos los líderes de al-Qaida que se esconden en su territorio a las autoridades estadounidenses.

Pongan en libertad a todos los extranjeros — entre ellos los ciudadanos estadounidenses — que han apresados injustamente, y protejan a los periodistas, los diplomáticos y los socorristas extranjeros en su país.

Cierren inmediata y permanentemente todos los campamentos de entrenamiento en Afganistán y entreguen a todos los terroristas, y a todas las personas en su estructura de apoyo, a las autoridades competentes.

Den acceso pleno a los Estados Unidos a los campamentos de entrenamiento de terroristas, para que podamos asegurarnos que ya no están bajo operación.

Estas exigencias no están sujetas a negociación ni discusión. El Talibán debe actuar y actuar inmediatamente. Entregarán a los terroristas, o compartirán su destino.

También quiero hablar directamente esta noche a los musulmanes por todo el mundo: Respetamos su fe. Es practicada libremente por millones de estadounidenses, y por millones más en países que los Estados Unidos considera amigos. Sus doctrinas son buenas y pacíficas, y aquellos que cometen maldades en nombre de Alá blasfeman el nombre de Alá. Los terroristas son traidores a su propia fe, que en efecto tratan de secuestrar el propio Islam. Los enemigos de los Estados Unidos no son nuestros muchos amigos musulmanes; no son nuestros muchos amigos árabes. Nuestro enemigo es una red radical de terroristas, y todos los gobiernos que los apoyen.

Nuestra guerra contra el terror comienza con al-Qaida, pero no concluye allí. No concluirá hasta que todos los grupos terroristas de alcance global hayan sido encontrados, detenidos, y vencidos.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Por qué nos odian?

Odian lo que vemos aquí mismo en esta cámara — un gobierno elegido democráticamente. Sus líderes son autodenominados. Odian nuestras libertades — nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de elección y asamblea y nuestro derecho a tener diferentes opiniones.

Ellos quieren derrocar a los gobiernos de muchos países musulmanes como Egipto, Arabia Saudita, y Jordania. Quieren sacar a Israel del Medio Oriente. Quieren sacar a los cristianos y a los judíos de las vastas regiones de Asia y Africa.

Estos terroristas matan no sólo para acabar con vidas, sino para interrumpir y ponerle fin a nuestra forma de vida. Con cada atrocidad, esperan que Estados Unidos tenga más temor, retirándose del mundo y abandonando a nuestros amigos. Se levantan contra nosotros porque nosotros estamos en su camino.

No nos engañan sus simulaciones de piedad. Hemos visto a aquellos de su tipo anteriormente. Son los herederos de todas las ideologías asesinas del Siglo XX. Al sacrificar la vida humana para avanzar sus puntos de vista radicales — al abandonar todos los valores en su afán de alcanzar el poder, siguen el camino del fascismo, el nazismo y el totalitarismo. Y seguirán ese camino hasta el final, hasta donde concluya: en la tumba sin lápida de las mentiras que han sido descartadas a través de la historia.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Cómo lucharemos y ganaremos esta guerra?

Dedicaremos todos los recursos bajo nuestro poder — todos los medios de diplomacia, todas las herramientas de inteligencia, todos los instrumentos para velar por el cumplimiento de la ley, toda la influencia financiera, y todas las armas necesarias de guerra — a la interferencia y derrota de la red global de terror.

Esta guerra no será como la guerra contra Irak hace una década, con una liberación decisiva del territorio y una conclusión rápida. No será igual a la guerra aérea sobre Kosovo hace dos años, donde no se utilizaron tropas terrestres y donde no se perdió un solo estadounidense en combate.

Nuestra reacción involucra mucho más que la retaliación instantánea y los ataques aislados. Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una campaña larga, distinta a cualquier otra que hemos visto. Posiblemente incluya ataques dramáticos, que se puedan ver en la televisión, y operaciones encubiertas, que permanecerán secretas aún tras el éxito. Privaremos a los terroristas de financiamiento, pondremos a los unos contra los otros, los haremos ir de un lugar a otro, hasta que no haya refugio o descanso. Y perseguiremos a las naciones que ayuden o den refugio al terrorismo. Toda nación, en toda región del mundo, ahora tiene que tomar una decisión. Están de nuestro lado, o están del lado de los terroristas. A partir de hoy, cualquier nación que continúe albergando o apoyando al terrorismo será considerada un régimen hostil por los Estados Unidos.

Nuestra nación ha sido advertida: No somos inmunes a los ataques. Tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo para proteger a los estadounidenses.

Hoy, docenas de departamentos y agencias federales, además de gobiernos estatales y locales, tienen responsabilidades que afectan la seguridad de la nación. Estos esfuerzos deben coordinarse al más alto nivel, por eso esta noche anuncio la creación de una nueva posición en mi Gabinete que se reportara a mí directamente — la Oficina para la Seguridad del Territorio Nacional.

Y esta noche también anuncio el nombramiento de un distinguido norteamericano para dirigir el esfuerzo para fortalecer la seguridad nacional. El es un veterano de las fuerzas armadas, un gobernador eficaz, un verdadero patriota y un amigo de confianza — Tom Ridge de Pensilvania. El encabezará, supervisará y coordinará una estrategia nacional exhaustiva para proteger a nuestro país del terrorismo y responder a cualquier ataque futuro.

Estas medidas son esenciales. Pero la única manera de vencer al terrorismo como amenaza a nuestra forma de vida es detenerlo, eliminarlo y destruirlo sus raíces.

Muchos estarán involucrados en este esfuerzo, desde los agentes del FBI e inteligencia hasta los reservistas que han sido llamados al servicio activo. Todos merecen nuestro agradecimiento, y todos cuentan con nuestras oraciones. Y esta noche, a unas cuantas millas del dañado Pentágono, tengo un mensaje para nuestras fuerzas armadas: Estén listos. He puesto a las fuerzas armadas en alerta, y existe una razón. Está llegando la hora en que Estados Unidos tomará acción, y ustedes nos enorgullecerán.

Sin embargo, esta no es la lucha de Estados Unidos solamente. Y lo que está en juego no es solamente la libertad de Estados Unidos. Esta es una lucha del mundo. Esta es la lucha de la civilización. Y esta es la lucha de todos aquellos que creen en el progreso y el pluralismo, la tolerancia y la libertad.

Pedimos a todas las naciones que se nos unan. Pediremos y necesitaremos la ayuda de las fuerzas policíacas, los servicios de inteligencia, y los sistemas bancarios por todo el mundo. Estados Unidos está agradecido porque muchas naciones y muchas organizaciones internacionales ya han respondido — con compasión y apoyo — naciones de América Latina, Asia, Africa, Europa y el mundo Islámico. Quizás los estatutos de la OTAN reflejan de mejor manera la actitud del mundo: un ataque contra uno es un ataque contra todos.

El mundo civilizado está del lado de los Estados Unidos. Entiende que si este terror no es castigado, sus propias ciudades, sus propios ciudadanos pudieran ser los próximos. El terror sin respuesta puede no sólo derrumbar edificios, sino amenazar la estabilidad de los gobiernos legítimos. Y saben que…no lo permitiremos.

Los estadounidenses se preguntan: ¿Qué se espera de nosotros?

Les pido que vivan sus vidas y abracen a sus hijos. Sé que muchos ciudadanos sienten temor esta noche, y les pido que estén calmados y determinados, aún ante la amenaza continua.

Les pido que defiendan los valores de los Estados Unidos, y que recuerden por qué es que tantos han venido aquí. Nos encontramos en una lucha por nuestros principios, y nuestra primera responsabilidad es vivir guiados por ellos. No se debe hacer a nadie blanco del trato injusto o de las palabras descorteces debido a su etnicidad o su credo religioso.

Les pido que continúen apoyando a las víctimas de esta tragedia con sus contribuciones. Aquellos que quieran hacer donaciones pueden ir a una fuente central de información, libertyunites.org, para encontrar los nombres de los grupos que están brindando asistencia directa en Nueva York, Pensilvania y Virginia.

Los miles de agentes del FBI que están trabajando en esta investigación pueden necesitar su cooperación, y les pido que los ayuden.

Les pido su paciencia ante las demoras y los inconvenientes que puedan surgir de las medidas de seguridad más estrictas — y su paciencia en lo que será una larga lucha.

Les pido su continua participación y confianza en la economía estadounidense. Los terroristas atacaron un símbolo de la prosperidad estadounidense, pero no afectaron sus cimientos. Estados Unidos es exitoso debido al trabajo, la creatividad, y la iniciativa de su gente. Estas cualidades impulsaban nuestra economía antes del once de septiembre, y continúan dándole fuerza.

Finalmente, por favor continúen rezando por las víctimas del terror y por sus familias, por aquellos en uniforme, y por nuestro gran país. La oración nos ha consolado en la aflicción, y ayudará a fortalecernos para la travesía que nos espera.

Esta noche agradezco a mis conciudadanos por lo que ya han hecho y por lo que harán. Y damas y caballeros del Congreso, les agradezco a ustedes, los representantes del pueblo, por todo lo que ya han hecho, y por lo que haremos juntos.

Esta noche, enfrentamos desafíos nacionales nuevos y repentinos. Nos uniremos para mejorar las condiciones de seguridad aérea, para expandir dramáticamente el número de alguaciles aéreos en los vuelos domésticos, y para tomar medidas para prevenir los secuestros. Nos uniremos para promover la estabilidad y para mantener a nuestras aerolíneas funcionando con ayuda directa durante esta emergencia.

Nos uniremos para darle a las agencias que velan por el cumplimiento de la ley las herramientas adicionales que necesitan para acosar al terror aquí en casa. Nos uniremos para fortalecer a nuestras agencias de inteligencia para así conocer los planes de los terroristas antes que éstos actúen, y encontrarlos antes de que ataquen.

Nos uniremos para dar pasos decisivos para fortalecer la economía de los Estados Unidos, y volver a poner a nuestra gente a trabajar.

Esta noche le damos la bienvenida a dos líderes que personifican el extraordinario espíritu de todos los neoyorquinos: el Gobernador George Pataki, y el Alcalde Rudolph Giuliani. Como símbolo de la determinación de los Estados Unidos, mi gobierno colaborará con el Congreso, y estos dos líderes, para demostrarle al mundo que reconstruiremos la Ciudad de Nueva York.

Después de todo lo que acaba de pasar — todas las vidas robadas, y todas las posibilidades y esperanzas que murieron con ellas — es natural preguntarse si el futuro de los Estados Unidos es uno de temor. Algunos hablan de la era del terror. Sé que hay una lucha por delante, y peligros que enfrentar. Pero este país definirá nuestra época, y no será definido por ella. Mientras que los Estados Unidos de América permanezca resuelto y fuerte, ésta no será una era de terror; ésta será una era de libertad, aquí y en el resto del mundo.

Se nos ha hecho mucho daño. Hemos sufrido una gran pérdida. Y en nuestra aflicción e ira, hemos encontrado nuestra misión y nuestro momento. La libertad y el temor están en guerra. El progreso de la libertad humana–el gran logro de nuestros tiempos, y la gran esperanza de todos los tiempos–ahora depende de nosotros. Nuestra nación — esta generación — levantará la amenaza de violencia contra nuestro pueblo y nuestro futuro. Uniremos al mundo en esta causa, por medio de nuestros esfuerzos y nuestra valentía. No nos cansaremos, no vacilaremos, y no fracasaremos.

Es mi esperanza que durante los meses y años por delante, la vida volverá a ser casi normal. Volveremos a nuestras vidas y a nuestras rutinas, y eso es bueno. Hasta la aflicción se retira con el tiempo y la gracia. Pero nuestra determinación no debe disminuir. Cada uno de nosotros recordará lo que pasó ese día, y a quienes les pasó. Recordaremos el momento en que se dió la noticia — dónde estábamos y qué estábamos haciendo. Algunos recordarán una imagen de un incendio, o una historia de rescate. Algunos tendrán recuerdos de una cara y una voz desaparecidas para siempre.

Y esto es lo que yo llevaré conmigo. Es en escudo policíaco de un hombre llamado George Howard, quien murió en las Torres Gemelas tratando de salvar a otros. Me lo dio su mamá, Arlene, como un orgulloso recuerdo de su hijo. Este es mi recordatorio de las vidas que se acabaron, y de la tarea que no termina.

No olvidaré esta herida a nuestro país, ni a aquellos que la infligieron. No me rendiré, no descansaré y no cederé al librar esta lucha por la libertad y la seguridad del pueblo estadounidense.

El curso de este conflicto no se sabe, pero su desenlace es cierto. La libertad y el temor, la justicia y la crueldad siempre han estado en guerra, y sabemos que Dios no es neutral en esta batalla.

Conciudadanos, enfrentaremos la violencia con justicia paciente — seguros de la justicia de nuestra causa, y confiados en las victorias por venir. En todo lo que está por venir, que Dios nos de sabiduría, y que vele por los Estados Unidos de América.

Muchas gracias».

Discurso pronunciado en el Capitolio (Washington) el 21 de septiembre de 2001

En la madrugada del 21 de septiembre de 2001, diez días después del ataque al corazón del Imperio, George Bush, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, se dirigió, en el Capitolio, al Congreso y al Senado de su país, estando presente el Primer Ministro de la Gran Bretaña, en un discurso, continuamente interrumpido por los aplausos, retransmitido por televisión formal a todo el Mundo, en el que lanzó un ultimátum al régimen talibán para que entregue a todos los dirigentes del grupo Al Qaeda, dirigido por Osama bin Laden:  

«Señor presidente, miembros del Congreso, queridos estadounidenses:

En el transcurso normal de los acontecimientos, los presidentes vienen a esta cámara a informar sobre el estado de la unión. Hoy no hace falta tal informe: ya ha sido enviado por el pueblo estadounidense.

Lo hemos visto en el coraje de los pasajeros que doblegaron a los terroristas para salvar a otros en tierra. Pasajeros como ese hombre excepcional llamado Todd Beamer. Por favor, ayúdenme a dar la bienvenida esta noche a su esposa, Lisa Beamer.

Hemos visto el estado de la unión en la resistencia de los socorristas más allá del agotamiento. Lo hemos visto en el despliegue de banderas, el resplandor de las velas, las donaciones de sangre, las oraciones en inglés, hebreo y árabe. Lo hemos visto en la decencia de personas caritativas y afectuosas que hicieron suyo el luto de los extraños.

Mis queridos compatriotas. En los últimos nueve días, el mundo entero ha visto por sí mismo el estado de la unión y es fuerte.

Esta noche estamos en un país consciente del peligro y llamado a defender la libertad. Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución. Ya sea que llevemos nuestros enemigos a la justicia o la justicia a nuestros enemigos, así lo cumpliremos.

Agradezco al Congreso por su liderazgo en un momento tan importante. Todo Estados Unidos se sintió emocionado la noche de la tragedia cuando vieron a demócratas y republicanos unidos en las escalinatas de esta capitolio cantando «Dios bendiga a Estados Unidos» [God bless America]. Y ustedes hicieron más que cantar. Ustedes actuaron y entregaron 40.000 millones de dólares para reconstruir nuestras comunidades y satisfacer las necesidades de nuestras fuerzas Armadas. Presidente de la cámara Hastert, líder demócrata Gephardt, líder republicano Daschle y senador Lott, agradezco su amistad, su liderazgo y sus servicios al país.

Y en representación del pueblo estadounidense, agradezco al mundo por el respaldo brindado. Estados Unidos nunca olvidará el sonido de nuestro himno nacional sonando en el Palacio de Buckingham, en las calles de París y en la Puerta de Brandenburgo en Berlín. No olvidaremos a los niños de Corea del Sur congregándose para orar en nuestra embajada en Seúl, o las oraciones de simpatía ofrecidas en una mezquita de El Cairo.

No olvidaremos los momentos de silencio y los días de luto en Australia y África y América Latina. Ni olvidaremos a los ciudadanos de otras 80 naciones que murieron juntos con los nuestros. Docenas de paquistaníes, más de 130 israelíes, más de 250 ciudadanos de India, hombres y mujeres de El Salvador, Irán, Méjico y Japón y cientos de ciudadanos británicos.

Estados Unidos no tiene un amigo más verdadero que Gran Bretaña. Una vez más, estamos unidos en una gran causa. Así que estoy honrado con que el primer Ministro británico cruzó un océano para mostrar su unión con América. Gracias por venir, amigo.

El 11 de septiembre, enemigos de la libertad cometieron un acto de guerra contra nuestro país. Estados Unidos ha conocido guerras, pero en los últimos 136 años han sido guerras en suelo extranjero, excepto por un domingo en 1941. Estados Unidos ha conocido bajas de guerra, pero no en el centro de una gran ciudad en una mañana pacífica. Los estadounidenses han conocido ataques sorpresivos, pero nunca antes contra miles de ciudadanos. Todo esto nos llegó en un solo día y la noche cayó sobre un mundo diferente, un mundo en el que la libertad misma está bajo amenaza.

Los estadounidenses tienen muchas preguntas esta noche. Los estadounidenses se están preguntando: ¿Quién atacó a nuestro país?

Las pruebas que hemos reunido apuntan todas a una colección de organizaciones terroristas conocida como Al Qaeda. Ellos son algunos de los asesinos condenados por la colocación de bombas en las embajadas estadounidenses en Tanzania y Kenia y los responsables por la bomba contra el USS Cole.

Al Qaeda es al terror lo que la mafia es al crimen. Pero su meta no es hacer dinero, su meta es recrear el mundo e imponer sus creencias radicales sobre la gente en todas partes. Los terroristas practican una forma marginal de extremismo islámico que ha sido rechazada por los eruditos musulmanes y por la vasta mayoría de los clérigos musulmanes; un movimiento marginal que pervierte las enseñanzas pacíficas del Islam.

Las directivas de los terroristas les ordenan matar a cristianos y judíos, matar a todos los estadounidenses y no hacer distinción entre militares y civiles, incluyendo mujeres y niños. Este grupo y su líder, una persona llamada Osama bin Laden, están ligados a muchas otras organizaciones en diferentes países, incluyendo la Yihad Islámica egipcia, y el Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Hay miles de estos terroristas en más de 60 países. Son reclutados en sus propias naciones y en las vecinas, y llevados a los campos en lugares como Afganistán, donde son entrenados en las tácticas del terror. Son enviados de regreso a sus casas o enviados a ocultarse en países alrededor del mundo para planear maldad y destrucción.

El liderazgo de Al Qaeda tiene una gran influencia en Afganistán y respalda al régimen talibán en el control de la mayoría de ese país. En Afganistán vemos la visión que Al Qaeda tiene para el mundo. El pueblo de Afganistán ha sido tratado brutalmente, muchos están muriendo de hambre y muchos han huido. A las mujeres no se les permite ir a la escuela. Uno puede ser encarcelado por tener un televisor. La religión sólo puede ser practicada como dictan sus dirigentes. Un hombre puede ser encarcelado en Afganistán si su barba no es suficientemente larga.

Estados Unidos respeta al pueblo de Afganistán –después de todo, somos actualmente su primera fuente de ayuda humanitaria–, pero condenamos al régimen talibán. No sólo reprime a su propio pueblo, sino que es una amenaza para las personas de todas partes por patrocinar y dar abrigo y suministros a los terroristas. Ayudando e instigando el asesinato, el régimen talibán está cometiendo asesinatos y esta noche Estados Unidos de América les hace las siguientes peticiones:

—Que entreguen a las autoridades de Estados Unidos a los dirigentes de Al Qaeda que se esconden en su país.

—Que liberen a todos los ciudadanos extranjeros, incluso a los ciudadanos estadounidenses que tienen encarcelados injustamente.

—Que protejan a los periodistas extranjeros, los diplomáticos y los trabajadores humanitarios que se encuentran en su país.

—Que cierren inmediata y permanentemente todos los campamentos que entrenan a terroristas en Afganistán y entreguen a todo terrorista y a toda persona y su estructura de apoyo a las autoridades apropiadas.

—Que den a Estados Unidos acceso total a los campamentos de los terroristas, para que podamos estar seguros de que no siguen operando.

Estas demandas no están abiertas a negociaciones ni discusiones. Los talibán deben actuar y actuar inmediatamente. Entregarán a los terroristas o compartirán su destino.

Quiero hablar esta noche también directamente a los musulmanes de todo el mundo. Respetamos vuestra fe. Es practicada libremente por muchos millones de estadounidenses y millones de personas más en países que Estados Unidos cuenta como amigos. Sus enseñanzas son buenas y pacíficas y todos los que cometen actos de maldad en nombre de Alá blasfeman el nombre de Alá.

Los terroristas son traidores a su propia fe, tratando, en realidad, de secuestrar todo el islamismo. El enemigo de América no son nuestros numerosos amigos musulmanes. No son nuestros numerosos amigos árabes. Nuestro enemigo es una red radical de terroristas y cada Gobierno que la respalda.

Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance mundial haya sido encontrado, detenido y vencido.

Los estadounidenses se están preguntando: ¿por qué nos odian? Ellos odian lo que ven aquí en esta Cámara: un Gobierno democráticamente elegido. Sus líderes son nombrados por ellos mismos. Ellos nos odian por nuestras libertadas: nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de votar y congregarnos y de estar en desacuerdo entre nosotros. Ellos quieren derrocar gobiernos existentes en muchos países musulmanes como Egipto, Arabia Saudita y Jordania. Ellos quieren sacar a Israel de Oriente Medio. Ellos quieren expulsar a cristianos y judíos de vastas regiones de Asia y África.

Estos terroristas no matan sólo para extinguir vidas, sino para interrumpir y poner fin a una manera de vivir. Con cada atrocidad, ellos esperan que Estados Unidos se vuelva más temeroso y se retire del mundo olvidando nuestros amigos. Ellos se enfrentan a nosotros porque nosotros estamos en su camino.

Nosotros no nos dejamos engañar por su religiosidad fingida. Nosotros hemos visto su clase antes. Ellos son los herederos de todas las ideologías asesinas del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para servir sus visiones radicales, al abandonar todos los valores a excepción de su deseo de poder, ellos siguen el camino del fascismo, el nazismo y el totalitarismo. Y ellos van a seguir ese camino hasta donde termina, en el sepulcro sin marcar de la historia de mentiras descartadas.

Los estadounidenses se están preguntado: ¿cómo vamos a pelear y ganar esta guerra? Dirigiremos todos los recursos a nuestra disposición –todos los medios de la diplomacia, toda herramienta de inteligencia, todo instrumento para la aplicación de la ley, toda influencia financiera y toda arma de guerra necesaria– a la destrucción y la derrota de la red global del terror.

Ahora, esta guerra no será como la guerra contra Irak de hace una década, con una liberación decisiva de un territorio y una conclusión rápida. No se parecerá a la guerra aérea sobre Kosovo de hace dos años, donde no se utilizaron tropas terrestres y ni un solo estadounidense se perdió en el combate.

Nuestra respuesta involucra mucho más que una represalia instantánea y golpes aislados. Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una larga campaña como no hemos visto ninguna otra jamás. Puede incluir golpes dramáticos visibles en la televisión y operaciones encubiertas secretas igual de exitosas.

Les quitaremos la financiación a los terroristas, los volveremos el uno contra el otro, los haremos moverse de un lugar a otro hasta que no tengan refugio o descanso. Y perseguiremos a las naciones que proporcionen ayuda o refugio al terrorismo. Todas las naciones en todas las regiones deben tomar ahora una decisión: o están con nosotros o están con los terroristas.

De este día en adelante, cualquier nación que continúe dando refugio o apoyando el terrorismo será considerada por Estados Unidos como un régimen hostil. Nuestra nación ha sido puesta en alerta, no somos inmunes a los ataques. Tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo para proteger a los estadounidenses. Hoy, docenas de departamentos federales y agencias, así como gobiernos estatales y locales, tienen responsabilidades que afectan a la seguridad de la patria.

Estos esfuerzos deben ser coordinados al más alto nivel. Por eso, esta noche anuncio la creación de una posición a nivel de gabinete que despachará directamente conmigo: la Oficina de Seguridad Interna. Y esta noche, anunció también a un estadounidense distinguido para dirigir este esfuerzo, para fortalecer la seguridad estadounidense: un veterano militar, un gobernador efectivo, un verdadero patriota, un amigo de confianza, Tom Ridge, de Pensilvania.

Él dirigirá, supervisará y coordinará una amplia estrategia nacional para salvaguardar a nuestro país contra el terrorismo y responder a cualquier ataque que pudiera venir.

Estas medidas son esenciales. La única manera de derrotar al terrorismo como una amenaza a nuestra forma de vida es detenerlo, eliminarlo y destruirlo donde quiera que crezca.

Muchos participarán en este esfuerzo, desde los agentes del FBI hasta los operativos de inteligencia y los reservistas que hemos llamado a servicio activo. Todos se merecen nuestro agradecimiento y todos tienen nuestras oraciones.

Y esta noche, a pocas millas del dañado Pentágono, tengo un mensaje para los militares: estén preparados. He colocado a las Fuerzas Armadas en alerta y eso tiene una razón. Ha llegado la hora de que Estados Unidos actúe y ustedes nos harán sentir orgullosos.

Esta no es, sin embargo, una lucha sólo de Estados Unidos y lo que está en juego no son solamente las libertades estadounidenses. Esta es una lucha del mundo. Esta es una lucha de la civilización. Esta es una lucha de todos los que crean en el progreso y el pluralismo, la tolerancia y la libertad.

Pedimos a todas las naciones que se unan a nosotros. Pediremos y necesitaremos la ayuda de fuerzas de policía, servicios de inteligencia y sistemas bancarios de todo el mundo. Estados Unidos agradece que tantas naciones y muchas organizaciones internacionales hayan respondido ya con simpatía y apoyo: naciones de América Latina, Asia, África, Europa y el mundo islámico.

Quizás la carta de la OTAN refleja mejor la actitud del mundo: un ataque contra uno es un ataque contra todos. El mundo civilizado se está alineando junto a Estados Unidos. Ellos comprenden que si este terror queda sin castigo, sus propias ciudades, sus propios ciudadanos podrían ser los próximos. El terror sin contestar no sólo puede derribar edificios, es capaz de amenazar la estabilidad de gobiernos legítimos. ¿Y saben qué? No vamos a permitirlo.

Los estadounidenses se preguntan: ¿qué se espera de nosotros? Quiero que vivan sus vidas y abracen a sus hijos. Sé que muchos ciudadanos tienen miedo esta noche y yo les pido que tengan calma y resolución, incluso cuando se enfrentan a una continua amenaza. Les pido que mantengan los valores de Estados Unidos y recuerden por qué tantos han venido a este país.

Estamos en una lucha por nuestros principios y nuestra primera responsabilidad es vivir a la altura de ellos. Nadie debe ser señalado, ni maltratado, ni ofendido de palabra por su origen étnico, ni su fe religiosa.

Les pido que sigan apoyando a las víctimas de esta tragedia con sus contribuciones. Los que quieran dar pueden llegarse hasta un centro de información, libertyunites.org, para encontrar los nombres de los grupos que están ofreciendo ayuda directa en Nueva York, Pensilvania y Virginia.

Los miles de agentes del FBI que están trabajando ahora en esta investigación pudieran necesitar su cooperación y les pido que se la den. Les pido paciencia con las demoras y los inconvenientes que podrían acompañar a la seguridad más estrecha y su paciencia en lo que será una larga lucha. Les pido su participación continua y confianza en la economía estadounidense. Los terroristas atacaron un símbolo de la prosperidad estadounidense; ellos no tocaron su fuente.

Estados Unidos triunfa por el trabajo duro y la creatividad y el emprendimiento de nuestro pueblo. Estas eran las verdaderas fortalezas de nuestra economía antes del 11 de septiembre y estas son nuestras fortalezas hoy.

Y finalmente, por favor, continúen rezando por las víctimas del terror y por sus familias, por aquellos en uniforme y por nuestro gran país. La oración nos ha confortado en la pena y nos ayudará a fortalecernos para la jornada que tenemos por delante. Esta noche agradezco a mis compatriotas lo que ya han hecho y lo que harán.

Y, señoras y señores del Congreso, les agradezco lo que ya han hecho y lo que harán juntos. Esta noche nos enfrentamos a nuevos y repentinos retos nacionales. Nos uniremos para mejorar la seguridad aérea, para aumentar el número de vigilantes aéreos en los vuelos domésticos y tomaremos nuevas medidas para prevenir los secuestros.

Nos uniremos para promover la estabilidad y mantener nuestras aerolíneas volando con asistencia directa durante esta emergencia. Nos uniremos para dar a los responsables de aplicar la ley las herramientas adicionales que necesitan para localizar el terror aquí, en casa. Nos uniremos para fortalecer nuestras capacidades de inteligencia para conocer los planes de los terroristas antes de que actúen y encontrarlos antes de que golpeen. Nos uniremos para tomar pasos activos que fortalezcan la economía de Estados Unidos y que nuestro pueblo vuelva al trabajo.

Esta noche damos la bienvenida a dos líderes que representan el extraordinario espíritu de todos los neoyorquinos, el gobernador Jorge Pataki y el alcalde Rodolfo Giuliani. Como muestra de la resolución de Estados Unidos, mi administración trabajará con el Congreso y estos dos líderes para demostrarle al mundo que nosotros vamos a reconstruir la ciudad de Nueva York.

Después de todo lo que ha pasado, todas las vidas que fueron perdidas y todas las posibilidades y esperanzas que murieron con ellas, es natural preguntarse si el futuro de Estados Unidos es de temor. Algunos hablan de una era de terror. Yo sé que hay luchas por delante y peligros a los que enfrentarse. Pero este país va a definir nuestra era, no será definido por ella. Siempre y cuando Estados Unidos sea fuerte y mantenga su determinación, ésta no será una era de terror. Ésta será una era de libertad, aquí y a lo largo del mundo.

Se nos ha hecho gran daño. Hemos sufrido una gran pérdida. Y en nuestro dolor y en nuestra ira, hemos encontrado nuestra misión y nuestro momento. La libertad y el temor están en guerra. El avance de la libertad humana, el gran logro de nuestro tiempo y la gran esperanza de cada era, depende ahora de nosotros.

Nuestra nación, esta generación, levantará la oscura amenaza de violencia que recae sobre nuestro pueblo y nuestro futuro. Fomentaremos que el mundo se una a esta causa a través de nuestros esfuerzos y de nuestra valentía. No nos vamos a cansar, no nos vamos a rendir y no vamos a fracasar. Es mi esperanza que en los próximos meses y años, la vida retorne casi a la normalidad. Regresaremos a nuestras vidas y rutinas, y eso es bueno. Incluso la tristeza disminuye con el tiempo y la buena voluntad.

Sin embargo, nuestra resolución no desaparecerá. Cada uno de nosotros recordará lo que sucedió ese día y a quiénes les sucedió. Recordaremos el momento en que llegaron las noticias, dónde estábamos y lo que hacíamos. Algunos recordarán una imagen de un incendio o una historia o un rescate. Algunos llevarán recuerdos permanentes de un rostro o una voz.

Yo llevaré esto: la placa de un policía llamado Jorge Howard, que murió en el World Trade Center tratando de salvar a los demás. Me la entregó su madre, Arlene, como recuerdo orgulloso de su hijo. Es mi recuerdo de las vidas que terminaron y una tarea que no termina.

Nunca olvidaré la herida a nuestro país ni aquéllos que la infligieron. No flaquearé, no descansaré, no me ablandaré en la tarea de librar esta lucha por la libertad y seguridad del pueblo estadounidense. El curso de este conflicto no se conoce, pero su resultado es cierto. Libertad y temor, justicia y crueldad, siempre han estado en guerra y sabemos que Dios no es neutral.

Mis queridos compatriotas, enfrentaremos violencia con justicia paciente, garantizada por la corrección de nuestra causa y confiados en las victorias que vendrán.

En todo lo que nos espera, que Dios nos dé sabiduría y podamos velar por Estados Unidos de América.

Gracias».

Discurso pronunciado en West Point el 1 de junio de 2002

«Muchas gracias, General Lennox, Señor Secretario, Gobernador Pataki, miembros del Congreso de los Estados Unidos, profesores y staff directivo de la Academia, distinguidos invitados, dichosos familiares y graduados: quiero agradeceros vuestra bienvenida. Laura y yo sentimos que es un honor especial visitar esta gran institución en el año de vuestro bicentenario.

En cada rincón de los Estados Unidos, las palabras “West Point” inmediatamente infunden respeto. Este lugar donde el río Hudson se contornea es mucho más que un excelente centro de enseñanza. La Academia Militar de los Estados Unidos es el guardián de los valores, que han guiado a los soldados, que se han erigido en los creadores de la historia mundial.

Unos pocos de entre vosotros han seguido los pasos del más perfecto graduado, que ha visto esta Academia, Robert E. Lee, quien nunca fue objeto de sanción alguna, por pequeña que fuese, durante los cuatro años que dura el periodo de instrucción. Otros, en cambio, os habéis conducido por la senda del graduado imperfecto, Ulises S. Grant, quien acumuló un amplio historial de sanciones, y dijo que el día más feliz de su vida fue “el día en el que abandoné West Point”. Si pensáis que mi etapa colegial y universitaria me identifica más con Grant, estáis en lo cierto.

Camináis en la tradición de Eisenhower y MacArthur, Patton y Bradley –los comandantes que salvaron a la civilización. Y camináis en la tradición de aquellos lugartenientes que hicieron lo mismo, luchando y muriendo en lejanos campos de batalla. Los graduados de esta Academia enfrentarán cualquier desafío con creatividad y coraje. En las aulas de West Point se formó el ingeniero jefe del Canal de Panamá, la mente que estaba tras el Proyecto Mahattan, el primer americano que pisó la luna.

Esta excelente institución tuvo como alumno al hombre que, según parece, inventó el baseball, y a otros jóvenes, que durante años perfeccionaron nuestro football. Todos sabéis esto, pero muchos norteamericanos no –se dice que George C. Marshall, graduado en el Instituto Militar de Virginia, dio la siguiente orden: “Quiero un oficial para una misión peligrosa y secreta. Quiero un jugador de football de West Point”.

Aunque todos vosotros abandonaréis hoy este recinto, sé que hay algo que nunca echaréis de menos: ser cadetes. Pero incluso un cadete de West Point está hecho para sentir que tiene un cometido que cumplir en el mundo. Cuando sus superiores les preguntan a los cadetes por su función se les exige que contesten: “Señor, ser el perro del Superintendente, el gato del Comandante y de todos los Almirantes de toda la maldita armada”. Probablemente, el Comandante en Jefe de nuestras fuerzas navales no compartiría esto último.

West Point reposa sobre la tradición, y en honor a los ”Chicos de Oro del Ejército” honraré una de las tradiciones por las que sentís mayor aprecio. Como Comandante en Jefe Supremo, concedo amnistía total para aquellos cadetes que estén bajo arresto por cometer transgresiones menores al código de conducta. Esos de entre vosotros que os encontráis al borde del precipicio deberíais haber sido sancionados unos minutos antes, pues dejaré en manos del General Lennox qué se ha de entender por “transgresiones menores”.

Cada promoción de West Point respira el aliento de nuestras Fuerzas Armadas. Pero algunas de ellas también han servido para hacer historia, al formar parte integrante de la gran vocación de servicio de nuestro país. Hablando desde aquí a la promoción de 1942 –seis meses después del ataque japonés a Pearl Harbor- el general Marshall dijo “Estamos decididos a que, antes de que el sol se ponga en esta terrible lucha, nuestra bandera sea reconocida en todo el mundo como símbolo de la libertad y de un poder inigualable”.

Los oficiales que se graduaron ese año cumplieron con creces esa misión, derrotando al imperio japonés y a la Alemania nazi, para reconstruir esas naciones como aliados. Los graduados de West Point de los 40 vieron surgir un nuevo reto mortal –el comunismo imperialista- y se enfrentaron a él desde Corea a Berlín, a Vietnam, y durante la Guerra Fría, desde el principio hasta el final. Y, cuando cumplieron con su misión, muchos de esos oficiales vivieron para disfrutar de un mundo transformado.

La historia ha querido solicitar de vuestra generación la misma vocación de servicio. En este vuestro último año, los Estados Unidos fueron atacados por un enemigo inmisericorde y bien provisto. Vosotros sois graduados en esta Academia en tiempo de guerra, y asumiréis vuestras responsabilidades en el honorable y poderoso ejército estadounidense. Nuestra guerra contra el terrorismo sólo está comenzando, pero en Afganistán ha tenido un comienzo muy prometedor.

Estoy orgulloso de los hombres y de las mujeres que han luchado bajo mis órdenes. Los Estados Unidos están profundamente agradecidos a todos quienes sirven a favor de la causa de la libertad, y a todos a quienes han dado su vida en su defensa. Esta Nación confía en y respeta a nuestro ejército, y no nos cabe la menor de las dudas acerca de las victorias que nos proporcionaréis. Esta guerra enmascara un amplio espectro de variables que no podemos predecir. Pero estoy seguro de esto: donde luchemos, la bandera de los Estados Unidos ondeará como símbolo no sólo de su poder sino también de la libertad. La causa de nuestra nación ha ido siempre mucho más allá de lo que los medios de defensa que posee nuestra Nación le permite. Luchamos, como siempre, por una paz justa –una paz que
favorezca la libertad. Defenderemos la paz contra las amenazas de los terroristas y de los tiranos. Preservaremos la paz construyendo buenas relaciones entre los grandes poderes. Y extenderemos la paz respaldando las sociedades libres y abiertas en cada continente.
Construir esta paz justa es una oportunidad para los Estados Unidos, y también su deber. Desde este día en adelante, es también vuestro desafío, y los afrontaremos juntos. Vestiréis el uniforme de un gran e irrepetible país. Los Estados Unidos no poseen un imperio que preservar o una utopía que establecer. Deseamos para los otros sólo lo que deseamos para nosotros mismos –seguridad sin violencia, las recompensas de la libertad y la esperanza de una vida mejor.

Al defender la paz, combatimos una amenaza sin precedentes. Los viejos enemigos necesitaban una enorme cantidad de armas y una gran capacidad industrial para poner en peligro a nuestro pueblo y a nuestra Nación. Los ataques del 11-S únicamente precisaron poner en manos de una docena de sujetos malvados y perversos unos cientos de miles de dólares. Todo el caos y sufrimiento que causaron supuso una inversión inferior al coste de un carro de combate. El peligro aún no ha pasado. Este Gobierno y el pueblo norteamericano estamos vigilantes y preparados, porque sabemos que los terroristas tienen más dinero, más hombres y más planes. El peligro más grave que amenaza a la libertad yace en la relación que se pueda establecer entre radicalismo y tecnología. Cuando, usando la tecnología de
los misiles balísticos, se desplieguen armas químicas, biológicas y nucleares, incluso los Estados débiles y los pequeños grupos podrán adquirir un catastrófico poder que ponga en jaque a las grandes naciones. Nuestros enemigos han declarado su intención sin ambages, pues no han cesado de buscar los medios para poseer estas terribles armas. Quieren albergar la capacidad de chantajearnos, o de dañarnos a nosotros o a nuestros amigos –y nos opondremos a ellos con todo nuestro poder.

Durante buena parte del siglo pasado, la defensa de los Estados Unidos descansó sobre las doctrinas, propias de la Guerra Fría, de la disuasión y de la contención. En algunos casos, se siguen aplicando tales estrategias. Pero las nuevas amenazas también exigen una nueva manera de pensar. La disuasión –es decir, la promesa de una represalia masiva contra cualquier nación atacante- carece de significado a la hora de pelear frente a redes terroristas invisibles, pues no existen ni Estado ni ciudadanos que defender. La contención tampoco es posible cuando dictadores desequilibrados tienen la oportunidad de equipar misiles con las armas de destrucción masiva de las que hace ostentación, o bien son capaces de facilitar un armamento tal a sus aliados terroristas.

No podemos defender a América y a nuestros amigos esperando pacientemente con la mejor de las intenciones. No podemos depositar nuestra fe en las palabras de los tiranos, quienes solemnemente firman tratados de no-proliferación para de forma sistemática violarlos. Si esperamos que las amenazas se materialicen en su totalidad, entonces habremos esperado demasiado.

La custodia de nuestra Patria y el sistema balístico de defensa forman parte de un ambicioso plan de seguridad mucho más amplio, por lo que son prioridades esenciales de los Estados Unidos. Pero la guerra contra el terror no se ganará a la defensiva. Debemos
llevar la guerra a territorio enemigo, abortar sus planes y enfrentarnos a las peores amenazas antes de que emerjan. En el mundo en el que acabamos de entrar, el único camino hacia la seguridad es la senda de la acción. Y esta Nación, no os quepa duda, actuará. Nuestra seguridad requerirá los mejores servicios de inteligencia posibles a fin de detectar las amenazas que se oculten en las cuevas o que nazcan en un laboratorio. Nuestra seguridad precisará una modernización de nuestras agencias nacionales como el FBI, de modo que estén preparadas para actuar, y actúen rápidamente, contra cualquier peligro. Nuestra seguridad exigirá la transformación del ejército que vais
a tener el honor de mandar –unas fuerzas militares que deben estar listas para golpear en cualquier momento en cualquier rincón sombrío del mundo. Nuestra seguridad demandará que todos los norteamericanos estén deseosos, que se muestren decididos y que estén preparados para llevar a cabo acciones preventivas, cuando sea necesario, con el objetivo de defender nuestra libertad y nuestras vidas.
El trabajo que nos espera de aquí en adelante es difícil. Las decisiones que deberemos tomar serán complejas. Debemos descubrir las células del terror en 60 o más países, usando todo nuestro arsenal de finanzas y de servicios de inteligencia, sin menoscabo de nuestro ordenamiento jurídico. Junto con nuestros amigos y aliados, debemos oponernos a la proliferación y enfrentarnos a aquellos regímenes
que esponsorizan el terror, según requiera la naturaleza de cada caso particular.

Algunas naciones necesitan entrenamiento militar para luchar contra el terror, y nosotros se lo daremos. Otras naciones se oponen al terror, pero toleran las causas que lo provocan –y eso debe cambiar. Enviaremos a nuestros diplomáticos allí donde se les requiera, y os enviaremos a vosotros, nuestros soldados, donde seáis necesarios. Todas aquellas naciones que opten por la agresión y el terror pagarán un alto precio. No abandonaremos la seguridad de los Estados Unidos y la paz del planeta a los designios de unos pocos terroristas y tiranos. Extirparemos esa oscura amenaza de nuestro país y del mundo.

Ya que la guerra contra el terror requerirá resolución y paciencia, también exigirá un propósito moral inquebrantable. En este sentido, nuestra lucha es similar a la de la Guerra Fría. Ahora, como entonces, nuestros enemigos son sujetos totalitarios que profesan un credo de poder en detrimento de la dignidad humana. Ahora, como entonces, buscan imponer su desnuda voluntad y controlar cada vida durante toda la vida.

Los Estados Unidos lucharon contra el imperio comunista de muchas formas distintas –en el terreno diplomático, económico y militar. Pero nuestra pureza moral fue un elemento esencial para conseguir la victoria en la Guerra Fría. Cuando líderes como John F. Kennedy y Ronald Reagan rechazaron ser condescendientes con la brutalidad de los tiranos, abrieron la puerta de la esperanza a prisioneros, disidentes y exiliados, y comandaron a las naciones libres bajo la bandera de una noble y gran causa.

Algunos se preocupan por el hecho de que el uso maniqueísta del lenguaje centrado en el Bien y en el Mal sea de algún modo poco diplomático e incluso de mala educación. No estoy de acuerdo. Circunstancias diferentes requieren métodos distintos, pero no diversas morales. La verdad moral es la misma en cada cultura, en cada etapa histórica y en cada lugar. Escoger como dianas para el asesinato a civiles inocentes es siempre y en todo lugar algo repudiable. La brutalidad contra las mujeres es siempre y en todo lugar algo execrable. Puede que no medie espacio alguno entre la justicia y la crueldad, entre el inocente y el culpable. Estamos inmersos en un conflicto entre
el Bien y el Mal, y los Estados Unidos llamarán al Mal por su nombre. Al resistirnos al Mal y a los regímenes fallidos, no creamos un problema, contribuimos a resolverlo. Y lideraremos al mundo en esta lucha.

Cuando defendemos la paz, también tenemos la oportunidad histórica de preservarla. Disponemos de la mejor oportunidad desde el nacimiento del Estado-Nación en el siglo XVII para construir un mundo donde los grandes poderes compitan en paz en vez de preparar la guerra. La historia del último siglo, en particular, estuvo dominada por una serie de rivalidades nacionales destructivas que sembraron de campos de batalla y de cementerios la faz de la Tierra. Alemania luchó contra Francia, el Eje luchó contra los Aliados, y entonces el Este luchó contra el Oeste, mediante guerras encubiertas y represalias inquietantes, con el temor constante de un Armagedón nuclear.

La competición entre las grandes naciones es inevitable, pero los conflictos armados en nuestro mundo son evitables. Cada vez más, las naciones civilizadas se encuentran en el mismo lado –unidas por los peligros comunes de la violencia terrorista y del caos. Los Estados Unidos poseen, e intentan mantener, las suficientes fuerzas militares para abordar cualquier desafío; asimismo, los Estados Unidos harán todo lo que esté a su alcance para huir de la carrera armamentística propia de otra época, limitarán las rivalidades que puedan surgir en el ámbito económico y estarán dispuestos a eliminar cualquier obstáculo que surja en el camino de la paz.

Hoy día los grandes poderes se encuentran crecientemente unidos por valores comunes, en vez de estar divididos por conflictos ideológicos. Los Estados Unidos, Japón y nuestros amigos del Pacífi co, y ahora toda Europa, comparten un compromiso común con la libertad humana, encarnado en fuertes alianzas como la OTAN. Y la campana de la libertad está comenzando a repicar en otra muchas naciones. Durante generaciones, los oficiales de West Point diseñaron y libraron batallas contra la URSS. Acabo de regresar de un viaje a la nueva Rusia, un país que ahora camina con paso firme hacia la democracia, y que es nuestro aliado en la guerra contra el terror. Incluso en China, sus líderes están descubriendo que la libertad económica es la fuente duradera de la riqueza nacional. A su debido tiempo, descubrirán también que la libertad social y política es la única fuente de la grandeza nacional.

Cuando los grandes poderes compartimos valores comunes, estamos en mejor disposición de afrontar juntos conflictos regionales serios, de cooperar para prevenir espirales de violencia o el caos económico. En el pasado, los grandes poderes rivales tomaban activamente parte en los problemas regionales para los que se esperaba una difícil solución, ahondando en divisiones más profundas y complejas. Hoy, desde Oriente Medio hasta el Sur de Asia, estamos pertrechando amplias coaliciones internacionales para incrementar la presión a favor de la paz. Debemos construir relaciones de poder intensas y dilatadas cuando los tiempos sean propicios; y ayudar a manejar las crisis cuando corran tiempos adversos. Los Estados Unidos necesitan amigos para preservar la paz, y trabajaremos con aquellas naciones que compartan este noble propósito.

Y finalmente, los Estados Unidos se esforzarán por conseguir algo más que la ausencia de la guerra. Tenemos una gran oportunidad de extender una paz justa, sustituyendo la pobreza, la represión y el resentimiento en el mundo por la esperanza de un futuro mejor. Buena parte de la historia de la humanidad ha estado presidida por la persistencia indeleble y casi universal de la pobreza. Durante las últimas décadas, hemos visto a naciones, desde Chile a Corea del Sur, construir economías modernas y sociedades más libres, sacando a millones de personas de la desesperación y del tormento. Y no hay ningún misterio en este logro.

El siglo XX finalizó con un único modelo superviviente de progreso humano, basado en demandas innegociables acerca de la dignidad humana, el imperio de la ley, los límites del poder del Estado, el respeto hacia las mujeres, hacia la propiedad privada, hacia la libertad de expresión, hacia la igualdad ante la ley y la tolerancia religiosa. Los Estados Unidos no pueden imponer esta visión –pero pueden apoyar y recompensar a los Gobiernos que realicen la elección correcta para beneficiar a sus pueblos. Con nuestras ayudas para el desarrollo, con nuestros esfuerzos diplomáticos, con nuestra presencia internacional y con nuestra ayuda para la mejora de la educación, los Estados Unidos promoverán la moderación, la tolerancia y el respeto por los derechos humanos. Y defenderemos la paz que hace que el progreso sea posible.

Cuando se trata de abordar los derechos comunes de hombres y mujeres, no hay choque de civilizaciones. La exigencias de la libertad ya se aplican al continente africano, a latinoamérica y al mundo islámico. Los pueblos de las naciones islámicas quieren y merecen las mismas libertades y oportunidades que los pueblos de cualquier otra nación. Y sus Gobiernos deberían escuchar sus gritos esperanzados.

Una nación verdaderamente fuerte permitirá que todos los grupos busquen legalmente sus aspiraciones siempre que renuncien a la violencia como medio. Una nación que desee desarrollarse ansiará reformar su economía, liberar las fuerzas que atesoran sus pueblos para hacer negocios y lograr beneficios. Una nación floreciente respetará los derechos de la mujer, porque ninguna sociedad puede prosperar mientras por sistema se le deniega oportunidades a la mitad de sus ciudadanos. Madres, padres e hijos en todo el mundo islámico, y en todo el mundo, comparten los mismos miedos y aspiraciones. Si son pobres, luchan. Si viven bajo la tiranía, sufren. Y, como vimos en Afganistán, cuando son liberados, lo celebran.

Los Estados Unidos tienen como destino un objetivo más vasto que simplemente controlar las amenazas y contener el resentimiento. Trabajamos por un mundo justo y pacífico, y por eso libramos la guerra contra el terror. La promoción del bicentenario de West Point pasa a formar parte de este drama. Al igual que todo el ejército de los Estados Unidos, estaréis ocupando un lugar intermedio entre vuestros queridos conciudadanos y los peligros que nos acechan. Ayudaréis a establecer una paz que permita a millones de personas en todo el mundo vivir en libertad y crecer en prosperidad. Afrontaréis tiempos de calma y tiempos de crisis. Pero para cada prueba os encontraréis sobradamente preparados –porque sois hombres y mujeres de West Point-. Saldréis de aquí marcados por el carácter de esta Academia,
portando los ideales más altos de nuestra Nación.

Hacia el final de su vida, Dwight Eisenhower recordó el primer día que pasó en West Point. “La emoción que me sobrevino”, dijo, ”fue la expresión de que ‘los Estados Unidos de América’ significarían en adelante algo diferente. Desde ahora, despreciándome a mí mismo, sería la Nación a la que serviría”.

Hoy, vuestro último día en West Point, empezáis una vida de servicio en una carrera sin parangón. Habéis respondido a la llamada del riesgo y del honor con rigor y determinación. Al fi nal de cada día sabréis que habéis cumplido satisfactoriamente con vuestro deber. Que siempre cumpláis con vuestro deber según los altos estándares que se os ha inculcado en esta gran institución norteamericana. Que os hagáis merecedores de la tradición de dos siglos que os preceden.

En nombre de la Nación, os felicito a cada uno de vosotros por el grado que ya os habéis ganado en nuestro ejército y por el crédito que le concedéis a los Estados Unidos de América. Que Dios os bendiga a todos».

La guerra global contra el terrorismo discurso pronunciado el 25 de junio de 2002

«Durante demasiado tiempo, los habitantes de Oriente Medio han vivido entre la muerte y el temor. El odio que albergan unos pocos mantiene rehén las esperanzas de la mayoría. Las fuerzas del extremismo y el terrorismo están intentando matar el progreso y la paz asesinando a inocentes. Toda esta situación proyecta su sombra sobre toda la región.

Por el bien de la Humanidad, las cosas deben cambiar en Oriente Medio.

Es insostenible que los ciudadanos israelíes sigan viviendo en un estado de terror. Es insostenible que los palestinos sigan viviendo en la miseria y bajo la ocupación. La situación actual no ofrece perspectivas de que la vida vaya a mejorar. Los ciudadanos israelíes seguirán siendo víctimas de los terroristas e Israel seguirá ejerciendo la autodefensa, y la situación del pueblo palestino se hará cada vez más y más miserable.

Mi visión es la de dos Estados que vivan el uno junto al otro en paz y seguridad. Sencillamente, no existirá ningún modo de alcanzar la paz hasta que todas las partes implicadas combatan el terrorismo.

En un momento tan crítico como el actual, si las partes implicadas rompieran con el pasado e iniciaran un nuevo camino, podríamos vencer la oscuridad con la luz de la esperanza.

La paz requiere la presencia de un liderazgo palestino nuevo y diferente para que pueda nacer un Estado palestino.

Hago un llamamiento al pueblo palestino para que elija un nuevo liderazgo, líderes que no contemporicen con el terrorismo. Les invito a que construyan una auténtica democracia basada en la tolerancia y la libertad.

Si el pueblo palestino persigue activamente estos objetivos, EEUU y el mundo entero apoyarán de manera activa sus esfuerzos. Si el pueblo palestino cumple con estos objetivos, será capaz de llegar a un acuerdo con Israel, Egipto y Jordania sobre cuestiones de seguridad y otros acuerdos referentes a la independencia.

Cuando el pueblo palestino tenga nuevos líderes, nuevas instituciones, y nuevos acuerdos de seguridad con sus vecinos, EEUU apoyará la creación de un Estado palestino cuyas fronteras y ciertos aspectos de su soberanía serán provisionales, hasta que la cuestión se resuelva dentro del contexto de un acuerdo final para todo Oriente Medio.

Todos tenemos responsabilidades en el trabajo que queda por hacer. El pueblo palestino tiene talento y está capacitado, y confío en que podrá lograr que su nación nazca.

Mediante el terrorismo nunca se creará un Estado palestino. Sólo se hará mediante la reforma. Una reforma debe consistir en algo más que en un cambio cosmético o en un intento velado de preservar el status quo. Una reforma auténtica precisa de nuevas instituciones políticas y económicas basadas en la democracia, la economía de mercado, y la acción contra el terrorismo.

Hoy, el Consejo Legislativo palestino no tiene autoridad, y el poder se concentra en manos de unos pocos. Un Estado palestina únicamente podrá servir a sus ciudadanos cuando exista una constitución que separe los poderes gubernamentales.

El Parlamento palestino debería estar dotado de la autoridad plena correspondiente a un cuerpo legislativo. Funcionarios y ministros del gobierno necesitan estar dotados de la autoridad y la independencia necesarias para gobernar de manera efectiva.

EEUU, junto con la Unión Europea (UE) y los Estados árabes, trabajará codo con codo con los líderes palestinos para crear un nuevo marco constitucional y una democracia que funcione para el pueblo palestino. EEUU, junto con otros miembros de la comunidad internacional, ayudará a los palestinos en la organización y las tareas de control de elecciones locales multipartidistas y libres que se celebrarán a finales de año, después de lo cual se celebrarán elecciones a nivel nacional.

Hoy, el pueblo palestino vive estancado económicamente. Un estancamiento que se ve empeorado gracias a la corrupción oficial. Un Estado palestino necesitará de una economía vibrante, donde las iniciativas honestas reciban el apoyo de un gobierno honesto.

EEUU, la comunidad internacional de donantes y el Banco Mundial están preparados para trabajar con los palestinos en un gran proyecto de reforma y desarrollo. EEUU, la UE, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional están dispuestos a vigilar el proceso de reformas de las finanzas palestinas, animando a la transparencia y a que haya una auditoria independiente. EEUU, junto con nuestros socios en el mundo desarrollado, incrementará su ayuda humanitaria para ayudar a mitigar el sufrimiento palestino.

Hoy, el pueblo palestino carece de tribunales efectivos y de los medios para defender y reivindicar sus derechos. Un Estado palestino precisará de un sistema de justicia fiable que castigue a los que atacan a los inocentes. EEUU y los miembros de la comunidad internacional están dispuestos a trabajar codo con codo con los líderes palestinos para establecer, financiar y vigilar la marcha de un ente judicial verdaderamente independiente.

Hoy, las autoridades palestinos no se oponen al terrorismo, sino que lo animan.
Esto es inaceptable. EEUU no apoyará el establecimiento de un Estado palestino hasta que sus líderes entablen una lucha decidida contra el terrorismo y desmantelen su infraestructura.

Ello precisará de un esfuerzo de supervisión externa que reconstruya y reforme los servicios de seguridad palestinos. Este sistema de seguridad deberá contar con unas líneas de autoridad y responsabilidad bien delimitadas, así como con una cadena de mando unificada.

EEUU llevará adelante esta reforma junto con los principales Estados de la región.

El mundo está dispuesto a ayudar, pero en última instancia todas estas medidas dependen del pueblo palestino y de sus líderes. Si toman parte en el proceso de reformas con energía, tendrán pronta recompensa. Si los palestinos aceptan la democracia, se enfrenta a la corrupción, y rechazan con firmeza el terrorismo, pueden contar con el apoyo de EEUU a la hora de crear un Estado palestino provisional.

Con una entrega total, este estado podría avanzar rápidamente al tiempo que llega a acuerdos con Israel, Egipto y Jordania en materias tales como la seguridad. Las fronteras finales, la capitalidad y otros aspectos relativos a la soberanía de dicho estado serán cuestiones a negociar entre las partes en un acuerdo final.

Los Estados árabes han ofrecido su ayuda en el proceso, una ayuda que es necesaria.
En el pasado, he dicho que, en la lucha contra el terrorismo, las naciones están con nosotros o contra nosotros. Para estar del lado de la paz, las naciones deben actuar. Todos y cada de los líderes comprometidos con la paz deben poner fin a la incitación a la violencia en los medios de comunicación oficiales y denunciar públicamente los atentados suicidas. Todas y cada una de las naciones comprometidas con la paz deben detener el flujo de dinero, equipos y reclutas hacia los grupos terroristas que quieren la destrucción de Israel, incluyendo a Hamas, el Yihad Islámico o Hezbollah. Todas y cada una de las naciones comprometidas con la paz deben detener los envíos de armamento iraní a estos grupos y oponerse a los regímenes que promueven el terrorismo, como Iraq.

Siria debe elegir el bando correcto en la guerra contra el terrorismo, cerrando los campamentos de entrenamiento de terroristas y expulsando de su suelo a organizaciones terroristas.

Los líderes que deseen ser incluidos en el proceso de paz deben demostrar con sus acciones un apoyo absoluto hacia la paz.

Mientras avanzamos hacia una solución pacífica, los Estados árabes tendrán que construir lazos diplomáticos y comerciales más fuertes con Israel tendentes hacia la plena normalización de las relaciones entre Israel y el mundo árabe.

Israel se juega mucho con el éxito que supondría una Palestina democrática. La ocupación permanente es una amenaza contra la identidad y la democracia israelíes. Un Estado palestino estable y en paz es necesario para que Israel tenga la seguridad que ansía.

Reto a Israel a que adopte medidas concretas para apoyar la creación de un Estado palestino viable y creíble.

A medida que avanzamos hacia una mayor seguridad, las fuerzas israelíes deben retirarse a las posiciones que mantenían antes del 20 de septiembre del 2000. Según las recomendaciones del [informe de la ] comisión Mitchell, la actividad de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados debe detenerse.

Debe permitirse que se desarrolle la economía palestina. A medida que la violencia amaina, debería reinstaurarse la libertad de movimientos, permitiendo a los palestinos inocentes recuperar un ritmo de vida y de trabajo normales. Los legisladores y funcionarios palestinos, trabajadores de organizaciones humanitarias y organizaciones internacionales, deben tener la capacidad de trabajar en la construcción de un futuro mejor. Israel debe liberar los fondos palestinos congelados y ponerlos en manos honestas y responsables.

Le he pedido al secretario de Estado Powell que trabaje intensamente con los líderes de Oriente Medio y de todo el mundo para llevar a cabo esta visión del Estado palestinos, concentrándose en un plan de gran alcance que apoye las reformas palestinas y el proceso de construcción institucional.

En última instancia, israelíes y palestinos habrán de tratar las cuestiones esenciales que les dividen, si de lo que se trata es de alcanzar una paz auténtica, para resolver todas sus reivindicaciones y poner fin al conflicto que les enfrenta.

Esto significa que la ocupación israelí que comenzó en 1967 debe llegar a su fin mediante un proceso de negociación entre las partes sobre la bases de las resoluciones 242 y 338 de NNUU, y con una retirada israelí dentro de unas fronteras seguras y reconocidas.

Debemos resolver también las cuestiones relativas a Jerusalén, la situación y el futuro de los refugiados palestinos, y un acuerdo de paz definitivo entre Israel y Líbano e Israel y Siria que apoye la paz y combata el terrorismo.

Todos los que estamos familiarizados con la historia de Oriente Medios nos damos cuenta de los numerosos obstáculos que existen en el proceso. Asesinos determinados y bien entrenados quieren detenerlo, como ya hemos visto. Ahora bien: los tratados de paz firmados con Israel por Egipto y Jordania nos recuerdan que, con un liderazgo enérgico y responsable, se puede progresar rápidamente.

A medida que surjan nuevas instituciones y nuevos líderes palestinos que demuestren estar actuando eficazmente en materia de seguridad y de reformas, espero que Israel responda y trabaje a favor de un acuerdo final.

Si todos nos esforzamos, será posible alcanzar un acuerdo en un plazo no superior a tres años. Mi país y yo ayudaremos para que se consiga este objetivo.

Puedo entender la profunda furia y angustia del pueblo israelí. Durante demasiado tiempo habéis vivido aterrorizados, en funerales, evitando los mercados y el transporte público, y os habéis visto obligados a poner policías en vuestras guarderías. La Autoridad Palestina ha rechazada la mano que le tendisteis y ha tratado con terroristas. Tenéis derecho a vivir una vida normal. Tenéis derecho a vivir con seguridad. Creo profundamente en la necesidad que tengáis un socio palestino reformado y responsable para alcanzar esa seguridad.

Puedo entender la profunda furia y desesperación del pueblo palestino. Durante décadas, habéis sido tratados como peones en el conflicto de Oriente Medios. Vuestros intereses han sido rehenes de un acuerdo de paz que nunca parece llegar, mientras vuestras vidas empeoran año tras año.

Merecéis una democracia y vivir bajo el imperio de la ley. Merecéis una sociedad abierta y una economía vibrante. Merecéis que vuestros hijos vivan con esperanza.

Puede que el fin de la ocupación y un Estado palestino democrático parezcan algo lejano, pero América y sus socios en todo el mundo estarán dispuestos a ayudar, a ayudaros a hacerlo posible tan pronto como se pueda.

Si la libertad puede florecer en el rocoso suelo de Gaza y Cisjordania, inspirará a millones de hombres y mujeres en todo el mundo que están igualmente cansados de la pobreza y la opresión y que tienen el mismo derecho a disfrutar de las ventajas de un gobierno democrático.

Tengo esperanza en los pueblos de los países musulmanes. Vuestro compromiso con la moralidad, la enseñanza y la tolerancia han producido grandes logros históricos, valores que aún perduran en el mundo islámico de hoy. Tenéis una cultura rica y compartís las aspiraciones de hombres y mujeres de todas las culturas. La prosperidad, la libertad y la dignidad no son simplemente esperanzas americanos u occidentales, sino valores universales. Aún dentro del contexto de violencia y confusión que se vive en Oriente Medio, América cree que estas esperanzas pueden transformar muchas vidas, y que pueden transformar a las naciones.

Este momento es tanto una oportunidad como una prueba para todas las partes en Oriente Medio: es una oportunidad para establecer las bases de una paz futura. Una prueba que nos demuestre quién cree verdaderamente en la paz, y quién no.

La elección es muy sencilla. La Biblia dice: “Ante vosotros he puesto la vida y la muerte; así pues, elegid la vida”. Ha llegado la hora de que todas las partes en conflicto elijan la paz, la esperanza, y la vida.

Muchas gracias».

Discurso con el que George W. Bush da a Sadam Husein un plazo de 48 horas para que abandone el poder pronunciado el 17 de marzo de 2003

«Compatriotas, los acontecimientos en Irak han llegado a los días finales de la decisión. Durante más de una década, Estados Unidos y otros países han realizado esfuerzos pacientes y honestos por desarmar al régimen iraquí sin guerra. Ese régimen prometió revelar y destruir todas sus armas de destrucción masiva como condición para concluir la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.

Desde entonces, el mundo se ha visto involucrado en 12 años de diplomacia. Hemos aprobado más de una docena de resoluciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hemos enviado centenares de inspectores de armas a supervisar el desarme de Irak. Nuestra buena fe no ha tenido respuesta. El régimen iraquí ha utilizado la diplomacia como artimaña para ganar tiempo y ventajas. De manera uniforme, ha desafiado las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigen el desarme total.

Durante estos años, los inspectores de armas de la ONU han sido amenazados por las autoridades iraquíes, espiados electrónicamente y engañados de manera sistemática. Los esfuerzos pacíficos para desarmar al régimen iraquí han fracasado una y otra vez debido a que no estamos tratando con un hombre de paz. La información de los servicios de inteligencia recogida por éste y otros Gobiernos, no deja dudas de que el régimen iraquí continúa poseyendo y ocultando algunas de las armas más letales que se hayan concebido. Este régimen ya ha usado armas de destrucción masiva contra los vecinos de Irak y contra el pueblo de Irak.

El régimen tiene un historial de agresiones brutales en Oriente Medio. Siente un profundo odio hacia Estados Unidos y nuestros amigos y ha ayudado, entrenado y albergado a terroristas, incluyendo a miembros de Al Qaeda.

El peligro es claro. Con armas químicas, biológicas o, algún día, armas nucleares obtenidas con la ayuda de Irak, los terroristas podrían concretar sus declaradas ambiciones y matar a miles o centenares de miles de inocentes en nuestro país o en otro. Estados Unidos y otros países no han hecho nada por merecer o incitar esta amenaza, pero sí haremos lo que esté a nuestro alcance para derrotarla. En vez de abocarnos hacia una tragedia, enderezaremos el rumbo hacia la seguridad.

Antes de que pueda llegar el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para actuar, este peligro será eliminado. Estados Unidos de América tiene la autoridad soberana de usar la fuerza parar proteger su propia seguridad nacional. Ese deber me corresponde como comandante en jefe por el juramento que he prestado, por el juramento que respetaré.

Al reconocer la amenaza a nuestro país, el Congreso de Estados Unidos aprobó de manera abrumadora el año pasado respaldar el uso de la fuerza contra Irak.

Estados Unidos trató de trabajar con las Naciones Unidas para enfrentar esta amenaza porque queríamos solucionar el problema de manera pacífica. Creemos en la misión de las Naciones Unidas.

Una razón por la cual fue fundada la ONU después de la Segunda Guerra Mundial fue para confrontar a los dictadores hostiles de manera activa y temprana, antes de que pudieran atacar a inocentes y destruir la paz. 

En el caso de Irak, el Consejo de Seguridad sí actuó a comienzos del decenio de 1990. De acuerdo con las resoluciones 678 y 687, ambas aún vigentes, Estados Unidos y nuestros aliados estamos autorizados parar utilizar la fuerza y despojar a Irak de armas de destrucción masiva».

«Esto no es un problema de autoridad. Se trata de una cuestión de voluntad. En diciembre pasado, me presenté ante la Asamblea General de la ONU y exhorté a los países del mundo a unirse y poner fin a este peligro. El 8 de noviembre pasado, el Consejo de Seguridad unánimemente aprobó la Resolución 1441, en la que declaró a Irak en violación flagrante de sus obligaciones y avisaba de serias consecuencias si Irak no se despojaba de sus armas de manera total e inmediata.

Hoy, ningún país puede afirmar que Irak se haya desarmado. Y no se desarmará mientras Sadam Husein se mantenga en el poder.

Durante los últimos cuatro meses y medio, Estados Unidos y nuestros aliados han trabajado dentro del Consejo de Seguridad para que se pongan en práctica las demandas pendientes desde hace tanto tiempo. Sin embargo, algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad han anunciado públicamente que vetarán cualquier resolución que obligue al desarme de Irak. Estos gobiernos comparten nuestra evaluación del peligro, pero no así nuestra resolución de enfrentarlo.

No obstante, muchos países sí tienen la determinación y la entereza de actuar contra esta amenaza a la paz, y una amplia coalición se está congregando ahora para hacer respetar las justas demandas del mundo. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no ha estado a la altura de sus responsabilidades. Por eso es que nosotros estaremos a la altura de las nuestras.

Compatriotas, los acontecimientos en Irak han llegado a los días finales de la decisión. Durante más de una década, Estados Unidos y otros países han realizado esfuerzos pacientes y honestos por desarmar al régimen iraquí sin guerra. Ese régimen prometió revelar y destruir todas sus armas de destrucción masiva como condición para concluir la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.

Desde entonces, el mundo se ha visto involucrado en 12 años de diplomacia. Hemos aprobado más de una docena de resoluciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hemos enviado centenares de inspectores de armas a supervisar el desarme de Irak. Nuestra buena fe no ha tenido respuesta. El régimen iraquí ha utilizado la diplomacia como artimaña para ganar tiempo y ventajas. De manera uniforme, ha desafiado las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigen el desarme total.

Durante estos años, los inspectores de armas de la ONU han sido amenazados por las autoridades iraquíes, espiados electrónicamente y engañados de manera sistemática. Los esfuerzos pacíficos para desarmar al régimen iraquí han fracasado una y otra vez debido a que no estamos tratando con un hombre de paz. La información de los servicios de inteligencia recogida por éste y otros Gobiernos, no deja dudas de que el régimen iraquí continúa poseyendo y ocultando algunas de las armas más letales que se hayan concebido. Este régimen ya ha usado armas de destrucción masiva contra los vecinos de Irak y contra el pueblo de Irak.

El régimen tiene un historial de agresiones brutales en Oriente Medio. Siente un profundo odio hacia Estados Unidos y nuestros amigos y ha ayudado, entrenado y albergado a terroristas, incluyendo a miembros de Al Qaeda.

El peligro es claro. Con armas químicas, biológicas o, algún día, armas nucleares obtenidas con la ayuda de Irak, los terroristas podrían concretar sus declaradas ambiciones y matar a miles o centenares de miles de inocentes en nuestro país o en otro. Estados Unidos y otros países no han hecho nada por merecer o incitar esta amenaza, pero sí haremos lo que esté a nuestro alcance para derrotarla. En vez de abocarnos hacia una tragedia, enderezaremos el rumbo hacia la seguridad.

Antes de que pueda llegar el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para actuar, este peligro será eliminado. Estados Unidos de América tiene la autoridad soberana de usar la fuerza parar proteger su propia seguridad nacional. Ese deber me corresponde como comandante en jefe por el juramento que he prestado, por el juramento que respetaré.

Al reconocer la amenaza a nuestro país, el Congreso de Estados Unidos aprobó de manera abrumadora el año pasado respaldar el uso de la fuerza contra Irak.

Estados Unidos trató de trabajar con las Naciones Unidas para enfrentar esta amenaza porque queríamos solucionar el problema de manera pacífica. Creemos en la misión de las Naciones Unidas.

Una razón por la cual fue fundada la ONU después de la Segunda Guerra Mundial fue para confrontar a los dictadores hostiles de manera activa y temprana, antes de que pudieran atacar a inocentes y destruir la paz. 

En el caso de Irak, el Consejo de Seguridad sí actuó a comienzos del decenio de 1990. De acuerdo con las resoluciones 678 y 687, ambas aún vigentes, Estados Unidos y nuestros aliados estamos autorizados parar utilizar la fuerza y despojar a Irak de armas de destrucción masiva».

«Esto no es un problema de autoridad. Se trata de una cuestión de voluntad. En diciembre pasado, me presenté ante la Asamblea General de la ONU y exhorté a los países del mundo a unirse y poner fin a este peligro. El 8 de noviembre pasado, el Consejo de Seguridad unánimemente aprobó la Resolución 1441, en la que declaró a Irak en violación flagrante de sus obligaciones y avisaba de serias consecuencias si Irak no se despojaba de sus armas de manera total e inmediata.

Hoy, ningún país puede afirmar que Irak se haya desarmado. Y no se desarmará mientras Sadam Husein se mantenga en el poder.

Durante los últimos cuatro meses y medio, Estados Unidos y nuestros aliados han trabajado dentro del Consejo de Seguridad para que se pongan en práctica las demandas pendientes desde hace tanto tiempo. Sin embargo, algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad han anunciado públicamente que vetarán cualquier resolución que obligue al desarme de Irak. Estos gobiernos comparten nuestra evaluación del peligro, pero no así nuestra resolución de enfrentarlo.

No obstante, muchos países sí tienen la determinación y la entereza de actuar contra esta amenaza a la paz, y una amplia coalición se está congregando ahora para hacer respetar las justas demandas del mundo. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no ha estado a la altura de sus responsabilidades. Por eso es que nosotros estaremos a la altura de las nuestras.

El Departamento de Seguridad Nacional está trabajando en colaboración con los dirigentes de la nación para incrementar la seguridad de las instalaciones críticas en América. Si nuestros enemigos atacaran nuestro país, convertirían nuestro estado de alerta por pánico, y machacando nuestra moral implantando el miedo. Pero en esto fallarán. Ningún acto que cometan puede alterar la resolución y el ansia de actuar de este país. Nosotros somos gente pacífica, pero no frágil, y no nos dejaremos intimidar por matones o asesinos. Si nuestros enemigos se atreven a golpearnos, elos y todos los que les hayan ayudado tendrán que afrontar temibles consecuencias.

Estamos actuando ahora porque los riesgos, si no hiciéramos nada, serían mucho mayores. En un año, o cinco, el poder de Irak para hacer daño a todas las naciones libres se podría multiplicar varias veces. Con estas capacidades, Sadam Husein y sus aliados terroristas podrían elegir el momento de abrir un conflicto mortal cuando ellos fueran más fuertes. Nosotros preferimos afrontar ese reto ahora que se está levantando, antes de que pueda aparecer sin previo aviso sobre los cielos de nuestras ciudades.

La causa de la paz requiere que todas las naciones libres reconozcan unas nuevas e innegables realidades. En el siglo XX algunos eligieron apaciguar a los dictadores asesinos, cuyas amenazas fueron creciendo hasta convertirse en genocidas que pretendían la guerra global. En este siglo, cuando los malvados planean sembrar el terror con amenazas químicas, biológicas y nucleares, una política de apaciguamiento podría traer una destrucción nunca vista en la tierra. Los terroristas y los estados que los soportan no hablan de estas amenazas en sus declaraciones formales. Y responder a estos enemigos cuando ellos ya han golpeado primero no es defensa propia, sino suicidio. La seguridad del mundo requiere el desarme de Sadam Husein ahora.

Mientras hacemos que se cumplan las justas demandas del mundo, también honramos los compromisos más arraigados de nuestro país. Al contrario que Sadam Husein, nosotros creemos que el pueblo iraquí se merece obtener la libertad. Y cuando el dictador se haya ido, podrán ser un ejemplo para todos los países de Oriente Medio de una nación autogobernada y pacífica. 

Los Estados Unidos, junto a otros países, trabajarán para llevar la paz y la libertad a esta región del mundo. Nuestro objetivo no se conseguirá en una noche, pero podremos lograrlo con el tiempo. El poder y el atractivo de la libertad es anhelado en todas las culturas y todas las tierras. Y el gran poder de la libertad es sobreponerse al odio y a la guerra, y poner la bondad de los hombres y mujeres al servicio de la paz. Ese es el futuro que hemos elegido. Las naciones libres tienen la misión de defender a nuestra gente uniéndose contra los violentos. Y hoy, como lo hemos hecho antes, América y sus aliados acepta esta responsabilidad.

Buenas noches y que Dios siga bendiciendo a América».

Discurso a la nación pronunciado desde la Oficina Oval de la Casa Blanca para anunciar el inicio de la guerra a Iraq el 19 de marzo de 2003

«Estimados conciudadanos:

A esta hora, las fuerzas estadounidenses y de coalición se encuentran en las etapas iniciales de las operaciones militar para desarmar a Iraq, liberar a su pueblo y defender al mundo de un grave peligro.

A una orden mía, las fuerzas de coalición han empezado a atacar objetivos selectivos de importancia militar para socavar la capacidad de guerra de Saddam Hussein. Estas son las etapas iniciales de lo que será una amplia y concertada campaña.

Más de 35 países están prestando un apoyo crucial, desde el uso de bases navales y aéreas, a la ayuda con inteligencia y logística, al emplazamiento de unidades de combate. Cada nación en esta coalición ha decidido asumir la responsabilidad y compartir el honor de servir en nuestra defensa común.

A todos los hombres y mujeres de las fuerzas armadas de los Estados Unidos emplazados ahora en el Medio Oriente, la paz de un mundo preocupado y las esperanzas de un pueblo oprimido dependen ahora de ustedes.

Esa confianza está bien fundamentada.

Los enemigos que enfrenten se llevarán una lección de habilidad y bravura. El pueblo que liberen será testigo del espíritu decente y honorable del militar estadounidense.

En este conflicto, los Estados Unidos se enfrentan con un enemigo que no se preocupa por las convenciones de guerra o los preceptos de moral. Saddam Hussein ha emplazado tropas y equipos en áreas civiles, en un intento de usar a hombres, mujeres y niños inocentes como escudos de sus propios militares, una atrocidad final contra su pueblo.

Quiero expresarles a los estadounidenses y al mundo entero que las fuerzas de la coalición harán todo lo posible por evitar la muerte de inocentes ciudadanos. La campaña militar en un país de terreno riguroso y tan grande como California puede durar más y ser más difícil de predecir de lo que algunos se imaginan. Ayudar a los iraquíes a lograr un país unido, libre y estable requerirá de nuestro compromiso continuo.

Vamos a Iraq respetando a sus ciudadanos, por su gran civilización y por las creencias religiosas que practican. No tenemos ninguna ambición en Irak que no sea la de eliminar una amenaza y restablecer el control de ese país para su propio pueblo.

Sé que las familias de nuestros hombres están rezando porque todos los que están sirviendo regresen pronto y a salvo.

Millones de estadounidenses están rezando con ustedes por la seguridad de sus seres queridos y por la protección de los inocentes.

Por su sacrificio, ustedes cuentan con la gratitud y respeto del pueblo estadounidense y deben saber que las fuerzas regresarán a casa tan pronto hayan concluido su trabajo.

Nuestra nación entra a este conflicto con renuencia, pero nuestro objetivo es seguro. El pueblo de los Estados Unidos y nuestros amigos y aliados no vivirán a la merced de un régimen ilegal que amenaza la paz con armas de destrucción masiva.

Nos enfrentaremos a esa amenaza con nuestro Ejército, Fuerza Aérea, Marina, Guarda Costera y Marines para que no tengamos que enfrentarlos más tarde con bomberos, policías y doctores en las calles de nuestras ciudades.

Ahora que estamos ante el conflicto, la única forma de limitar su duración es aplicando una fuerza decisiva. Y les aseguro que ésta no será una campaña a medias y que no aceptaremos otro resultado que no sea la victoria.

Mis queridos conciudadanos:

Los peligros en nuestro país y en el mundo serán eliminados. Superaremos este momento de peligro y proseguiremos el camino de la paz. Defenderemos nuestra libertad. Traeremos la libertad a otros. Prevaleceremos.

Que Dios bendiga a nuestra nación y a quienes la defienden».

Discurso pronunciado ante la Asamblea General de la ONU el 23 de septiembre de 2003

El último 23 de setiembre el presidente de USA George W. Bush realizó un discurso en la sesión inaugural de la Asamblea General del ONU. Esta es la primera comparecencia del presidente estadounidense en la ONU luego de la guerra e invasión de su país a Irak. Se esperaba con expectativa que diera repuesta al creciente cuestionamiento sobre la no-existencia en Irak de armas bacteriológicas, argumento central que USA expuesto reiteradamente ante el organismo multilateral para desatar la guerra. El presidente Bush no hizo una sola mención al tema, por el contrario sorprendió a la comunidad internacional al justificar la guerra a pesar de que no se a podido comprobar la existencia de tales armas.

La división entre la postura estadounidense sobre la realidad internacional y la mayoría de la ONU quedó claramente en el discurso que el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, pronunció quedaron en evidencia profundas diferencias en temas vitales como los ataques preventivos y la guerra en Irak, dos visiones distintas del mundo Aun cuando no desaparecieron las frases cordiales y fotos sonrientes, plantearon posturas divergentes, casi opuestas sobre el rol de la ONU en el combate del terrorismo y la resolución de conflictos entre naciones.

 

«Señor secretario general, señor presidente, distinguidos delegados, señoras y señores: Hace veinticuatro meses, apenas ayer en la memoria de Estados Unidos, el centro de la ciudad de Nueva York se tornó en un campo de batalla y en una tumba y en un símbolo de una guerra inconclusa. Desde ese día los terroristas han asestado golpes en Bali, Mombasa, Casablanca, Riad, Yakarta, Jerusalén, midiendo el avance de su causa por medio del caos y el sufrimiento de los inocentes que dejan a su paso.

El mes pasado los terroristas llevaron su guerra a la misma Naciones Unidas. La sede de la ONU en Bagdad representaba el orden y la compasión y, por esa razón los terroristas decidieron que debía ser destruida. Sergio Vieira de Mello fue una de las 22 personas asesinadas en ese lugar. Durante décadas ese hombre bueno y valiente, de Brasil, ayudó al necesitado en Bangladesh, Chipre, Mozambique, Líbano, Camboya, África Central, Kosovo y Timor Oriental y en el momento de su muerte ayudaba al pueblo iraquí en sus momentos difíciles. Estados Unidos se une a ustedes, a sus colegas, para rendir homenaje a la memoria del señor Vieira Mello y a la memoria de todos los que murieron junto a él en servicio de las Naciones Unidas.

Por las víctimas que escogen y los medios que emplean los terroristas han hecho clara la lucha en que estamos comprometidos. Los que convierten en objetivo de la muerte a quienes brindan auxilio se colocan a sí mismos contra la humanidad entera. Los que incitan al asesinato y celebran el suicidio revelan su desprecio por la vida misma. Esos no tienen cabida en ningún credo religioso, no tienen derecho a la simpatía del mundo, y no debieran tener amigos en este salón. Los sucesos de los dos últimos años nos muestran la más clara división: entre quienes buscan el orden y quienes propagan el caos; entre quienes trabajan por un cambio pacífico y los que adoptan métodos de los pandilleros; entre quienes respetan los derechos del hombre y quienes deliberadamente quitan la vida a hombres, mujeres y niños, sin merced ni vergüenza.

Entre estas alternativas no hay un territorio neutro. Todos los gobiernos que apoyan el terror son cómplices en una guerra contra la civilización. Ningún gobierno debe hacer caso omiso de la amenaza del terror, porque los que apartan su mirada de la realidad les dan a los terroristas la oportunidad de reagruparse, de reclutar y de prepararse. Al mismo tiempo, todas las naciones que luchan contra el terror como si la vida de sus propios pueblos dependiera de ello, recibirán el juicio favorable de la historia.

Los regímenes anteriores de Afganistán e Irak conocían estas alternativas y optaron entre ellas. El régimen Talibán era patrocinador y sirviente del terrorismo. Cuando se le confrontó ese régimen escogió el desafío y ya no está más. El presidente de Afganistán, aquí presente hoy, ahora representa a un pueblo libre que construye una sociedad decente y justa, una nación que se ha unido plenamente en la guerra contra el terror.

El régimen de Saddam Hussein cultivó vínculos con el terror, en tanto que construía armas de destrucción masiva. Utilizó esas armas en actos de asesinatos en masa y rehusó dar cuenta de ellas cuando el mundo lo confrontó. El Consejo de Seguridad tuvo razón en sentirse alarmado. El Consejo de Seguridad tuvo razón al demandar que Irak destruyera sus armas ilegales y probara que lo había hecho. El Consejo de Seguridad tuvo razón al afirmar solemnemente que habría consecuencias graves si Irak rehusaba cumplir. Precisamente porque hubo consecuencias, y que una coalición de naciones actuó para defender la paz y la credibilidad de las Naciones Unidas, es que Irak es libre y hoy se unen a nosotros los representantes de un país liberado.

Los monumentos de Saddam Hussein han sido derribados y no sólo sus estatuas. Los verdaderos monumentos de su régimen y su carácter, las cámaras de tortura y los centros para las violaciones y las celdas carcelarias para niños inocentes, están cerrados. A medida que descubrimos en Irak los campos de matanzas y las fosas comunes revelan la verdadera magnitud de la crueldad de Saddam.

El pueblo iraquí enfrenta penurias y dificultades, como toda nación que comienza en el camino de la democracia. No obstante, su futuro promete vidas con dignidad y libertad y eso es un mundo aparte de la tiranía sórdida y perversa que conocía. En toda Irak la vida ha mejorado con la libertad. En todo el Oriente Medio los pueblos están más seguros porque un agresor inestable ha sido removido del poder. En todo el mundo los países son más seguros porque ha caído un aliado del terror.

Nuestras acciones en Afganistán e Irak tuvieron el apoyo de muchos gobiernos y Estados Unidos está agradecido con cada uno de ellos. También reconozco que algunas naciones soberanas de esta Asamblea estuvieron en desacuerdo con nuestras acciones. Con todo, hubo, y todavía existe unidad entre nosotros en cuanto a los principios fundamentales y los objetivos de las Naciones Unidas. Estamos dedicados a la defensa de nuestra seguridad colectiva y al progreso de los derechos humanos.

Estos compromisos permanentes nos obligan a una enorme tarea, que debemos realizarla juntos. Sigamos adelante.

Primero, debemos estar con el pueblo de Afganistán y el pueblo de Irak cuando construyen países libres y estables. Los terroristas y sus aliados temen y luchan contra este progreso porque, por sobre todo, los pueblos libres acogen la esperanza en contra del resentimiento y prefieren la paz, no la violencia.

La Organización de las Naciones Unidas ha sido amiga del pueblo afgano, distribuye alimentos y medicinas, ayuda a los refugiados a regresar a sus hogares, asesora en la redacción de una nueva constitución y ayuda a preparar el camino para las elecciones nacionales. La Organización del Tratado del Atlántico Norte se ha hecho cargo de la fuerza de seguridad en Kabul dispuesta por la ONU. Las fuerzas estadounidenses y de la coalición continúan siguiendo la pista y derrotando a los terroristas de al-Qaida y lo que queda de Talibán. Nuestros esfuerzos para reconstruir ese país siguen. Recién propuse un gasto adicional de 1.200 millones de dólares para las tareas de reconstrucción de Afganistán e insto a los países para que continúen aportando a esta causa importante.

En Irak las Naciones Unidas llevan a cabo día a día una labor vital y eficaz. Para fines de 2004 más del 90 por ciento de los niños menores de cinco años habrá sido inmunizado contra enfermedades evitables como la poliomielitis, la tuberculosis y el sarampión; gracias a la constante labor y los ideales elevados de UNICEF. El sistema de distribución de alimentos en Irak funciona y reparte casi medio millón de toneladas de alimentos por mes, gracias a la habilidad y los conocimientos del Programa Mundial de Alimentos.

Nuestra coalición internacional cumple con sus responsabilidades en Irak. Llevamos a cabo incursiones de precisión contra los terroristas y los focos de resistencia del régimen anterior. Estos homicidas están en guerra con el pueblo iraquí, han hecho de Irak el frente central de la guerra de terror y serán derrotados. Nuestra coalición se ha asegurado que el ex dictador de Irak no vuelva nunca a utilizar armas de destrucción masiva. Actualmente entrevistamos a ciudadanos iraquíes y examinamos los documentos del régimen anterior para averiguar el alcance de sus programas de armas y de su prolongada campaña de engaños. Entrenamos a la policía, a los guardias de frontera y un a un nuevo ejército de iraquíes, de manera que el pueblo de Irak pueda asumir responsabilidad total por su propia seguridad.

Al mismo tiempo, nuestra coalición ayuda a mejorar la vida cotidiana del pueblo iraquí.

El régimen anterior construyó palacios, mientras dejaba que las escuelas se arruinaban, por consiguiente estamos reconstruyendo más de mil escuelas. El régimen anterior privaba de recursos a los hospitales, por consiguiente hemos ayudado a abastecer y abrir nuevamente los hospitales en todo el territorio de Irak. El régimen anterior creó ejércitos y produjo armas, mientras permitía que la infraestructura del país se desintegrara, por consiguiente estamos reconstruyendo las centrales eléctricas, las instalaciones sanitarias y de suministro de agua, los puentes y los aeropuertos. Yo propuse al Congreso que Estados Unidas suministre financiación adicional para nuestra labor en Irak; el mayor compromiso financiero de ese tipo desde el Plan Marshall. Después de ayudar a liberar a Irak, cumpliremos nuestras promesas a Irak y al ayudar al pueblo iraquí a construir un país estable y pacífico, haremos más seguros a nuestros propios países.

El objetivo primordial de nuestra coalición en Irak es la autonomía del pueblo de Irak, lograda en forma metódica y democrática. Este proceso debe desarrollarse de acuerdo con las necesidades de los iraquíes, ni precipitado ni dilatado por los deseos de otras partes. Naciones Unidas puede contribuir mucho a la causa de la autonomía iraquí.

Estados Unidos trabaja con amigos y aliados en una nueva resolución del Consejo de Seguridad para ampliar la función de la ONU en Irak. Al igual que en la secuela de otros conflictos, las Naciones Unidas debe asistir en la preparación de una constitución, en capacitar a funcionarios y en la realización de elecciones libres y justas. Ahora Irak tiene un Consejo de Gobierno, la primera institución realmente representativa en ese país. Los nuevos líderes de Irak han demostrado la sinceridad y la tolerancia que requiere la democracia y también el coraje. No obstante, toda joven democracia necesita la ayuda de amigos. Ahora la nación iraquí necesita y merece nuestra ayuda y todas las naciones de buena voluntad deben hacerse presentes y proveer esa ayuda.

Toda la región está a la expectativa y toma nota del éxito de un Irak libre. Millones verán que esa libertad, igualdad y progreso material son posibles en el corazón del Oriente Medio. Los líderes en la región verán de frente la prueba más clara, de que las instituciones libres y las sociedades abiertas son el único camino hacia el éxito y la dignidad nacionales de largo plazo. Además, un Oriente Medio transformado beneficiaría al mundo entero, ya que minaría las ideologías que exportan la violencia a otras tierras.

Irak, como dictadura, tuvo un gran poder para desestabilizar el Medio Oriente. Irak, como democracia, tendrá un gran poder para inspirar al Medio Oriente. El adelanto de las instituciones democráticas en Irak está sentando un ejemplo que otros, incluso el pueblo palestino, debería seguir. La causa palestina es traicionada por dirigentes que se aferran al poder, alimentando odios antiguos, que destruyen el trabajo productivo de otros. El pueblo palestino merece tener su propio estado — comprometido a la reforma, a combatir el terrorismo, y establecer la paz. Todas las partes en el Medio Oriente deben cumplir sus responsabilidades y cumplir las promesas hechas en Aqaba. Israel debe esforzarse en crear las condiciones que permitan el surgimiento de un estado palestino pacífico. Las naciones árabes deben cortar el financiamiento y otros apoyos a las organizaciones terroristas. Estados Unidos trabajará con cualquier nación en la región que actúe enérgicamente en bien de la paz.

El segundo reto que debemos confrontar juntos es la proliferación de las armas de destrucción masiva. Los regímenes delincuentes que poseen armas nucleares, químicas y biológicas – y los medios para utilizarlas – estarán en condiciones de acudir al chantaje y crear el caos en regiones enteras. Estas armas podrían ser usadas por los terroristas para causar desastres y sufrimientos súbitos en una escala que casi no podemos imaginar. La combinación mortífera de regímenes proscritos, redes del terrorismo y armas de asesinato en masa son un peligro que no puede ignorarse o desear que desaparezca. Si se permite que ese peligro se materialice plenamente, todas las palabras, todas las protestas, llegarán demasiado tarde. Las naciones del mundo deben tener la sabiduría y la voluntad para frenar las amenazas graves antes de que ocurran.

Un paso crucial es asegurar los materiales más peligrosos en su lugar de origen. Durante más de una década, Estados Unidos ha trabajado con Rusia y otros estados de la ex-Unión Soviética para desmantelar, destruir o asegurar las armas y materiales peligrosos que quedan de otra era. El año pasado, en Canadá, las naciones del G-8 acordaron proveer hasta 20.000 millones de dólares — la mitad de esa suma por Estados Unidos — para combatir este riesgo de proliferación durante los diez años próximos. Desde ese entonces, seis países adicionales se han unido a este esfuerzo. Son necesarios más, e insto a otras naciones a que nos ayuden a enfrentar este peligro.

Estamos mejorando también nuestra capacidad de interceptar materiales letales en tránsito. Por medio de nuestra Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación, once países se están preparando para registrar aeronaves, barcos, trenes y camiones que pudieran transportar cargamentos sospechosos, y confiscar los envíos de armas o cohetes que suscitan preocupaciones de su proliferación. Estos países han acordado una serie de principios de interdicción, compatibles con las autoridades jurídicas actuales. Estamos trabajando para expandir la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación hacia otros países. Estamos resueltos a mantener las armas más destructivas del mundo lejos de todas nuestras costas, y fuera de las manos de nuestros enemigos comunes.

Debido a que los proliferadores utilizarán cualquier ruta o conducto a su alcance, necesitamos la cooperación más amplia posible para frenarlos. Pido hoy al Consejo de Seguridad de la ONU que adopte una nueva resolución contra la proliferación. Esta resolución debe exhortar a todos los miembros de la ONU a que declaren delito la proliferación de armas de destrucción masiva; a que promulguen controles estrictos de exportación compatibles con las normas internacionales; y que aseguren todos los materiales sensibles que se encuentren dentro de sus propias fronteras. Estados Unidos está preparado para ayudar a cualquier país a redactar estas leyes nuevas, y para asistir en su aplicación.

Un tercer reto que compartimos es uno de conciencia. Debemos actuar resueltamente para enfrentar las crisis humanitarias de nuestro tiempo. Estados Unidos ha empezado a llevar a cabo el Plan de Emergencia para el socorro del SIDA, para prevenir el SIDA en escala masiva y dar tratamiento a millones de personas que ya tienen la enfermedad. Hemos comprometido 15.000 millones de dólares durante un período de cinco años para combatir el SIDA en el mundo. Mi país está actuando también para salvar vidas por causa de las hambrunas. Estamos suministrando más de 1.400 millones de dólares en ayuda alimentaria de emergencia y he solicitado al Congreso de Estados Unidos 200 millones de dólares para un nuevo fondo contra las hambrunas, para actuar rápido cuando surjan las primeras señales de una hambruna. Cada país en cada continente debe agregar generosamente sus recursos a la lucha contra la enfermedad y el hambre desesperada.

Existe otra crisis humanitaria, que se propaga aunque esté oculta a la vista. Cada año, se estima que de ochocientos a novecientos mil seres humanos son comprados, vendidos, o forzados a través de las fronteras del mundo. Entre ellos hay cientos de miles de niñas adolescentes, y otras de no más de cinco años de edad, que caen víctimas del comercio sexual. Este comercio en vidas humanas genera miles de millones de dólares cada año — una gran parte de los mismos es usada para financiar el crimen organizado.

Hay una maldad especial en el abuso y explotación de los más inocentes y vulnerables. Las víctimas del comercio sexual han mirado muy poco de la vida cuando ya han visto lo peor de la vida – un infierno de brutalidad y temor solitario. Aquellos que crean estas víctimas y ganan con su sufrimiento, deben ser castigados severamente. Los que patrocinan esta industria se degradan a sí mismos y aumentan la miseria de otros. Y los gobiernos que toleran este comercio toleran una forma de esclavitud.

Este problema ha surgido en mi propio país, y estamos trabajando para ponerle fin. La ley PROTECT, cuya promulgación firmé este año, declara como delito el que una persona entre en Estados Unidos, o cualquier ciudadano viaje al exterior, para participar en el turismo sexual que incluya a niños. El Departamento de Justicia está investigando activamente a los promotores del turismo sexual y sus patrocinadores, los que pueden encarar hasta treinta años de prisión. Conforme a la Ley de Protección de Victimas de la Trata de Personas, Estados Unidos aplica sanciones contra los gobiernos para disuadir la trata de personas.

Las víctimas de esta industria necesitan también la ayuda de los otros miembros de Naciones Unidas. Y ésta empieza con normas claras y la certeza de un castigo conforme a las leyes de cada país. Hoy, algunos países hacen que sea un crimen abusar sexualmente a niños en el exterior. Esta conducta debe ser un crimen en todos los países. Los gobiernos deben informar a los viajeros sobre el daño que causa esta industria, y sobre el castigo severo que recibirán sus patrocinadores. El gobierno de Estados Unidos comprometerá cincuenta millones de dólares para apoyar el trabajo generoso de las organizaciones que rescatan a mujeres y niñas de ser explotadas, y que proveen refugio, tratamiento médico y la esperanza de una nueva vida. Insto a otros gobiernos a que hagan su parte.

Debemos demostrar una nueva energía en combatir un mal antiguo. Casi dos siglos después de la abolición del comercio transatlántico de esclavos, y más de un siglo después que la esclavitud fuera oficialmente abolida en sus últimos baluartes, no se debe permitir que la trata de seres humanos, para cualquier propósito, florezca en nuestro tiempo.

Todos los retos a que me he referido hoy requieren urgente atención y claridad moral. Ayudar a Afganistán e Irak a tener éxito como naciones libres en una región transformada –eliminar las avenidas a la proliferación — abolir las formas modernas de la esclavitud — son las grandes tareas para las que fue establecida la Organización de las Naciones Unidas. En cada uno de los casos, se necesita una discusión cuidadosa, y también una acción decisiva. Nuestras buenas intenciones solamente serán reconocidas si logramos buenos resultados. Como signatario original de la Carta de la ONU, Estados Unidos de América está comprometido con Naciones Unidas. Y demostramos este compromiso al trabajar para que se cumplan los propósitos expresados de la ONU y se dé significado a sus ideales.

Los documentos de fundación de las Naciones Unidas y los documentos de fundación de Estados Unidos comparten la misma tradición. Ambos afirman que los seres humanos nunca deben ser reducidos a objetos del poder o del comercio, porque su dignidad es inherente. Ambos reconocen una ley moral que está por encima de los hombres y de las naciones, que debe ser defendida por los hombres y las naciones. Y ambos señalan el camino hacia la paz, la paz que vendrá cuando todos sean libres. Nosotros aseguramos esa paz con valentía, y debemos demostrar esa valentía juntos. Que Dios los bendiga».

Discurso de Toma de Posesión pronunciado en el Capitolio el 20 de enero de 2005

«EL PRESIDENTE: Vicepresidente Cheney, señor presidente del Tribunal de Justicia, Presidente Carter, Presidente Bush, Presidente Clinton, miembros del Congreso de los Estados Unidos, reverendo clero, distinguidos invitados, conciudadanos: (Aplauso).

Este día, establecido por las leyes y caracterizado por las ceremonias, celebramos las palabras sabias y perdurables de nuestra Constitución, y recordamos los compromisos firmes que unen a nuestro país. Estoy agradecido por el honor del momento, consciente de los tiempos de gran importancia que vivimos y decidido a cumplir con el juramento que he hecho y del cual han sido testigos.

En esta segunda asamblea, definen nuestros deberes no las palabras que pronuncio, sino la historia que hemos presenciado juntos. Durante más de medio siglo, Estados Unidos defendió nuestra propia libertad al mantenerse alerta en fronteras distantes. Después del naufragio del comunismo, hubo años de calma relativa, años de reposo, años de descanso, y luego llegó el día del fuego.

Hemos notado nuestra vulnerabilidad y hemos visto su fuente más arraigada. Mientras en naciones enteras del mundo hiervan el resentimiento y tiranía, propensas a ideologías que alimentan el odio y justifican el asesinato, se acumulará la violencia y se multiplicará el poder destructivo, y cruzarán las fronteras mejor defendidas y representarán una amenaza mortal. Sólo existe una fuerza de la historia que puede acabar con el reinado del odio y el resentimiento, y exponer las pretensiones de los tiranos y reconocer las esperanzas de las personas decentes y tolerantes, y ésta es la fuerza de la libertad humana. (Aplauso).

Los sucesos y el sentido común nos llevan a una conclusión: La supervivencia de la libertad en nuestro país depende cada vez más del éxito de la libertad en otros países. (Aplauso). La mejor posibilidad para la paz en nuestro mundo la ofrece la diseminación de la libertad en todo el mundo. (Aplauso).

Los intereses vitales de los Estados Unidos y nuestras convicciones más profundas ahora son una unidad. Desde el día de nuestra fundación, hemos proclamado que todos los hombres y mujeres de la Tierra tienen derechos y dignidad, y un valor sin igual, porque son semejantes al Creador de los Cielos y la Tierra. En todas las generaciones hemos proclamado el imperativo de la autonomía, porque nadie es adecuado para ser patrón y nadie merece ser esclavo. (Aplauso). Es la promoción de estos ideales la misión que creó a nuestra nación. Es el logro honorable de nuestros padres. Ahora es el requisito urgente de la seguridad de nuestra nación y el llamado de nuestros tiempos.

Por lo tanto, es la política de los Estados Unidos procurar y apoyar el desarrollo de movimientos e instituciones democráticas en cada nación y cultura, con el objetivo final de poner fin a la tiranía en el mundo. (Aplauso).

Esta no es de primera instancia la tarea de las armas, aunque nos defenderemos y defenderemos a nuestros amigos con la fuerza de las armas cuando sea necesario. La libertad, en esencia, debe ser escogida y defendida por los ciudadanos, y mantenida por el imperio de la ley y la protección de los grupos minoritarios. Y cuando el alma de la nación finalmente se pronuncia, las instituciones que surgen pueden reflejar costumbres y tradiciones muy diferentes a las nuestras. Estados Unidos no impondrá nuestro propio tipo de gobierno a los que no lo desean. Nuestro objetivo, más bien, es ayudar a los demás a encontrar su propia voz, lograr su propia libertad y abrirse su propio camino.

El gran objetivo de poner fin a la tiranía se refleja en el trabajo dedicado de muchas generaciones. El carácter difícil de la tarea no es excusa para evitarla. La influencia de los Estados Unidos no es ilimitada, pero para dicha de los oprimidos, la influencia de los Estados Unidos es considerable, y la utilizaremos con confianza por la causa de la libertad.

Mi deber más solemne es proteger a esta nación y sus ciudadanos de más ataques y de amenazas emergentes. Hay quienes insensatamente han optado por poner a prueba la determinación de los Estados Unidos y han descubierto que es firme. (Aplauso).

Aclararemos persistentemente la opción ante cada gobernante y cada nación: La opción moral entre la opresión, que siempre es incorrecta, y la libertad, que es eternamente correcta. (Aplauso). Estados Unidos no fingirá que los disidentes encarcelados prefieren sus cadenas, o que las mujeres acogen la humillación y servidumbre, o que existe ser humano que aspira a vivir a la merced de matones.

Fomentaremos la reforma en otros gobiernos al dejar en claro que el éxito en nuestras relaciones requerirá el tratamiento decente de sus propios pueblos. (Aplauso). La convicción de los Estados Unidos de la dignidad humana guiará nuestras políticas. Sin embargo, los derechos deben ser más que concesiones a regañadientes de dictadores; son garantizados por la libre discrepancia y la participación de los gobernados. A la larga, no existe la justicia sin la libertad, y no pueden existir derechos humanos sin la libertad humana. (Aplauso).

Estoy consciente de que hay quienes han cuestionado el atractivo mundial de la libertad aunque este momento de la historia, cuatro décadas definidas por el más veloz avance de la libertad jamás visto, es un momento peculiar para las dudas. Los estadounidenses, de todos los pueblos, nunca deben verse sorprendidos por el poder de nuestros ideales. Al fin de cuentas, el llamado de la libertad llega a toda mente y a toda alma. No aceptamos la existencia de la tiranía permanente porque no aceptamos la posibilidad de la esclavitud permanente. (Aplausos.) La libertad les llegará a aquéllos que la aman.

Hoy, Estados Unidos se dirige nuevamente a los pueblos del mundo:

Todos aquéllos que viven bajo tiranía y sin esperanza deben saberlo: Estados Unidos no ignorará su opresión ni justificará a sus opresores. Cuando se alcen a favor de su libertad, estaremos de su lado. (Aplausos.)

Los reformistas democráticos que enfrentan la represión, la prisión o el exilio pueden tenerlo presente: Estados Unidos los ve como son, los líderes futuros de su país libre.

Los gobernantes de los regímenes al margen de la ley deben saber que aún creemos lo que creía Abraham Lincoln: «Aquéllos que les niegan la libertad a otros no la merecen ellos mismos y, bajo el reinado de un Dios justo, no pueden retenerla».

Los líderes de los gobiernos con un largo hábito de control deben saber: Para servir a sus pueblos deben aprender a confiar en ellos. Comiencen esta travesía de progreso y justicia, y Estados Unidos caminará de su lado. (Aplausos.)

Y todos los aliados de los Estados Unidos deben saber: Respetamos su amistad, contamos con sus consejos y dependemos de su ayuda. La división entre las naciones libres es un objetivo primordial de los enemigos de la libertad. El esfuerzo concentrado de las naciones libres de promover la democracia es un preludio de la derrota de nuestros enemigos.

Hoy, me dirijo nuevamente a mis conciudadanos:

A todos ustedes les he pedido paciencia en esta difícil tarea de proteger a los Estados Unidos, la cual me han concedido. Nuestro país ha aceptado obligaciones que son difíciles de cumplir y que sería deshonroso abandonar. Sin embargo, debido a que hemos actuado siguiendo la gran tradición liberadora de esta nación, decenas de millones han alcanzado su libertad. (Aplausos.) Y ya que la esperanza aviva la esperanza, millones más la encontrarán. Con nuestros esfuerzos, también hemos encendido una llama: una llama en las mentes de los hombres. Abriga a aquellos que sienten su poder; quema a aquellos que combaten su avance, y algún día, esta llama indómita de libertad alcanzará los rincones más tenebrosos de nuestro mundo. (Aplausos.)

Unos cuantos estadounidenses aceptaron los deberes más difíciles de esta causa, en el silencioso trabajo de la inteligencia y la diplomacia, el idealista trabajo de ayudar a establecer gobiernos libres, el peligroso y necesario trabajo de combatir a nuestros enemigos. Algunos han mostrado su devoción a nuestro país con muertes que han honrado sus vidas enteras, y siempre recordaremos sus nombres y su sacrificio. (Aplausos.)

Todos los estadounidenses han sido testigos de este idealismo, algunos de ellos, por primera vez. Les pido a nuestros ciudadanos más jóvenes que crean en las pruebas ante sus ojos. Han visto la dedicación y la lealtad en los rostros resueltos de nuestros soldados. Han visto que la vida es frágil, la maldad es real y la valentía triunfa. Decidan ponerse al servicio de una causa superior a sus deseos, superior a ustedes mismos, y en su vidas contribuirán no sólo a la riqueza de nuestro país, sino a su carácter. (Aplausos.)

Estados Unidos necesita idealismo y valentía, porque tenemos una tarea esencial dentro del país: el trabajo inconcluso de la libertad estadounidense. En un mundo que avanza hacia la libertad, estamos decididos a mostrar el significado y la promesa de la libertad.

En el ideal de libertad de los Estados Unidos, los ciudadanos encuentran la dignidad y seguridad de la independencia económica, en vez de laborar al borde la subsistencia. Es esta la definición más extensa de la libertad que motivó la Homestead Act, la Social Security Act y la G.I. Bill of Rights. Y ahora extenderemos esta visión al reformar las grandes instituciones para que estén al servicio de las necesidades de nuestros tiempos. Para dar a cada estadounidense participación en la promesa y el futuro de nuestro país, llevaremos los más altos estándares a nuestras escuelas y forjaremos una sociedad de propiedad. (Aplausos.) Aumentaremos la propiedad de vivienda y negocios, los ahorros para la jubilación y el seguro médico, al preparar a nuestro pueblo para los desafíos de la vida en una sociedad libre. Al hacer a cada ciudadano un agente de su propio destino, les daremos a nuestros conciudadanos más libertad de las necesidades y el temor, y haremos a nuestra sociedad más próspera y justa y equitativa. (Aplausos.)

En el ideal de libertad de los Estados Unidos, el interés público depende del carácter privado, de la integridad y la tolerancia hacia los demás, el imperio de la conciencia en nuestras propias vidas. La autonomía depende, a fin de cuentas, del autodominio. Ese monumento al carácter se construye en las familias, lo apoyan las comunidades con las normas y lo sostiene nuestra vida nacional con las verdades del Sinaí, del Sermón del Monte, las palabras del Corán y los diversos credos de nuestro pueblo. Los estadounidenses avanzan en cada generación al reafirmar todo lo que nos antecede que es bueno y cierto, ideales de justicia y conducta que son los mismos ayer, hoy y siempre. (Aplausos.)

En el ideal de libertad de los Estados Unidos, el ejercicio de los derechos es ennoblecido por el servicio y la misericordia y el amor a los débiles. La libertad de todos no significa la independencia unos de los otros. Nuestra nación depende de hombres y mujeres que velan por el prójimo y rodean de cariño a los extraviados. Los estadounidenses, en nuestra máxima expresión, valoramos la vida que vemos unos en los otros, y siempre debemos recordar que incluso los indeseados tienen valor. (Aplausos.) Y nuestro país debe abandonar todos los hábitos de racismo, porque no podemos llevar el mensaje de libertad y el lastre de la intolerancia al mismo tiempo. (Aplausos.)

Desde la perspectiva de un solo día, incluso este día de dedicación, los asuntos y las preguntas ante nuestro país son muchas. Desde el punto de vista de los siglos, las preguntas son limitadas y pocas: ¿Nuestra generación defendió la causa de la libertad? ¿Y nuestro carácter honró esa causa?

Estas preguntas con las que somos juzgados también nos unen, porque los estadounidenses de todos los partidos y orígenes, los estadounidenses por elección propia y por nacimiento, están unidos unos a los otros a favor de la causa de la libertad. Estamos conscientes de nuestras divisiones, y se debe cerrar la brecha para que prosigamos con los grandes propósitos, y haré un esfuerzo de buena fe por hacerlo. Sin embargo, estas divisiones no definen a los Estados Unidos. Sentimos la unidad y la confraternidad de nuestra nación cuando la libertad fue atacada, y nuestra respuesta vino como una sola mano sobre un solo pecho. Y podemos sentir la misma unidad y orgullo cada vez que Estados Unidos actúa a favor del bien, y se les lleva esperanza a las víctimas de una catástrofe y lo injusto encuentra la justicia y los cautivos son liberados. (Aplausos.)

Proseguimos con plena confianza en el triunfo final de la libertad. No porque la historia esté sujeta a la infalibilidad; son las decisiones humanas las que impulsan los sucesos. No porque nos consideremos una nación elegida; Dios actúa y decide según Su voluntad. Tenemos confianza porque la libertad es la esperanza permanente de la humanidad, la sed de los rincones tenebrosos, el anhelo del alma. Cuando nuestros fundadores declararon un nuevo orden de los tiempos; cuando los soldados fallecieron en una ola tras otra por una unión basada en la libertad; cuando los ciudadanos marcharon con indignación pacífica bajo la consigna «libertad ahora». actuaban con una esperanza antigua que está destinada a satisfacerse. La historia tiene altibajos de justicia, pero la historia también tiene un curso visible, dictado por la libertad y el Autor de la Libertad. (Aplausos.)

Cuando se leyó la Declaración de Independencia en público por primera vez y se tocó la Campana de la Libertad en celebración, un testigo dijo, «Repicó como si significase algo». En nuestros tiempos, aún significa algo. Estados Unidos, en este siglo incipiente proclama la libertad en todo el mundo y para todos sus habitantes. Renovados por nuestra fuerza, sometidos a prueba pero no fatigados, estamos listos para los grandes logros de la historia de la libertad. (Aplausos.)

Que Dios los bendiga y que proteja a los Estados Unidos de Norteamérica». (Aplausos.)

 

Fuente | www.whitehouse.gov