La visitadora

 

Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
con la frente de arrugas y la espalda curvada.
Venía sucia de barros, de polvos de caminos,
la iluminó la luna y no tenía sombra…

Tembló María al verla; la mula no, ni el buey
rumiando paja y heno igual que si tal cosa.
Tenía los cabellos largos, color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viento antiguo;
en sus ojos se abría la primera mirada
y cada paso era tan lento como un siglo…

Temió María al verla acercarse a la cuna.
En sus manos la tierra ¡Oh Dios! ¿Qué llevaría?
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
y le ofreció la cosa que llevaba escondida.
La Virgen, asombrada, la vió al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!…

El Niño la miraba, también la mula, el buey
mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.
Era Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujió cuando se iba.
María al conocerla, gritó y la llamó: «¡Madre!»
Eva miró a la Virgen y la llamó «¡Bendita!»…

¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aún era pura, dura la nieve y fría.
Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía
teniendo entre sus dedos niño: la manzana mordida.

Oración por la figurita más antigua de mi “nacimiento”

 

Señor mío Dios-Niño:
Tú, que velas desnudo desde tu casa pobre
y ves cada diciembre, cada mañana fría,
avanzar por mi mano y hacia ti, lentamente,
de mi belén de sueño todas las figuritas,
la pastora dorada del cordero a los hombros,
el molinero blanco de la saca de harina,
el recovero triste con sus pavos de siempre
y el niño de la cántara con su pierna partida,

Tú, que sabes la oculta desazón de su prisa,
Tú que ya la conoces,
déjame que te pida
por cada uno de ellos, y en especial, Dios-Niño,
déjame que te pida
por la mujer aquella junto al pozo vacío,
por la samaritana de barro, pequeñita,
que espera, cada año, en el sitio que sabes,
descolorida ya y antigua.

Mi oración es por todos, Señor, pero es por ésta
en especial, por esta figurita,
a la que luego, cuando pecadora,
cuando Tú vayas a Samaria, un día,
te acercarás sediento para llenarle el pozo
del agua verdadera y eterna de la Vida.

Romance viejo de la madre nueva

 

Camina la blanca niña
por los campos de Belén,
camina que te camina,
camino de ser mujer.

Detrás la sigue el esposo,
ciego ya de tanto ver;
delante, la leve huella
del ángel de Nazareth.

En un establo en ruinas
se han venido a guarecer.
Virgen se estaba la niña,
intacta su doncellez:
varón que la mancillase
no viera el mundo nacer.

En el cristal de sus ojos
se copia un breve doncel;
en los sus labios un nombre
se multiplica por tres;
en los sus pechos floridos
cantan la leche y la miel
y en el su vientre sin mancha
comienza el amanecer.

Villancico del «Andandito»

 

Anda, Niño, anda,
que Dios te lo manda».

-Tu madre María
te arrulla y te guía,
te guía y te arrulla,
Tu mano en la suya.

Anda, Niño, anda,
pon tu pié en volanda.

Tu madre María
que cante y que ría.

Anda, Niño, anda,
en pie tu alegría.

Mi Niño chiquito,
mi Dios pequeñito ….

Anda, cielo, anda,
poquito a poquito, pasito a pasito …

Andandito, anda,
andando andandito…

Villancico de la Buenaventura

 

-María, dame la mano,
que quiero leerte el sino.
No tengo mejor regalo
para tu Niño divino.
-Hoy es Nochebuena,
buena mi fortuna.
Venga en hora buena
tu buena ventura.

-¿Qué leo, qué veo,
tu Niño Manuel
bajado a la tierra
para padecer?
Y en estas tres rayas
veo a tu Jesús
entre dos ladrones
clavado de cruz …

-No sigas, gitana,
leyendo mi sino;
vete a tu tartana,
sigue tu camino.

-¡Qué pena, Señora,
de tu churumbel!

-No sigas …
-No sigo …
¡Válgale Undebel!

-Ya lloro, su madre,
mi esposo también,
que es mala tu buena-
ventura, mujer.
¡Y ojalá no fuera
verdad tu saber!

-No llores, la Virgen,
ni tú, San José.
Canastera soy,
me voy de Belén …
Y ustedes perdonen,
no quise ofender.

Baladilla ingenua de los animales en Belén

 

¿Qué quedará que no adore
al lucero de Belén,
quién?

¿Le cantarás algo,
gallo de la cresta roja, di?

-Kikirikí …

(También vosotros, también.
No alborotéis.
Ya lo sé.)
¿Qué le dices blanca oveja
al recién nacido, qué?

-Béeee …

¿Y qué manso buey tú?

-Múuuu …

Si quieres, cabra, que el Niño
algo te dé, pídele …

-Méeee …

Y nadie más ¡qué clamor!
Ya no, cerdo, di que callen.
Se durmió …

-Chitón, chitón .

Navidad en Soane Square

 

La niebla va prendiendo en los castaños
su inmenso velo tenue. Se diría
que es del color de la melancolía
y del tamaño de los desengaños.
Vienen los años y se van los años
como se va y se viene la alegría.
Un Niño va a nacer en esta fría
plaza del corazón. Vientos extraños

hielan por las esquinas, quiebran ramas,
arrasan luces, encenizan llamas
y ahuyentan las palomas de la tierra.

Y, sin embargo, un Niño está viniendo
y pronto va a nacer -¡ya está naciendo!-
bajo los grises cielos de Inglaterra.

Antiguo amor

 

HOY en la calle sola,
cayendo a plomo el sol en las veletas,
comprendí que la vida
a veces abre heridas que no cierra.

Venía de lo suyo.
Yo iba a lo mío por la misma acera.
Pero hacía tantos años,
tantos recuerdos que dejé de verla,
que fue verla y sentirme
como alfileres dentro de las venas,
como una mano que oprimiera el cuello
y me pusiera la saliva seca.

Fue subirme a la boca
una palabra tonta, una cualquiera,
fue hacer un gesto absurdo con la mano
mientras pasaba, amor antiguo, ella.

No fue buscarla. No.
No fue decirla, ni quererla.
Venía de lo suyo
y cruzó por lo mío, viva, muerta.

Balada del anillo

 

TÚ, por la primavera;
yo, amor, para el verano.

Tú, cuando los jardines;
yo, cuando los sembrados.

Yo siempre prometiendo,
tú siempre preguntando,

que si en el pueblo alegre,
que si en el campo,

que si a la orilla, orilla,
cantándonos
los álamos…

Te pondré la alianza
de oro, por mayo,
en el dedo tercero
-corazón-
de tu mano.

Canción donde el poeta intenta hacer el retrato de su esposa

 

UN hermoso cabello
que con mi mano aliso;

frente tras la que pienso,
mirada en que me miro;

boca de la que bebo
agua de gozos íntimos;

oído para el requiebro,
cuello hacia donde giro;

hombro sobre el que sueño
pecho con mi latido;

brazo en el que me enredo,
mano con que acaricio;

vientre donde me siembro
y renuevo y revivo;

urna de mi universo
manantial de mí mismo;

pierna en que me sostengo,
pie para mi camino.

Corazón

 

Abierto tengo el corazón a todo
lo que sea palabra verdadera;
hombre que llegue a mí de otra manera
lo encontrará cerrado a piedra y lodo.

Mi corazón es llano y sin recodo,
y tan por dentro humano y tan por fuera,
que aunque de ausencia y desamor muriera
no quisiera que fuera de otro modo.

Quien palabras le llueva de ternura,
quien en su tierra siempre honrado grano
comerá el pan de la amistad segura.

Que abierto está en la palma de mi mano
como una roja fruta ya madura,
pura para la boca del hermano.

Dialoguillo entre el amor y el amado

 

-¿CÓMO reparto mi tiempo,
cómo comparto el amor?
-De luna a luna conmigo
contigo de sol a sol.
-También existen los otros…
-Sólo existimos tú y yo.
-Somos tres: tú, yo
y los otros.
-Somos dos.
-¡Uno!… ¿Tú?
-No
-¿Yo?
-Ninguno
( Y fue en silencio el amor. )

El poeta vive la víspera de su boda

 

ME tiembla marzo por la sangre. El viento
bate cristales por mi duermevela.
Se me enreda en las manos todo. siento
que una ronda de arcángeles me cela.

Que una ronda de arcángeles la guarda
para que venga a mí de gracia plena.
todavía no viene. ¡Cuánto tarda!
¡Oh noche larga de la luna llena!

¡Oh noche larga en que la luna acuna
-bamba de plata- mi soñante empeño!
(Miro caer las horas una a una
apoyado en el hombro de mi sueño.)

Apoyado en el hombro de su vida,
¡qué bien ya para siempre peregrino!
Peregrino de amor. ¿Por qué escondida
senda se va la cima de un destino?

Senda. Cima. destino. Tres palabras.
A las cimas se va sólo subiendo.
Al amador, Amor, puertas le abras
cuando venga en llamar. Va amaneciendo.

Hoy vengo yo a llamar. -¿Quién es?… -¿Quién
soy?
un hombre solo y hasta todavía
que viene y que se va que vengo y soy
en busca de una sola compañía.

Buscando estoy la paz en la mañana…
No venid, mis amigos, no… Dejadme.
Bien me sé que es costumbre, cosa vana,
lo sé, pero hoy no puedo. Perdonadme.

Hoy no puedo. De veras. Otro día
me dáis la despedida y los abrazos.
( ¡Cómo me pesa, Dios, esta alegría
de levantar un mundo con mis brazos! )

Norte y sur de mi vida: cuna y losa,
principio y fin. El mundo está bien hecho.
Vida del hombre: amor, espina, rosa
y una alondra que cante por el pecho.

Hoy camino hacia el alba

 

Hoy camino hacia el alba. Sueño. vivo
lo por vivir, revivo lo vivido.
Hoy soy el humo manso de las casas
el que me eleva el corazón. Hoy nace,
dentro de mí, el pueblo. ¡Qué milagro
soñar, guardar, sentir tanta blancura,
tantas horas gemelas, calles, patios
de siempre, tanta oliva de paz, tantos
recuerdos, tanta infancia mía ida!

Hoy es la brisa malva de sus campos
la que me orea el corazón. Hoy crece
su tierra en mí. ¡Qué olor a malvavisco,
a romero, a tomillo y a cantueso,
qué verde el ceñidor de sus chumberas,
qué lento andar uncido el de los bueyes,
qué soledad lanar la del rebaño,
cuán dorada su mies, cuán pleno el fruto
de sus racimos en agraz, sus huertos,
su total granazón esperanzada!

Hoy es la sangre antigua de sus gentes
la que me puebla el corazón. Hoy late
el pueblo en mí. ¡Oh, qué belleza honda
la de sus leñadores con el alba,
la de su laboriosa artesanía,
la de su plaza con su alegre rueda
de niñas en la tarde, sus muchachas
con la sonrisa en flor; esposas, madres
aguardando la hora del regreso
tras la pura clausura del visillo
y esos ancianos de la barba en nieve
trenzando el hilo-pita o la tomiza
mientras baja la luna a su azotea!

Llevar un pueblo así entre la carne,
con su nube arrollada a la cintura,
con palomas y flores, con campanas,
con ríos-venas y hacia un mar de dicha,
con amigos y surcos y canciones,
es encalarse el alma y decir: ¡Vivo!

Allí está el pueblo, aquéllas son sus torres.
Sobre mi corazón al fin, crecido
bajo mi voz. Qué renovado gozo
irse acercando hacia su piedra en vilo,
hacia su cal, hacia su nube… Pueblo
norte de un sur, ya para siempre mío.

Antonio Murciano González, Cádiz, 1929

Elegía navideña

 

Mis hijos, a coro,
–¡quién lo iba a creer!–
cantan villancicos              (Mi duende moreno
en correcto inglés.              se queja en calé.)

Guitarras eléctricas
y musicasettes,
entre luces tibias,
mis hijos –¡qué bien!–
bailan locamente              (Mis ángeles músicos,
un ritmo ye-yé.                  palmas y almirez.)

Reconciliadora,
pasa mi mujer,
mientras va envolviendo
–de plata y papel–
castillos y grutas
de corcho, un rabel,
serrín de colores,
la orcita de miel
y mis figuritas                   (Mis ojos que miran
de barro de ayer.              no quisieran ver.)

¡Feliz Nochebuena!
Mis hijos –yes, yes–
con sus vasos nuevos
de whisky escocés,
chocaron mi vieja            (Mi sangre andaluza
copa de jerez.                    se ha puesto de pie.)

Y mientras, vencido,
toso en humo Kent
y adornan mis hijos
su árbol de Noel,
yo miro mi sombra        (Mi recuerdo llora
contra la pared.              su viejo belén.)

Villancico de las preguntas

 

ÁNGEL que estás a la entrada
centinela del portal,
centinela de una puerta
que no se puede cerrar,

la desnudez de mi Niño,
dime, ¿quién la cubrirá?
¿qué vellón de tibia lana?
¿qué diminuto pañal?

Los ojuelos de mi Niño,
¿qué nana los cerrará?
¿qué balar de qué rebaño?
¿qué voz de qué rabadán?

 

La lágrima de mi Niño,
¿qué risa la enjugará?
¿qué pico de qué pañuelo?
¿qué mano de qué zagal?

El ángel no respondía,
triste de tanto callar.
Y el Niño, con su silencio,
salvaba a la Humanidad.

Autorretrato navideño

 

¿La frente?… Pensad, mi frente
la tengo para soñar
que una noche de este año
un Niño nos salvará.

¿Los ojos?… Vedme, mis ojos
los llevo para mirar
las noches malas del mundo
que no puedo remediar.

¿El pecho?… Escuchad, mi pecho
lo ahondo para acunar
al tan rico que naciera
pobre de solemnidad.

¿Las manos?… Palpad, mis manos
las froto, para tocar
las palmas por bulería
en la Fiesta del Portal.

¿Los pies?… Seguidme, mis pies
los quiero para buscar
por los caminos del tiempo
un nuevo Belén de Paz.

¿Y la voz?… Oíd, mi voz
la templo, para cantar,
-al Dios que ha recién nacido-
mis nanas de mazapán.

Balada de la adelfa

 

NO me esperes
-te dije-
junto a la adelfa,
que la adelfa es amarga
y eres doncella.

(La tarde era de verde
como fruta que empieza.)

Espérame
-te dije-
allí donde no sea
turbia la luz, ni el aire,
ni el agua de la acequia.

(La tarde era naranja
como una fruta nueva.)

Pero tú me esperaste
-muchacha-
donde era
amarga la dulzura
de tu boca entreabierta.

(La tarde era amarilla
como una fruta seca.)

Canción de amor para el camino

 

¿Lo pisado es lo perdido,
lo por pisar el encuentro?
En saber por dónde vamos
consiste, amor, nuestro juego.

Tierra de donde venimos,
por donde fuimos viniendo,
por donde vamos, camino
de donde no volveremos.

Caminando escuchamos
los propios ecos.
Nada ni nadie somos
al detenemos.

Si la vida es camino,
caminaremos.
Yo, conmigo y contigo.
Tú, con mis sueños.

Canción para tu silencio

 

¡Qué paz de noche plena,
amada mía!
Hago como que sueño. El agua suena
en mi melancolía.

Tú devanas despacio lana rosa.
Hago como que leo.
Por dentro de este verso vas, esposa.
En tu silencio creo.

Tu canción del Peer Gynt de Grieg, de fondo;
con mis palabras lucho.
La música te instala en lo más hondo
y hago como que escucho.

Sigue el son de la lluvia en los cristales
por tu silencio vivo.
Duermen los hijos. Lo compruebas. Sales.
Hago como que escribo.

Te sientas otra vez. Te siento junto.
Permaneces callada.
Hago como que aspiro y no pregunto…
Y tú eres el aire, amada.

Del verdadero amor

 

Hoy traspasé el umbral de mi ventura.
Estabas toda tú desnuda, digo
vestida de candor.
-Ven. Te esperaba.
Hoy la mañana proclamó tu nombre
y de dorada, se me fue poniendo
del color verdemar, claro y antiguo,
de tus ojos abiertos.

Y me miré en tus ojos
-¡qué claridad de viña al mediodía!-
y te besé los ojos
y me mojé los labios
del agua rosa-niña de los tuyos.

Nunca pude entender que amarse fuera
quedarse quieto al borde de unos ojos,
asomarse a otra vida y contemplarse
vivido desde lo hondo y para siempre.

Las dobles caracolas de mi oído
guardaron el eco de tu mar, ¡qué dicha
tener conmigo tu reír, tu canto,
tu palabra de amor, claro murmullo!

Toda la casa olía a tu perfume.
Tus dos manos palomas por mi vida.
Mi dolor, mi alegría, todo en orden.
Ser sólo corazón es lo que importan.

El tiempo no existe

«Si vienes por ejemplo a las cuatro…,
comenzaré a ser feliz desde las tres.»
Saint-Exupery

 

El tiempo no existe
cuando estás conmigo.
Tan sólo lo cuento,
lo peso y lo mido,
tan sólo lo sufre
mi carne y mi espíritu,
lo bendigo sólo
no sé o lo maldigo,
cuando estás viniendo
o cuando te has ido.
el mundo no existe
cuando estoy contigo.

En el sur

 

En el sur,
todo es del tiempo;
quiero decir que no cuenta,
que le echemos tiempo al tiempo;
que no vemos las manilas
de ese gran reloj del tiempo;
quiero decir que parece
que hay un poco más de tiempo
que en las otras tres esquinas
de la rosa de los tiempos.

La amada

 

AQUÍ, bajo mi frente poseída,
bajo el mar de mis ojos, naufragada,
bajo mi boca cálida, abrazada,
aquí, bajo mi pecho, estremecida;

aquí te quiero, vida sobre vida,
suspiro y risa y fuego y sed calmada,
aquí, entre mis dos brazos, abrazada,
con tu cintura en flor, aquí, ceñida.

Aquí te me destrenzas, te me llegas.
Y ahora que ya eres mía y puedo y quieres
te me proclamas casta y te me entregas.

Aquí te me destruyes, te me hieres,
te bebes mi vivir, te me doblegas
-tibia carne de amor- y te me mueres.

Al amor

 

YA estoy de vuelta, amor, viniendo estoy,
llegando más a ti cada rodada;
no vuelvo a lo dejado la mirada,
siempre adelante remirando voy.

Hombre que sueña y que se acerca soy,
hombre que viene por la madrugada,
que anhela y goza y tiembla la llegada
muerto de ayer y redivivo de hoy.

no sé si de mis huertos, de mis rosas,
si vengo de mi campo con espinas,
si del mundo, no sé, si de mis cosas…

Sé que soy hombre que se acerca al beso,
hombre que sueña pueblo con esquinas,
hombre que sueña que se acerca… Eso.

Romance de la nochebuena en Arcos de la Frontera

 

Tenéis razón, amigos,
soy un Belén de ensueño.

Tengo una gruta en mi Peña
que es un portal nazareno;
tengo un castillo y un río
y un puente tendido al tiempo;
veredas entre chumberas
con pastores y romeros,
nieve celeste en mis montes…

Antonio Murciano González, Cádiz, 1929